Recuperación de la esperanza

Por Javier Pardo de Santayana

( La Esperanza. 1302-1305. Fresco de Giotto en la Capilla de los Scrovegni, Padua. Pintura.aut.org) (*)

Llega la Semana Santa en un año realmente aciago. La muerte de muchas personas muy queridas como si mi generación estuviera en fase de liquidación, la penosa situación de la patria a la que juré servir, la amenaza de unos desalmados que avanzan a lomos del terror, la insoportable jactancia de quienes no ha mucho salpicaban de sangre nuestras calles, la fascinación de algunos por quienes prometen un futuro basado en el odio a cuanto les rodea… He aquí un triste panorama al que se añade un futuro nublado por la incertidumbre.

Tiempo, sí, para la reflexión y la recuperación de lo esencial. Para, por lo menos, sentirnos fuertes en nuestras raíces; para estar seguros de lo que nosotros mismos somos. Para no dejarnos arrastrar por la desesperanza. Buena ocasión, por tanto, para sacudirnos la rutina y ese torpe sucedáneo del confort y refugiarnos, o, más que refugiarnos, encontrar la fuerza en nuestras convicciones esenciales: aquellas que configuran nuestra explicación del mundo que nos rodea y en el que un día aparecimos para vivir nuestra aventura. Tiempo también para hacer examen de conciencia de lo que contribuimos, aunque fuera sin proponérnoslo, a que hoy vivamos una situación tan lamentable.

O sea, que si pensamos un poco, nos daremos cuenta de lo mucho que brinda esta llamada de la Iglesia a la reflexión y a la oración, a la introspección y a una mirada entre exterior e interior a esas realidades que nos superan.

Yo pienso que sería buena cosa, desde luego santa y saludable tanto para el cuerpo como para el alma, no dejar pasar el tiempo de Cuaresma sin buscar el consuelo de la Fe. Porque detrás de cuantas reflexiones hagamos y de cuantos apoyos intelectuales encontremos – más allá de los recursos psicológicos que podamos encontrar para salir del trance – está la localización de la esperanza, sin cuyo abrazo difícil será salvarnos del desánimo. Y ahí es, precisamente, donde encontramos la esperanza en Dios; en quien murió en la cruz de muerte ignominiosa para asegurarnos que esa esperanza existe; que la esperanza no es un recurso psicológico sino una realidad a nuestro alcance.

Sólo la encontraremos en el abandono en quien en confiamos poder encontrar nuestro descanso. Así que sigamos, tal como procede, poniendo nuestro grano de arena y nuestro empeño para que las cosas cambien a mejor; que no se trata tanto de lograr la eficacia mínima de nuestro esfuerzo como de nuestra propia responsabilidad. Nuestro ánimo sólo descansará si confiamos de verdad en Dios y en el poder de la oración. Así que nuestra preocupación tendrá que estar, más que en lo que nos pasa, en fortalecer nuestra fe y contribuir a fortalecer la esperanza de los que nos rodean; que en eso habremos de esforzarnos salvando el fuerte obstáculo de nuestra propia condición humana.

Una vez más recordaremos el ejemplo de la Historia, cuando el Nazareno fue aclamado entre gritos y ramos de olivo en un jubiloso momento de esperanza que, tras el aparente fracaso de la muerte, sería recuperado con creces en su resurrección gloriosa, Y cuando aquellos hombres sencillos que, temerosos escondieron su condición de apóstoles para salvar su piel y se sintieron decepcionados viendo que cuanto habían vivido era algo inútil – aquellos que sentirían espantados cómo se tambaleaban sus más profundas convicciones – recuperaron la esperanza de tal modo que con su recobrada fe y el aliento del Espíritu fueron capaces de incendiar el mundo.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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