Algunos creen que así era España hace 50 años

Por Javier Pardo de Santayana

( Foto antigua de la Avenida de La Feria, Zamora) (*)

No es la primera vez que comento en estas páginas la deformación que suele sufrir la Historia con el paso del tiempo. Una deformación a la que veces contribuyen los propios historiadores al intentar encajar en sus esquemas personales los datos recogidos de las hemerotecas. En efecto, como no tienen la película completa fuerzan la relación entre acontecimientos, y en este trance encuentran interpretaciones aparentemente satisfactorias para ellos pero que no responden en absoluto a la realidad; por eso no es infrecuente constatar que cuanto más intentan acercarse a ésta más se alejan de lo que realmente sucedió: fenómeno al que contribuye poderosamente la no aceptación de la casualidad.

El punto de partida para los estudiantes es por tanto propenso a los errores, amplificados por cierto por la fascinación de lo que suelen ver los jóvenes cuando meten la nariz en el pasado, esto es, los filmes en que se relatan historias y leyendas y en los que hasta los datos más relevantes y fidedignos son tergiversados en favor de una espectacularidad por lo demás rentable. Pero eso no es casi nada aquí en España, donde el sistema educativo ya supera de por sí todos los límites al consagrar cualquier camelo favorecedor de mayor gloria para la autonomía respectiva. Y yo digo que si nuestros jóvenes desconocen la existencia de otros ríos que no sean los de su entorno próximo y los políticos trocean hasta la meteorología para alentar el hecho diferencial, ¿qué podemos esperar de la interpretación que aquellos hacen de la verdad histórica?

Efectivamente, así se deforma el pasado incluso en su propia dimensión, comprimiéndolo y envolviéndolo como una cápsula a la que se acudirá cuando convenga presentar algún hecho sucedido en otros tiempos que no sean los de la consola y el whatsapp. Como yo suelo comentar cuando se habla de estas cosas, ¿qué es para nuestros jóvenes la famosa Edad Media? Pues una especie de lugar oscuro y tenebroso poblado de monjes misteriosos y perversos al estilo de ”El nombre de la rosa”. Pero la Edad Media duró bastantes siglos y por tanto contó con bastantes semanas, días, y no digamos, horas. Horas de sol y brisa fresca, de cielos azules, de mujeres hermosas; de poesía incluso. Horas vividas minuto a minuto por hombres y mujeres de cualquier clase y ralea que se amaban u odiaban; que disfrutaban o sufrían como ahora.

Pero no necesitamos remontarnos a épocas pretéritas para constatar nuestra tendencia a deformar la perspectiva de otras épocas. Les pondré un ejemplo significativo: imagínense ustedes un programa de televisión, en este caso “Madrileños por el mundo”. El lugar visitado es nada menos que Nepal. El joven entrevistado parece persona bastante ilustrada. No otra cosa sería de esperar de quien se formó en una universidad española y abandonó sus trabajos para entregarse nada menos que al estudio del budismo. Así que, por favor, no lo visualicen con el cráneo rapado y una larga túnica naranja, pues no parece tratarse de un converso sino más bien de alguien que encontró en esta filosofía aspectos y actitudes aplicables a su propia vida y que podrían responder a sus anhelos de felicidad.

Naturalmente, la reportera se ve rodeada por un ambiente no habitual para una mujer perteneciente a un país tan avanzado como España: de entrada ha iniciado el gesto de saludar al conductor de un coche, pero lo deshace al darse cuenta de que no hay costumbre de saludo alguno que requiera contacto físico. Pero sobre todo se siente abrumada por el panorama que la rodea: calles no asfaltadas y carentes de aceras; una circulación punto menos que caótica; cruzan la escena tres o cuatro personas subidas en una misma moto; se ve como la gente viaja materialmente amontonada en el interior de unas pequeñas furgonetas con el cobrador colgado por el exterior y haciendo gestos con sus brazos; no existen paradas formalmente establecidas y merodean los “niños de la calle” esnifando pegamento. En cuanto a la limpieza, pueden imaginarse también el panorama: las hogares carecen de agua potable y vemos como un ama de casa intenta ahuyentar a un ratón que finalmente se meterá en su casa de rondón. Para mejorar la cosa, varias vacas yacen en medio de las calles sin que nadie ose retirarlas.

Pero en realidad nada de esto nos extraña de verdad; sabemos que Nepal es un país muy atrasado que sólo llegó a relacionarse con el mundo exterior cuando abrió sus puertas a los extranjeros y fue invadida por los alpinistas. Como no nos extraña tampoco lo que dice el muchacho español cuando – en determinado momento del reportaje, y tras formular la reportera un comentario sobre el estado del país – responde algo así como: “más o menos como España hace cincuenta años o quizás algo mejor”.

Increíble pero cierto. Y, sin embargo, repito que no me extrañó. ¿Cómo es esto posible? se preguntarán quizás ustedes. Pues se lo diré: porque sabía de la pobre idea que muchos de nuestros jóvenes albergan en lo que concierne a su propio país y hasta qué punto suelen ignorar su propia Historia especialmente desde que se cometió el error de confiar la educación a unas autonomías tan catetas y encerradas en sí mismas como obsesionadas en marcar distancias y hacer valer el “hecho diferencial” por encima de cualquier otra consideración más razonable.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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