Familia.5. Calor de hogar en aves y marsupiales

Por Carlos de Bustamante

( Canguro. Acuarela de Jhochoa en jhochoa.blogspot.com.es ) (*)

(Continúo)… Dejé el cajón con mi aguilucho al pie del pino donde tenían el nido-hogar sus hermanos, y observé atentamente desde mi escondite… El “cri, cri…” seguía continuo pidiendo alimento, insaciables los del nido. El mío, con sólo alguna tímida llamada, asomado a la puerta abierta, pero sin salir de ella.

Más pequeños sus hermanos que el “mío” aunque en pelo bueno (plumas), recibían una y otro vez el alimento ¡de gorriones u otras presas! que, incesantes, les traían sus padres. Desde la jaula entonces, surgió el potente “¡cri, cri”! del adoptivo. Perplejo contemplé lo nunca visto: tras varias pasadas vertiginosas en derredor del hogar-jaula, la verdadera madre depositó la carnada en el pico abierto del preso-libre…, como a los otros. ¡Los padres aguiluchos habían reconocido a su hijo perdido! y le alimentaban con el mismo amor y ternura que a los del nido.

Con sigilo y contento en sumo grado, abandoné el escondite. Una vez fuera de él corrí hacia casa, para contar, atropelladamente, lo nunca visto. Como mi aguilucho adoptivo que dejé en el pinar, sentí el calor de hogar junto a mi madre y hermanos. Por primera vez comí agradecido lo que me sirvieron en familia…

Al amanecer, volví al pinar. Nuevas y mayores sorpresas allí, vistas desde el cabañuelo. Las vi sin ser visto. O eso creo.

La jaula-cajón estaba desoladoramente vacía. Cuando las lagrimillas o lagrimones estaban a punto de resbalar rostro abajo, miré amenazador hacia el nido por el imperdonable descuido de los aguiluchos padres. Pero el casi llanto se convirtió de pronto en suma alegría que, ahora sí me hizo lagrimear de verdad. Allí estaban ¡todos! Los hermanos juntos y en silencio bajo las alas al calorcillo de sus progenitores. Calor de hogar. Sabiduría innata de los irracionales. Ejemplo de ternura para los humanos, tan irracionales a veces…

Con el mismo sigilo de la vez anterior –a rastras sobre los tamujos y arena del pinar- quise abandonar el escondite. Como bólidos llovidos del cielo, recibí numerosas “pasadas” de las rapaces con las garras en posición de ataque o defensa, que esquivé a duras penas. Salí del pinar como un gamo perseguido por la jauría. Fuera de sus dominios, volvieron al nido. El fugitivo, a la casa materna y fraterna, pensativo. ¿Acaso no lo había cuidado incluso mejor que ellos a sus hijos…? Irracionales.

Con más sigilo incluso que antes, por si acaso… a la mañana siguiente volví. Volandero mi aguilucho, bajó del verdadero hogar a la cautividad abierta. Pidió comida. Entendido su lenguaje, recibió la ración de costumbre: un gurriato abatido con el “tirador” de un almendro camino del pinar. Devorado el manjar, con un vuelo suave, precioso, desde la jaula vino a posarse en mi hombro. Orgulloso miré a lo alto. No hubo amago siquiera de ataque. Varios pares de ojos contemplaban al que, por instinto, fuera antes humano depredador.

Durante los demás días que visité el pinar en derechura al nido, lo vi vacío. De una punta a otra, escopeta en ristre en busca de piezas de caza, tuve siempre compañía. Vuelo suave, precioso, de una familia amiga de rapaces, todos volanderos. Recuerdos…

¿Y los marsupiales…?: ahora.

Lo presencié en un programa, “El hormiguero”, de no recuerdo qué cadena de TV.

Lección soberana para el lobby de abortistas: una pequeña de raza, marsupial canguro, preñada, vino al escenario (plató) en brazos de su cuidador. Le introdujeron una cámara en la bolsa donde yacía el nonato no feto. Canguro en fase de desarrollo. ¡Prodigio de la ciencia! Como ecografía perfecta de una madre humana embarazada de no más de cuatro o cinco meses. Cabeza, ojos, orejas, rabo largo, largo… de canguro. Succionaba, en “curitatis”, claro, con avidez las mamas de la madre ocultas también dentro de la bolsa protectora donde completaba el ciclo el canguro (“niño”). Feliz canguro, no cosa, al calor de hogar, como mis rapaces cobijadas bajo las alas de la madre-aguilucho en el calorcillo de hogar en el nido. Como el ser humano-niño vivo- que al calor de las entrañas de la madre, recibe por el cordón umbilical el necesario alimento. Igual, igual, que necesita recibirlo varios meses después de ver la luz del mundo salido del nido-bolsa –seno materno. Maravilla máxima de la Creación que clama en favor de aguiluchos, marsupiales…, y, ¡a la vez!, viaja en tétricos trenes de muerte, o triturada la criatura previamente, por los desagües de ¡clínicas u hospitales!, sede habitual (¿) de la deontología médica humana. De locos; pero no ignorantes.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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