Familia. II. Maternidad en la familia militar

Por Carlos de Bustamante

( Marruecos. Apunte de viaje de Paco Roldán) (*)

Escribo sobre la familia militar, porque de honda tradición esta “religión de hombres honrados”, en mi árbol genealógico y hasta nuestros días, es la que mejor conozco. Desde el inicio de este artículo y sucesivos que, s. D. q. pudieran sucederle, pido perdón a los que componen la familia militar de siempre en territorios peninsulares. Por más significativo en la dificultad hago mayor hincapié en la familia militar que llamo “africana”. La que lo es, por haber vivido con ellas e incluso fundada la mía en territorios africanos de nuestro antiguo Protectorado.

Como algo escribí-¿demasiado?- en mi artículo anterior sobre las familia (militar, aunque bien pudiera hacerse extensivo a la familia en profesiones u oficios diversos), creo oportuno considerar la maternidad como el fruto “normal” de las familias. Con todos los respetos para cuantos difieran del concepto familia compuesto por padres y madres, abuelos y abuelas, hijos e hijas, me referiré a las parejas con capacidad de engendrar y del fruto de esos amores con esta capacidad.

Porque me pete y sin respetos o prejuicios humanos, creo conveniente abrirles, siquiera un poco, la puerta de mis intimidades familiares. No puede haber presunción en ello, puesto que, aún con matices, lo que les diga fue una constante repetida en cuantos matrimonios iniciamos la andadura “allá por tierras del moro”… De haber alguna diferencia, fue la edad de los que ingresamos en la “cofradía de casados como Dios manda”.
Tras unos años de noviazgo (mal contabilizados si deducimos los días en que la vida académica –A.G.M.- impedía vernos salvo en los permisos vacacionales). Cuando contrajimos nupcias tenía 23(veintitrés) años “él” y 20 años (¡veinte!) “ella”, decidimos unir nuestras vidas para siempre por el Sacramento del matrimonio.

Informado por un compañero africano de la belleza de Xaüen –Chaüen o Chefchaüen- , ése fue “nuestro” primer destino. Era sólo teniente; y bien sabía que lo seguiría siendo durante años. Fueron exactamente 11 (once) en el mismo empleo ¡y sueldo!
A las afueras de la Ciudad santa del Islam en Marruecos, tenía su asiento el Regimiento de Infantería África 53. Mi Regimiento. El que fuera heroico en hechos de armas durante largos años de guerras africanas.

Alto, ancho y largo, de no mala pinta el que fuera componente caballero cadete en la escuadra de “gastadores”, no digo que perseguido, pero sí tentado por las féminas moras (“lailas) de belleza singular, decidimos adelantar las fechas nupciales, cuidadosamente planificadas. Con los debidos permisos, reflejados en el BOE, unidos permiso colonial y los 15 (quince) días para el matrimonio, hicimos realidad nuestro sueño. Hace hoy de ello 58 (cincuenta y ocho) años. Excepto unos días en el Monasterio de Piedra, el verdadero “viaje” de novios, fue el de incorporación a mi destino. Coincidimos en el tren y durante once horas, gozosas más las de la travesía del Estrecho y viaje por carreteras sinuosas en las africanas “valencianas” con otro recién matrimonio, artillero él e igual destino en la ciudad santa y misteriosa donde el Regimiento artillero en Tetuán tenía un importante destacamento. Mayores que nosotros… por ¡un año! Enseguida familia en Armas hermanas. Primera casita, mora molinera, y muebles de segunda, tercera… mano. ¡Primorosos! Recibimiento espectacular por la tenientada soltera o casada. Familia militar.

¡Pero oiga, que de eso-familia- ya nos dijo usted bastante! Perdonen… Los recuerdos… que se amontonan. Voy a maternidad.
Uno, dos, tres meses sin que los planes de familia numerosa tuvieran principio. Y la mi mujer (álmara diali”) lloraba… “Él” contrariado.
En la casita del moro, tuvimos un día la visita acostumbrada; pero ésta especial. Cuchicheaban las dos “lailas misianas”… Nosotros con la mosca detrás de la oreja. Y surgió la noticia en ambas a coro, igualmente gozosas: ¡¡Estamos embarazadas!! Porque se lo imaginan, no les digo más intimidades. Se estrecharon aún más los lazos de amistad-hermandad. Artillería e Infantería más lo que viniere… Inicio inmensamente gozoso de familia numerosa en la “casita del moro”. Luminosa y alegre aunque extremadamente pobre. Que no estaba la belleza en las cuatro paredes (4) de la pobre casa, sino en el seno donde habitaba una nueva vida. Tan bella como el amor que la engendró. Ser humano, ¡oigan, nuestro hijo!, en el mejor de los palacios. “Casita amorosa de laila misiana” (seno de “mujer muy hermosa”).

Con inexperiencia total, ¡claro, oigan!, en estas lides y sin más ayudas por el momento que las mutuas (las dos esposas), la familia militar se hizo patente.

Primer cambio de casa. De la casita del moro, al barracón habilitado como vivienda. ¡Pero con cuarto de baño y chimenea! Mejoría también gozosa. Hogar más luminoso y más alegre. Maternidad a ojos vistas. Y belleza de la maternidad aún acompañada de incidentes que pudieron ser graves: El “teviv” (médico) dictaminó: Reposo absoluto. Y “él”, instructor de reclutas en el lejano campamento de A´karrat. Familia militar. ¿Se lo imaginan…?: “Una para todas y todas para una”. Menos la familia artillera, ahora en Tetuán. Comidas compartidas; mañanas y tardes en amor y compañía. Familia militar. Y por las noches, miedo, mucho miedo; incluso por los pasos del retén de guardia que rondaba para protección de los inquilinos de los barracones-vivienda. Cuando pasó el peligro para el “niño”, primores compartidos en labores de punto para infanticos. Mayoría de “lailas ispaniolas” en estado de buena esperanza. Familia militar. Se salvó la criatura. Alegría compartida. Belleza inigualable de la mujer embarazada; o eso le pareció a él después de tres meses de campamento. Le pareció porque lo era. Belleza del amor limpio. Inigualable. Aún con sufrimiento. O más por el sufrimiento. El que no suele faltar junto a las mayores alegrías. De uno y otra lo supimos de verdad entonces. ¡Jó que lo supimos…! Si algo escribí sobre maternidad, en el próximo, si Dios es servido, les tocará el turno a los hijos. Nos vemos.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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