Apócrifo III. Del año 30 d.C. al 33 d.C. Prólogo

Por Carlos de Bustamante


( Ciudadela de Jerusalem desde fuera de los muros. Acuarela de David Robert en “View the Holy Land”; odisea2008.com ) (*)

Vanidoso hasta decir basta, he de comunicarles lo que pudiera denominarse confidencia. Ante el hecho cuasi insólito de haber recibido algunas opiniones laudatorias, me animé a emprender un más difícil todavía.

Cuando comencé “Apócrifo I”, no tenía ni idea del buen fin de la tarea emprendida. Sólo la lectura reposada de todo lo referente a esta primera etapa en la vida de Jesús, que resultó apasionante, hizo que durante los días previos revoloteasen en mi mente e imaginación escenas de lo más verídicas con curiosa mezcolanza de, a la vez, fantásticas. Con el imprescindible guión de los Evangelios en la mano, fui desgranando verdades y fantasías a velocidad de vértigo. Escribía en tiempo extremadamente reducido, lo que día ¡y noche! constituía una bendita obsesión. Nunca había meditado la magnífica ternura de las escenas desarrolladas luego, con la atención ensimismada en semejante grandeza. En tiempo record, treinta y cinco minirrelatos surgieron como los hongos en primavera u otoño después de las lluvias. Ni idea si lo escrito en tromba era aprovechable o un auténtico disparate.

Como (y esta es mi confidencia) me sirvieron para una casi continua presencia de Dios a lo largo de las veinticuatro horas del día, porque hasta lo soñaba, y era oración con tal presencia, me animé a proseguir con ánimos animosos la tarea emprendida.

Lo que en los inicios consideré dificultoso en grado sumo, no resultó tanto al disponer de un guión perfectamente delimitado. Hechos relatados en la joya de los Evangelios, de forma concisa y concreta. Seguí el guión. Con la forzosa brevedad que exigía el propósito inicial de microrrelatos. Incontenible en mi verborrea escrita, hube de denominarlos minicuentos que, en su conjunto, ya hilvanado, formaban el relato Tarsicio (I).

-Bueno –me dije-, misión cumplida. Pero ¡quiá! ¿Acaso no podría…? Y comencé Tarsicio (II). Escollo en principio insalvable. Carecía de guión. ¿Dónde podía leer algo escrito, bueno y fiable, de la vida oculta (ordinaria) de Jesús hasta el inicio de la vida pública? En los Evangelios, ni pío. Solo, “que les estaba sujeto”.

-Pues ¡menuda ayuda! –me dije-. ¿Eso era todo cuanto disponía para, atrevido, comenzar una segunda parte? Si algo me ayudó “La infancia de Jesús” de Benedicto XVI, mucho más, y perdonen mi partidismo, las enseñanzas conocidas de San Josemaría Escrivá. El Santo de lo ordinario. Tenía, pues, magníficos guiones. Ilusionado, emprendí la nueva tarea. Si quince días fueron suficientes para la apasionante parte primera de Tarsicio (I), diez días bastaron luego y sobraron, para Tarsicio (II).

Para ambos -y creo habérselo dicho a alguien- me sucedió el mismo y ¿singular? fenómeno. De tal manera me introduje en las escenas, que sentía como necesidad de pasar cuanto antes a las siguientes. Las que, igualmente, me resultaban apasionantes. Sentí pena al concluir uno y otro.

-¿Y ahora…? –me preguntaba lleno de vacío tras, con perdón, la parida finalizada-. ¿Por qué no un Tarsicio (III)?

Determiné que sí era posible. Pero del dicho al hecho, hay mucho trecho, dice la sabiduría popular.

Ante la avalancha de hechos y guiones disponibles, permanezco como los burros ante dos pesebres con cebada. Indeciso de por dónde comenzar a satisfacer el apetito. Hay, sí, un inicio -sobre los treinta años- de esta vida pública cuajada de tantos acontecimientos, que mi indecisión la estimo hasta razonable.

¿Y luego…? Veremos qué camino he de tomar. Lo que sí les anticipo, es que, necesitado de calma y meditación para esta tercera parte, no habrá avalancha alguna. Tal vez pocas o ninguna fantasía. De cómo hacer Tarsicio (III), por ahora ni idea. Trabajo primero de gabinete y estudio. Después, Dios dirá lo que he de maquinar sin prisa y con pausa. Y como prólogo, ya está bien. ¿Mortal aburrimiento? No quisiera.


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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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