Familia. I. Familia militar

Por Carlos de Bustamante


( El Camino Español. Óleo de Ferrer-Dalmau en ferrerdalmaunoticias. blogspot.com) (*)

A lo largo de la historia hubo épocas, edades y períodos varios. Patriarcados. Matriarcados… Épocas en las que el machismo patriarcal o la matrileanidad fueron preponderantes. Edades en las que la civilización y el progreso con ellas cambiaron los modos, medios o formas de vivir. Los útiles imprescindibles para procurar el diario sustento variaron al compás de estas épocas o más aún en las edades. Y el “homo” evolucionó en formas y modo de conseguirlo según el material y mayor o menor eficacia de útiles y herramientas…

Aunque social por naturaleza, no todo lo que significó progreso facilitó la convivencia o sociabilidad; porque el ansia de poder surgió parejo con los nuevos materiales que, desde la piedra al acero y sucesivos, también sirvieron para imponer la ley del más fuerte o mejor armado con medios cada vez más sofisticados. De escalofrío pensar la diferencia abismal entre el “garrotazo y tente tieso”, la piedra, los metales, la pólvora, la bomba atómica… De perplejidad comparar la hoz, “hocino”, para segar a mano con los medios actuales. Ni les digo del “manal o mayal”, trillo, trilladora, o las simples manos, para recoger y disponer para el consumo lo sembrado o lo encontrado en el campo tal como lo brinda la naturaleza, al asombro de las cosechadoras, que lo hacen todo a la vez sin la fatiga de quien las maneja.

Incluso el clima ha sufrido cambios espectaculares a lo largo de los siglos. No todos debidos, al parecer, a los cambios climáticos forzados por la evidente incongruencia del homo, por muy “sapiens” que sea.

Pero lo que en cualquier época, edad, periodo o civilización ha sido una constante, es la familia. Patriarcal o matriarcal, pero familia: la que desde los albores del ¿big-bang?… tuvo como pilares tan insustituibles como imprescindibles al hombre y la mujer. La que la explosión… “dispuso”, que fueran macho y hembra para engendrar hijos. Relevo generacional u otros fines superiores. Los que darían continuidad a la especie humana en peligro de extinción por ley de vida, períodos, glaciares o guerras continuas.

Como inciso he de decir, que, pese a que “en mi casa mando yo, pero se hace lo que mi mujer quiere”, el matriarcado (matrileanidad)-salvo entre los indígenas de la Tierra del Fuego-, ha sido muy poco frecuente a lo largo y ancho de la historia.

Siempre y por la ley dicha, engendrado primero el homo, vive, procrea con la que se le dio por “compañera y no sierva en matrimonio hasta que la muerte los separe”. Hombres y mujeres, pues, sin los que las familias nunca hubieran sido posibles. La “casualidad” del big-bang (¡), también dispuso la atracción del macho sobre la hembra y viceversa. Atracción tan natural y amorosa, que, “¡sabiduría de la explosión!”, dio los hijos como fruto amoroso. Y con ellos, además del necesario relevo, la continuidad del amor, generación tras generación. Asombrosa sabiduría que, en mayor o menor grado de perfección y consciencia, también se dio en el reino animal. O sea el de los no erectus o sapiens (irracionales).

Con la reunión de familias-siempre célula básica de la sociedad- , se formaron y forman tribus, naciones y pueblos. Diferentes en color, lenguaje o raza, pero siempre a partir de la familia. Es decir padres, madres, abuelos, abuelas… Siempre familias o conjunto de ellas, con el fruto del amor por la atracción natural que Alguien dispuso.

Momento es de preguntarse, que si hubo algo o alguien que dispuso así la naturaleza humana (racional) o la irracional (animal) también, ¿quiénes somos nosotros –los que se supone racionales-, para alterar lo perfectamente dispuesto desde el inicio de los tiempos? ¿Qué sentido tiene la campaña a los más altos niveles de los racionales y sapiens, para evitar, junto al cambio climático, la eliminación mucho más drástica y horrorosamente infalible de nasciturus por todo lo contrario a cuanto algo o alguien dispuso tan sabiamente? De locos.

Como las guerras parecen no tener fin, raro es el día que el “parte” no nos comunica los muertos en combate o actos de terrorismo. Y más raro aún que no se destaque como más espanto: “y de entre ellos, tantos o cuántas madres y niños”. Ni les digo en naufragios donde es norma de siempre: “salvad primero a las mujeres y niños”. Ahora…. ¡de locos! Locura que alcanzaría caracteres alarmantes cuando sin guerras, naufragios o terrorismos fueran las propias madres, que lo son desde que llevan al homo en sus entrañas, dijeran-no creo, no creo- “primero nosotras, y a los niños matadlos”. ¡¡El climax de la locura!!

Y de la familia militar ¿qué…?

Parte importante integrada en la sociedad, tienen sin embargo peculiaridades, que si no la diferencian, sí la distinguen: recuerden conmigo los que fuimos africanos en los tiempos difíciles, previos a la independencia –en y después- del que fue nuestro Protectorado, regado años antes con tanta sangre de nuestros mayores. Las privaciones, ausencias y sacrificios sin cuento forjaron familias en el más pleno sentido que éstas tienen. ¿Lo recuerdan cuantos estuvimos en Sahara, Tetuán, Ceuta, Xauen, Larache, Melilla, Alcazarquivir… Cuando los maridos partíamos a destacamentos, polvorines, campamentos, nuestras mujeres (”lailas misianas”) estrechaban lazos de amistad perdurable y como en los “imperios” de los solteros, constituían un modelo de familia, por supuesto incompleta, difícilmente igualable. Les digo con conocimiento de causa, cómo reunidas a veces mujeres e hijos en una sola casa (barracón habilitado) convertían el miedo fundado en valor acreditado. Si una de ellas o algún hijo enfermaba, “el teviv” (médico) aparte que ejercía ejemplarmente sus funciones, el resto se transformaban con un bello compañerismo en enfermeras o cuidadoras cualificadas. Ni les digo cuando las recién casadas-mayoría en el probable primer destino del marido- recibían con amor el embarazo del primer hijo o sucesivos. “¡Uno (a) para todos y todos (a) para uno! (a). Niña mimada, cuidada, atendida por el resto. ¡Enhorabuenas gozosas! Familia militar.

Si, como era habitual no disponían de camas suficientes, no había problema en descansar (?) en colchones -de borra, claro- sobre el santo suelo… Y qué decir de las que se encontraban embarazadas o criando… Los cuidados y atenciones -todos a una- se multiplicaban con ellas o con los hijos recién nacidos. “Imperio” de cariño intenso, donde nuestras mujeres se forjaron más si cabe que en la Península. Cimiento sobre roca, también aquí, de la gran familia militar. No puedo omitir el alborozo que reinaba en ellas a la vuelta de alguno o todos los maridos. Sin abandonar nunca la austeridad propia de la milicia en general, con el baile en el Casino o pequeños extraordinarios en casa, se tiraba el barracón o “catenario en el desierto” por la ventana.

Como lo normal, en fin, y pese a las no pocas dificultades, era que hubiese mayoría de embarazadas o con numerosos hijos, la maternidad y el amor constituyeron el distintivo natural y humano de la ejemplar tribu de la familia militar africana o peninsular. Si se me permite, y con el mismo “motivo” de la familia, continuará con más detalle en los que fueron y son fruto querido y deseado del amor “como Dios y la naturaleza mandan”.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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