Por Carlos de Bustamante
( Las bodas de Canaán. Óleo de Paolo Caliari “El Veronés”, en el Museo del Prado; pintura.aut.org. 127 x 209) (*)
Todas las despedidas a un ser querido son en extremo dolorosas.
Cuando Jesús, carpintero-artesano, labrador, pastor, marinero y pescador consideró completa su formación, se despidió de Su Madre Myriam para realizar aquello “para lo que había venido”. Tarsicio no tenía ni idea. Solo Virutas (q.e.p.d.), Mykita y Alguacilillo sabían algo; pero ratoncines al fin, no parece que les diera frío ni calor. ¡Qué sabían los animalejos del dolor de Amor de los hombres! Lo que oyeron a escondidas, se lo callaron sin decir esta boca es mía. Tarsicio, pues, no se enteró de nada. Sabía, sí, que “no había llegado su hora” cuando lo dijo Jesús. Pero hora ¿de qué…? Ni idea de qué, cuándo y para qué había de llegar eso. Tiempo al tiempo, me dije. Y no pregunté.
—
(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://farm4.staticflickr.com/3947/15520238786_c701274f3d_b.jpg