My Keylor is rich

Por Javier Pardo de Santayana

( La Costa Rica de ayer, Casona Santarosa. Acuarela de Roberto Salazar en robertosalazarcr.com) (*)

Keylor es el nombre de un nuevo portero del Real Madrid. Y efectivamente, es rico, puesto que va a cobrar millones por haber pasado a ser, por el momento, el posible reserva de Casillas si no su sustituto. Lo cual es para mí nuevo motivo para reflexionar. De entrada me hace cavilar sobre el origen de esos nombres de pila tan curiosos que no son escasos entre los hispanoamericanos (Keylor Navas es costarricense). Nombres procedentes digo yo de la influencia norteamericana, pues si si no, dígame usted a que vienen esos anglicismos tan graciosos y frecuentes en países de habla española y autóctona y que tan poco tienen que ver con Nueva York o Londres.

Pues bien, el señor Keylor era ya cancerbero de otro club español, – el Levante – pero pocos españoles sabíamos gran cosa de él. Y sin embargo bastó con que parara unos penaltis en Brasil para que su suerte cambiara de forma radical. Algo parecido le ocurrió también a otro muchacho – James Rodríguez con el James pronunciado a la española – que se lució metiendo goles y entre ellos uno de espléndida factura que le abriría las puertas de la fama; tanto como para acabar de un día para otra en el mismo club madrileño como figura estelar, y desatar la fiebre en todo un gran país de América; merecedor incluso de un elogio especial del presidente.

Vean, pues, cómo unos días de acierto fruto en gran parte de una fortuna generosa y oportuna y protagonizados por ases no procedentes de ligas fabulosas sino más bien humildes, pueden activar el movimiento de millones de euros y crear ídolos de ámbito mundial. Con la curiosa circunstancia de que en ambos casos casos los protagonistas ostentan nombres de pila bastante poco acordes con su propio idioma.

Quizá se hayan dado ustedes cuenta de que su ascenso al generalato del balón redondo ha coincidido con un enorme revuelo de fichajes. Brotan, sí, los nombres, como un revolotear de palomas que se posaran en nidos distintos de aquellos en los que hasta ahora les teníamos más o menos situados. La mayoría declara llegar al club de sus sueños infantiles como si los equipos en que alcanzaron la posibilidad de ir a mejor fueran simples apeaderos temporales. Y uno se queda, claro, un poco incómodo, porque esto le hace ver con excesiva claridad que el deporte se ha convertido en un negocio inmenso en el que el club amado es el que más le paga a uno. Que esa afición que al abrir la temporada se volcaba en entusiasmos delirantes por sus idolatrados jugadores llegará luego a odiarlos cordialmente, o, por el contrario, llegará a mostrar los mayores entusiasmos hacia quienes hasta ahora representaron para ella al mismo diablo. Y aquél cuya conducta reprocharon porque pisó alevosamente o escupió en la cara a uno de los suyos encontrará de ahora en adelante motivos suficientes para la justificación e incluso para llevar al infractor a los altares, mientras, por arte de birlibirloque, quien fue ensalzado por su juego limpio será encontrado en falta y merecido receptor de toda clase de invectivas.

Así que uno llega a preguntarse si no sería oportuna alguna voz – por ejemplo, de los sindicatos – que se levantara contra las dificultases añadidas que en estos tiempos de paro y desempleo encuentran nuestros ilusionados jóvenes aspirantes del mundo del balón para abrirse paso en el deporte. Si no estaremos matando la gallina de los huevos de oro del balón al mostrar tan a las claras que un tinglado como el deportivo, que se sustenta en la figura del forofo y los colores propios, puede venirse abajo un día cualquiera ante la imposibilidad de conjugar tanta contradicción acumulada. O sea, que lo del “crack” puede pasar a ser un término aplicable, más que a las grandes figuras del deporte, a la sonora bancarrota de un universo que empezó en los pastos ingleses con unos entusiastas universitarios amantes del deporte y el “fair play”, y ha acabado convirtiéndose en un monstruoso y complicado tinglado de intereses comerciales que juega al bacará con nuestras más elementales ilusiones y nuestros más ingenuos entusiasmos. Con esa forma de escapar de la realidad que consiste en dejarse ganar, conscientemente incluso y a falta de mejores perspectivas, por un ambiente artificialmente organizado para dar sentido a nuestras vidas a base de goles efectistas y penaltis parados; truco que nos permitirá encontrar nuestro lado más desenfadado e infantil sin recurrir a la ayuda del psiquiatra.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://farm4.staticflickr.com/3917/14770062380_d418d992b8_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído