Plátanos de sombra, de paseo o hispánicus

Por Carlos de Bustamante

( Ampudia. Acuarela de José Mª Arévalo. 36×46) (*)

Es posible que alguno de mis posibles lectores (difícil con los monstruos que escriben en este blog), sepan de mis irredentas con los años aficiones camperas. Y si no lo saben, se lo digo ahora, que un Acto de Servicio en mi profesión, me impide todo contacto con el campo, si no me llevan.

Pero… , tengo dos experiencias, a mi parecer notables, que relatarles. La primera campera en el pleno sentido de la palabra. Fue la que con ocasión de un Romería al Santuario de Nª Sª de Alconada,-querida Virgen Chiquitita- tuve la satisfacción inmensa, gracias al matrimonio amigo que nos llevó, de atravesar las impresionantes ondulaciones-tierra de Campos- de la inmensa estepa castellana. Les puedo asegurar que las potencias todas del alma, se emborracharon a diestro y siniestro de mieses ¡ay! sedientas. No obstante, aún muy vivas. Prometedoras de fruto abundante si, no tardando reciben la bendición del cielo, que es el agua de lluvia. Ocurrió como digo, que siendo campero desde que recuerdo, y después de haber trillado páramos, laderas, montes y mesetas, ahora no veo campo. Menos este día de romería. El que les cuento.

Excepto cuando en la capital he de tomar un taxi para traslados forzosos, tampoco es frecuente la utilización de este medio de transporte. Menos el día de Romería. El que les cuento.

-¡Pues venga ya, hombre!

-Vale; voy. ¡No me sean impacientes…!: Desde la ciudad -Valladolid- donde vivo, hasta Ampudia, puede haber algo más de cuarenta kilómetros. Instalados cómodamente en el automóvil del matrimonio amigo, comenzaron a “pasar” a velocidad de vértigo (los 100 kms./h. permitidos en la autovía ), las flores amarillas de las retamas en la divisoria y cunetas de las dos carreteras. Con ojos en la frente, atrás y en los laterales, no me hartaba de ver tanta belleza cuasi olvidada.

El inicio de las Avemarías del primero de los Misterios del Rosario “de ida”, obró el milagro –que no es tal-, de viajar “con flores a María”. No, no me invadió el sueño, sino la ensoñación de a lo que iba y para qué aquello.

Pronto quedó atrás la “tierra del vino” –tierra de la D.O. Cigales-. Sin apenas esfuerzo, o con él silencioso por vaguadas y ondulaciones, nemorosas de mieses, nos adentramos por terrenos de “pan llevar”. El silencio sonoroso del campo solitario en brisa tan tenue que no producía ondulaciones en el verdor del entorno del cereal rey, me hizo sospechar que la savia-sangre de vida en las cañas coronadas de espigas cerniendo- no corría para más y mejor desarrollo de cada planta. El campo, siempre exigente, pedía la bendición urgente del agua. Ni auspicios siquiera de ella en un cielo transparente. Raso de nubes.

En curvas muy amplias, ¡ay a veces!, se empinó la carretera. En busca del ansiado ondular, señal de vegetación exuberante, los ojos comenzaron su particular baile. Y comenzó también el mareo en el que fuera viajero infatigable. Cuando concentrado en los piropos a la Virgen desperté del duermevela, vi, no sin asombro, que bajo las aspas de molinos gigantes productores de energía eólica, ondulaban las mieses, suavemente… La frescura natural en la buena tierra en las vaguadas, favoreció el normal desarrollo del cereal; sediento en los alcores inmediatos.

Me duró poco el tiempo de la recreación. Como un brote de “vieja modernidad” en la hondonada, surgió como por encanto la reciedumbre en los muros del Santuario. El de Nuestra Señora de Alconada. Se palpaba en el ambiente sereno, el misterio de lo escondido y silencioso. Traspasamos las puertas de madera noble. Una vaharada de frescor, despabiló por completo al que poco antes “giró in mente” más que la carretera enroscada a los cotarros. En la repentina oscuridad brillaba al fondo la lamparilla del Sagrario. Y un poco más arriba, el oro viejo en la imagen apenas perceptible de una Virgen Chiquitita. La que allá a lo lejos contemplaban atónitos a su manera los molinos sobre los alcores circundantes de la hondonada. Nuestra Señora la Virgen de Alconada. El silencio se hizo suavemente sonoroso en el canto gregoriano de las monjas cistercienses de clausura. Y los viajeros lo hicieron encantados hacia el séptimo cielo. El cántico rumoroso que provenía del coro, se hizo más oración con los Misterios Gozosos, pausados, de los “romeros”.

De verdad que no sé si sonrió la Virgen de Alconada, porque Chiquitita, apenas si se la distinguía la figura y menos el rostro. Para el romero “ido” poco antes, Chiquitita, exultaba de gozo. Misterios Gozosos. Con la Letanía Lauretana, en latín, me vino a las mientes la canción profana que, dedicada a Ella, se hizo cuasi divina :

Chiquitita, dime por qué
Tu dolor hoy te encadena
En tus ojos hay
una sombra de gran pena
No quisiera verte así
Aunque quieras disimularlo
Si es que tan triste estás
Para qué quieres callarlo

Chiquitita, dímelo tú
En mi hombro aquí llorando
Cuenta conmigo ya
Para así seguir andando
Tan segura te conocí
Y ahora tu ala quebrada
Qué vacio me duele verte llorar
Déjamela arreglar
Yo la quiero ver curada

Chiquitita, sabes muy bien
Que las penas vienen y van y desaparecen
Otra vez vas a bailar y serás feliz
Como flores que florecen

Chiquitita, no hay que llorar
Las estrellas brillan por ti allá en lo alto
Quiero verte sonreír para compartir
Tu alegría, Chiquitita
Otra vez quiero compartir
Tu alegría, Chiquitita

Chiquitita, dime por qué
Tu dolor hoy te encadena
En tus ojos hay
una sombra de gran pena
No quisiera verte así
Aunque quieras disimularlo
Si es que tan triste estás
Para qué quieres callarlo

Chiquitita, sabes muy bien
Que las penas vienen y van y desaparecen
Otra vez vas a bailar y serás feliz
Como flores que florecen
Chiquitita, no hay que llorar
Las estrellas brillan por ti allá en lo alto
Quiero verte sonreír para compartir
Tu alegría, Chiquitita

Otra vez quiero compartir
Tu alegría, Chiquitita
Otra vez quiero compartir
Tu… alegría…, Chiquititaaaa…

Créanme improbables lectores, que no quisiera haber visto la hora en el reloj que corría imparable. Se estaba divinamente allí, junto a mi Chiquitita, Nuestra Señora de Alconada. Con los Misterios Gloriosos “ a la vuelta” de la singular Romería recia y castellana, vuelvo al “campo” que únicamente veo desde uno de los balcones de mi casa: el plátano de sombra, de paseo o hispánico. Canto, no sé muy bien por qué (que lo sé divinamente también), la misma canción mientras observo lo renuevos en ramas tiernas que despuntan de las yemas de los no ha mucho horrorosos muñones invernales tras la poda.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
https://farm4.staticflickr.com/3881/14770062210_0b56314e24_b.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído