Nosotros también tenemos nuestro propio expolio

Por Javier Pardo de Santayana

( Sala del renovado Museo Arqueológico Nacional, en hoyesarte.com) (*)

Dos acontecimientos casi coincidentes en el tiempo: el estreno de la película «Monuments men» y la inauguración del Museo Arqueológico Nacional en su nueva y novedosa versión.

No voy mucho al cine; mi mujer y yo nos limitamos a ver una película al mes con unos amigos después de merendar juntos. Ni el bolsillo está para más ni tampoco nos lo pide el cuerpo, que hay otras muchas cosas que hacer bastante más interesantes. La última vez el plan fue presenciar la película a la que me refiero, que tiene el aliciente de haber sido dirigida por un conocido actor norteamericano. «Monuments men» es, efectivamente el título del filme, y se refiere al expolio de obras de arte europeas por parte de los nazis alemanes. Para evitarlo se formó un equipo de expertos en arte que tuvieron que darse cierta prisa porque el expolio se había ya iniciado y los invasores estaban retirándose.

Las piezas principales fueron dos muy significativas de la cultura europea, tan ligada a la fe de los cristianos: una escultura de la Virgen y el Niño obra de Miguel Ángel, y el famoso Retablo de la Adoración del Cordero Místico. Por fin aquel equipo encontraría lo que buscaba, y lo hallaría amontonado con otras piezas de valor en las entrañas de unas minas, con la particularidad de que en la búsqueda se dio también con un buen lote de lingotes de oro.

El segundo acontecimiento se refiere a un importante museo de Madrid: el Nacional de Arqueología. Su apariencia interior poco tiene que ver ya con el clásico de siempre. El edificio sigue siendo el mismo, pero – como sucedió con el museo del Ejército – éste ha cambiado en cuanto a concepto expositivo y modernidad de instalación.

Ambos acontecimientos, estreno de película e inauguración de museo, ligados ya de entrada por el arte, tienen en común algo especial: si el primero – relato de un hecho real según nos dicen – tiene como argumento el expolio que pretendieron consumar los nazis en su retirada, el museo español ahora puesto a la altura de los tiempos fue, con otras instalaciones museísticas, objeto de otro expolio de importancia cometido con las prisas de la huída por funcionarios del Estado por decisión de los entonces gobernantes para garantizarse un buen exilio. O sea que al expolio que de nuestro patrimonio nacional había perpetrado Napoleón añadimos uno propio.

Todo esto es ahora revelado por un libro con profusión de datos contundentes. La publicación a la que me refiero (1) da por sentado que, en efecto, parte de las colecciones y piezas expoliadas en España acabarían en Méjico y serían fundidas y destruidas para siempre sin posibilidad de recuperación. Así acabaron valiosas piezas de las catedrales de Toledo y de Tortosa y la capilla del Palacio Real. Custodias, copones y cálices sagrados, condecoraciones reales, cruces y regalos papales, tesoros y máscaras de antiguas civilizaciones procedentes de Iberoamérica, colecciones numismáticas consideradas únicas como la de monedas góticas, expoliada al completo; piezas todas de un valor incalculable desde el punto de vista del Patrimonio Nacional, fueron cargadas en un barco (2) y trasladadas fuera del país. Incluso elementos litúrgicos con más valor histórico que económico sufrieron la rapiña y destrucción por parte de funcionarios del gobierno.

El caso de los fondos retirados de la catedral de Tortosa es especialmente significativo. Habiendo sido acumulados en el castillo de Figueras sin que el subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública admitiera hacer su inventario completo, aquellos que los organizadores del expolio no tuvieron tiempo de llevarse serían destruidos con la voladura expresa del edificio al llegar definitivamente la derrota. Esto da idea del escaso aprecio que tenían al arte los responsables de su conservación.

Según la detallada información encontrada en Wikipedia, la operación del expolio fue ordenada por Negrín, presidente del gobierno (3), y desarrollada por tres personas cuyos nombres son igualmente conocidos. De ella se beneficiaron unos cuantos gerifaltes del exilio, y desde luego no precisamente los más necesitados. El presidente Alcalá-Zamora tuvo la nobleza de rechazar aquel «dinero sucio».

(1) «El tesoro del «Vita»» (Francisco Gracia y Gloria Munilla).
(2) El yate «Vita» había pertenecido a don Alfonso XIII con el nombre de «Giralda».
(3) Negrín también había supervisado como ministro de Hacienda el traslado secreto a Moscú de las reservas de oro del Banco de España.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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