Rincones con fantasma. 30. El palacio del Almirante y Las Angustias

Por José María Arévalo

( Gracias –dice Urueña- al dibujo conservado en la Biblioteca Nacional obra de Valentín Cardereda -1836- recopilado por Jesús Urrea en su obra “Arquitectura y Nobleza”, hemos podido reconstruir aproximadamente parte de la fachada del palacio del Almirante, y ubicarle donde hoy se vería si se hubiese conservado) (*)

Tras la amplia información que sobre la iglesia de La Antígua dábamos en el pasado artículo, siguiendo el capítulo “Zona de la Catedral” del libro de Juan Carlos Urueña “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”, que estamos reseñando, aborda Urueña la historia y anécdotas de la iglesia de Las Angustias, de la cofradía titular de esta iglesia y de la impresionante imagen de Nuestra Señora de Las Angustias, talla de Juan de Juni. Trata antes del desaparecido Palacio del Almirante, que ocupara antaño el solar del actual Teatro Calderón. Vemos todo ello, y completamos con un artículo también muy interesantes de Vallisoletvm.

( Grabado antiguo de la Iglesia de las Angustias, en Vallisoletvm) (*)

“La iglesia de las Angustias -comienza Urueña- fue edificada para la penitencial del mismo nombre, que tuvo su primer oratorio, luego hospital de la Quinta Angustia, en la entonces calle de santa Clara, hoy Torrecilla. En 1604 se levantó este templo en el lugar entonces conocido como Plazuela Vieja, nacimiento de la Corredera de san Pablo, heredando actualmente los dos parajes el único nombre de calle de las Angustias. En la Plazuela Vieja tuvo su casa fuerte, coronada por dos torreones, la familia Enríquez, cuyo jefe ostentaba el título de Almirante de Castilla. Esta casona estuvo en pie hasta mediados del siglo XIX y sobre su solar se construyó el Teatro Calderón de la Barca en 1864, romántico edificio situado enfrente de la iglesia. En la fachada tuvo una lápida que recordaba el apoyo del Almirante al emperador Carlos V durante el levantamiento de los Comuneros:

Viva el Rey con gran victoria
Esta casa y tal vecino
Quede en ella por memoria
La fama, renombre y gloria
Que por él a España vino.

( El grabado de Valentín Cardereda sobre la fachada del palacio del Almirante) (*)

Gracias al dibujo conservado en la Biblioteca Nacional obra de Valentín Cardereda (1836) recopilado por Jesús Urrea en su obra “Arquitectura y Nobleza”, hemos podido reconstruir aproximadamente parte de la fachada del palacio del Almirante, y ubicarle donde hoy se vería si se hubiese conservado. En este grabado se cita que “siguen 3 ventanas a la izquierda” antes de la torre que hacía esquina, que con las otras cuatro hacia la derecha de la portada que se aprecian en el fragmento del plano de Ventura Seco, nos dan idea de las grandes proporciones del edificio.

La calle de las Angustias tiene forma curvada pues seguía el trazado de la primitiva muralla de Valladolid, de la que se conserva algún vestigio”.

( Fragmento del plano de Ventura Seco que nos dan idea de las grandes proporciones del edificio del palacio del Almirante, en el solar que hoy ocupa el Teatro Calderón) (*)

Continúa Urueña, centrándose ya en la iglesia: “La iglesia de las Angustias fue puesta bajo la advocación de la Anunciación. La construcción fue costeada por el matrimonio formado por Luisa de Rivera y Martín Sánchez de Aranzamendi, rico comerciante devotísimo de la Virgen de las Angustias. Existió una ingenua leyenda recogida por Canesi, en la cual se explicaba que Martín era de oficio agujetero, y que al encargar hoja de lata para su taller, comprobó que las planchas eran de plata. Pidió consejo a sus allegados y éstos le recomendaron construir una iglesia con aquellas inesperadas ganancias.

( La calle de las Angustias tuvo soportales, algunos muy vetustos. Todos han desaparecido, menos en este edificio que los conserva embutidos en su fachada) (*)

Historias aparte, lo cierto es que este matrimonio edificó a su costa esta bonita iglesia, encargando su diseño a Juan de Nantes, seguidor de Herrera. Nantes contrató para trabajar en su proyecto a bastantes de los alarifes que se ocupaban poco antes de la catedral.

Las magníficas estatuas de la fachada de las Angustias son obra de Francisco del Rincón al igual que otras obras del interior del templo, como el Cristo de los Carboneros.

La cofradía celebra cada año la fiesta de la Anunciación o de la Alegría el 25 de marzo. Antiguamente, el día de la víspera se iluminaba la fachada del templo y sus alrededores, haciéndose una animada verbena con fuegos artificiales y toros enmaromados. A los diputados (cofrades directivos) se les obsequiaba con un paquetito de dulces, otro de aceitunas, un pan de anises y una botellita de vino.

(Foto antigua de las Angustias) (*)

Al día siguiente, el de la fiesta, se celebraba una procesión desde el convento de san Pablo al de san Benito, en la que se llevaba en andas a la Virgen de la Alegría, imagen “de vestir” de finales del XVII. Existía la curiosa costumbre de llevar en esta procesión a doce niñas y un niño vestidos de blanco y azul, «la mitad de ellas hijas de cofrades difuntos y pobres, y la otra mitad de los más necesitados del pueblo» que, finalizado el recorrido, recibían una limosna de la cofradía.

El paso más grande que tuvo las Angustias fue el del Descendimiento. La Virgen del grupo está en el museo de Escultura, donde fue a parar tras la requisa de 1842. Hoy día la cofradía trata de reunir y volver a procesionar el conjunto.

El verdadero tesoro de la iglesia es la Virgen de las Angustias. Esta venerada talla debida a la gubia del maestro Juan de Juni, es otro de los símbolos de Valladolid. No se sabe a ciencia cierta el año de su creación, pero debió de ser entre 1561 y 1569.

Una leyenda afirma que Juni se inspiró en la agonía de una de sus hijas para conseguir la expresión de dolor de la Virgen. Es cierto que el maestro tuvo una hija llamada Ana María que debió de morir sobre las fechas en que se realizaba. Teniendo en cuenta que el matrimonio del escultor con María de Mendoza, madre de la pobre Ana María, se celebró en 1557, ésta falleció siendo una niña. Por lo tanto, es con seguridad una leyenda producto más del romanticismo que de la realidad, pero cronológicamente no se puede negar.

( El Camarín de Nuestra Madre, en la Iglesia de las Angustias) (*)

El dolor que comunica la Virgen de las Angustias ha despertado siempre un gran fervor popular. No sólo el benefactor de la cofradía Sánchez de Aranzamendi fue un gran devoto de esta imagen, sino que muchos se desvivieron por ennoblecerla y adornarla. Un ejemplo fue Diego de los Cobos, conde de Ribadavia, que intentó por todos los medios vestirla con las más ricas y elaboradas telas, hasta que desesperado se dio cuenta de que no había manera de hacerlo.

En 1623 se llama por primera vez en un documento “Virgen de los Cuchillos” a la de las Angustias; es de suponer que se le colocasen por entonces los siete cuchillos de hierro, que se clavaban en su corazón pasando entre los dedos de la mano derecha. Estos cuchillos fueron sustituidos por espadas de plata que no siempre gustaron a todos. Una referencia anecdótica sobre ellos la encontramos en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones. En él, Ricardo Huerta escribió un artículo proponiendo la idea de eliminar los cuchillos, para que la Virgen luciera en todo su esplendor sin añadidos. Lo curioso es la forma en que proponía hacerlo: “reduciendo su tamaño en diez centímetros cada año, para que la vista se vaya acostumbrando”.

Ha sido tradición el llevar un cuchillo a casa de quien enfermase de cierta gravedad y lo solicitase, para que la Virgen intercediera por su curación. Un recurso estilístico muy típico de Juni para dar fuerza a sus personajes era “agobiarlos” encajándolos en estrechas arquitecturas y cubriéndolos con gruesos ropajes, de los que a veces apenas logran asomar manos y pies. Así ocurre en esta Virgen, en la que asoma bajo la túnica la punta del zapato derecho.

Dicho zapato originó otra absurda leyenda que afirmaba que la talla le había sido encargada a Juni por el pueblo vallisoletano de Boecillo, aunque otros dicen que fue una cofradía de Medina de Rioseco. Ocurrió que al recibirla, a los encargados de evaluar su calidad les pareció muy grande el zapato, y además no les gustó que sólo se le viera un pie, así que la devolvieron tachándola de “zapatuda”…; lo que sí es cierto es que por “la Zapatuda” fue conocida esta Virgen en la antigüedad.”

( Nuestra Madre de las Angustias. Talla de Juan de Juni) (*)

Me permito añadir que ahora también se la llama “La Zapatona”, aludiendo a esa no sé si leyenda, porque lo cierto es que Medina de Rioseco cuenta con una talla muy parecida del mismo Juni, con menos pié, que quizá tallara el maestro en sustitución de la que se quedó felizmente en Valladolid. Y completamos la información de Urueña con el artículo de Vallisoletvm “La Iglesia de Las Angustias”, que se publicó en Octubre de 2009. “La Iglesia Penitencial de Nuestra Señora de Las Angustias es una iglesia vallisoletana situada en el centro de la ciudad frente al Teatro Calderón y cerca de la Iglesia de Santa María La Antigua. La iglesia es la sede de la Ilustre Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias una de las cofradías más antiguas de la Semana Santa de Valladolid.

Historia y proyecto. La historia de esta iglesia está ligada a la de su cofradía, fundada con anterioridad a 1536, que se situó inicialmente en la calle Torrecilla, llamada en el siglo XVI calle de las Angustias Viejas, debido a que en los primeros años de aquel siglo era donde estaba situado el primitivo oratorio de esta cofradía. A finales del siglo XVI la cofradía se traslada a la iglesia actual, frente al antiguo Palacio del Almirante, sobre el que se levantó en el siglo XIX el Teatro Calderón.

La mayoría de sus cofrades eran ricos mercaderes, que solían realizar grandes donaciones. Martín Sánchez de Aranzamendi y su esposa Luisa de Rivera donan la cifra de 60.000 ducados para la construcción de la nueva iglesia, en la que pide ser enterrado en una sepultura sencilla. El arquitecto Juan de Nates proyecta una fachada inspirada en la Catedral y en modelos italianos, existiendo en las trazas ecos de Bramante. Consta de dos cuerpos, el inferior en forma de arco del triunfo, flaqueado por dos pares de columnas corintias y el superior, rematado por frontón, donde se abre una ventana adintelada flanqueada por otros dos pares de columnas, esta vez compuestas, siguiendo la ordenación ascensional de los órdenes que ya da Vitruvio. Nates, como arquitecto de esta obra, se valió de los artífices más destacados de aquella ciudad que entonces era Corte: Gaspar de Vallejo, Martín de Uriarte, Juan de la Celaya, Juan de Rozadilla, Hernando de Munar, Juan de la Muela y Juan del Valle.

En 1604 se concluye su construcción, con la contratación de las esculturas de la fachada que son obra del escultor e imaginero Francisco del Rincón, para ser concluidas en septiembre de 1606. La entrada a esta sala, situada en un lateral, consta de cuerpo bajo, en forma también de arco de triunfo, con la gran puerta para los pasos, y uno alto, en el que está el balcón, para uso de los cofrades. Se convirtió en el modelo de iglesia penitencial dentro del contexto del clasicismo vallisoletano que estudió Agustín Bustamante García.

Interior. El interior se organiza en una nave de dos tramos, con bóveda de arista, con capillas laterales entre los contrafuertes y crucero con cúpula de media naranja y linterna. Podemos encontrar en el retablo mayor de la nave central el Misterio de la Anunciación, obra de Francisco del Rincón.

Retablo Mayor. El retablo combina, en su programa iconográfico, la escultura con las pinturas recientemente descubiertas de la Fe y la Caridad, además de la Fortaleza y la Prudencia. Una de las capillas laterales es de mayor tamaño que el resto.

Esta capilla, construida a principios del siglo XVIII, muestra un interesante espacio ochavado cubierto con cúpula y linterna, al que se abre otro espacio que sirve de camarín, donde se encuentra la imagen titular, Nuestra Señora de las Angustias, en madera policromada, obra del escultor Juan de Juni, de excepcional calidad y que es una de las obras más conocidas de su autor. De esta capilla fueron encargados de su construcción el maestro de cantería Francisco Pérez y el escultor Gregorio Díez de Mata, el pintor Manuel Petti y el dorador Santiago Montes.

El conjunto cuenta con su sacristía, sala de pasos, salón de cabildos, con la dimensión procesional y corporativa de la propia cofradía. Las tallas centrales de los pasos jalonan los distintos retablos laterales del templo, entre los que se encuentra el Cristo de los Carboneros -también llamado de la Luz antiguamente-, atribuido a Francisco del Rincón; el Cristo Yacente; así como San Juan y la Magdalena, obra de Gregorio Fernández, del antiguo paso del Descendimiento, cuyas tallas centrales han conformando las colecciones del Museo Nacional de Escultura.”

Tras la Antigua y Las Angustias, dentro todavía del capítulo “Zona de la Catedral”, Urueña continúa con la también próxima iglesia de San Martín, como veremos en el artículo de la semana que viene.


(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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