Rincones con fantasma. 20. Puerta del Carmen y conventos de Sancti Spiritus y del Carmen Calzado

Por José María Arévalo

( Así luciría –dice Juan Carlos Urueña- la puerta del Carmen, si se hubiera conservado) (*)

Se extiende, en una adición, el capítulo “Zona de Santiago, Zorrilla y Campo Grande”, del libro “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”, de Juan Carlos Urueña, que estamos reseñando, al comienzo del Paseo de Zorrilla, comentando su origen y reconstruyendo lo que fue la Puerta del Carmen, a la altura de los conventos de Sancti Spiritus y del Carmen Calzado, también desaparecidos, de los que realiza breve referencia. Lo completamos con varios artículos de Vallisoletvm, uno de ellos de nuestro buen amigo Joaquín Martín de Uña que tanto ha escrito sobre nuestra ciudad, y al que especialmente me complace citar aquí.

( En la parte inferior de este dibujo antiguo, junto a la Puerta del Carmen, podemos ver los conventos de Sancti Spiritus y del Carmen Calzado – éste a la derecha, en terrenos de lo que después fuera Hospital militar-) (*)

“El Paseo de Zorrilla –comienza Urueña- se estructuró a partir del antiguo camino a Simancas, continuando la entonces “acera de Sancti Spiritus”. La nueva vía recibió los nombres de “camino Real de Madrid” y más tarde de “calle de Puente Duero”, por conducir a las carreteras que iban a aquellas localidades. El 4 de febrero de 1893 se unificaron la plaza, la acera de Sancti Spiritus y la calle de Puente Duero bajo el nombre de plaza y paseo de Zorrilla, en honor al insigne escritor hijo de la ciudad”.

“Entre el convento de Sancti Spiritus –continúa Urueña- y el del Carmen Calzado, que ocupaba la acera de enfrente del Paseo (antiguo Hospital Militar), se alzaba la Puerta del Carmen, lastimosamente derribada como tantas otras cosas. Una pena, pues dispondríamos del equivalente a la Puerta de Alcalá de Madrid, porque ésta del Carmen también estaba dedicada a Carlos III y tenía tres arcos como la madrileña. Es verdad que su diseño era mucho más sencillo, pero hubiera lucido bastante formando una glorieta en el paseo. No muy lejos se encontraban las casas que sirvieron de taller tanto a Juan de Juni como a Gregorio Fernández”.

Algo más sobre esta Puerta del Carmen hemos encontrado en un artículo de Vallisoletvm de Diciembre de 2009 titulado “La desaparecida Puerta del Carmen o de Madrid”, en el que se cita como fuente cervantesvirtual.com. “Existía en Valladolid una puerta denominada del Carmen, o Antigua de Madrid, mandada construir por la ciudad en 1780, en homenaje al Rey Carlos III, aquel egregio monarca que legó su nombre a España escrito en los mármoles de innumerables monumentos artísticos, y (como añade un historiador) más dinero en las arcas del Erario público que el valor total representado por dichos monumentos.

( Plano de Bentura Seco con la puerta del Carmen entre los dos conventos ) (*)

La puerta del Carmen constaba de tres arcos de medio punto, mayor el del centro, sobre los cuales se ostentaban grandes escudos de armas, terminados con la corona de España y otros detalles; era de piedra blanca, y su fachada principal, de frente a la entrada de la ciudad, pertenecía al orden dórico, con pilastras en los muros y un cornisamento general, sobre el cual se apoyaba un ancho frontón, en cuyo centro había otro escudo con las armas de España, rodeado de guirnaldas de rosas delicadamente grabadas; una balaustrada de buenas proporciones, con otras pilastras más pequeñas y doce grandes flameros, servía de remate en la parte superior, y en el punto céntrico de dicho remate, y sobre esbelto pedestal, se elevaba una magnífica estatua del rey Carlos III, con cetro, corona y manto, en actitud noble y majestuosa, y a cuyos pies se reclinaba el león español, en medio de grupos alegóricos de banderas, cañones y otros atributos.

En el pedestal había esta inscripción, en caracteres romanos: «REINADO DE CARLOS III, AÑO DE MDCCLXXX, A CUENTA DE LOS CAUDALES PRÓPIOS»

Algunos cronistas vallisoletanos suponen que esta puerta del Carmen, restaurada en el año citado existía ya en la primera mitad del siglo XVII, y aún muchos años antes, según parece deducirse de ciertos documentos que obran en el archivo municipal.

En el año 1873, en una de las sesiones celebradas por la corporación republicana federal se tomó la civilizadora medida de mandar demoler la puerta del Carmen… “para que la población adquiriese por aquel lado el ensanche conveniente”. He aquí la razón fundamental, el incontrastable argumento presentado por la corporación demoledora en pro de su extraña medida. La población quedó sorprendida al conocer al acuerdo de la municipalidad; los vecinos ilustrados representaron contra éste; la Comisión de Monumentos, cumpliendo con su deber, trató de impedir la demolición, conferenciando al efecto con el alcalde y otros individuos del Ayuntamiento, y hasta suplicando al gobernador de la provincia que, como presidente nato de la corporación y obrando dentro del círculo de sus atribuciones, dispusiera la suspensión del acuerdo hasta oir las razones en que dicha comisión se fundaba para oponerse.

Todo fue en vano; la piqueta demoledora entró, por fin, en la puerta del Carmen; y la magnífica estatua de Carlos III, que coronaba el antiguo monumento, fue arrojada brutalmente de su alto pedestal, y cayó entre los silbidos de una chusma ignorante, rompiéndose en mil pedazos.”

Volvemos al texto de Juan Carlos Urueña en “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”, que tras lo recogido sobre la Puerta del Carmen añade: “Siguiendo con el tema de este libro, hablemos de lo que pudo haber sido y no fue. Cuando falleció Gregorio Fernández, nuestro genial imaginero, fue enterrado en el convento del Carmen Calzado, vecino a su domicilio pues se levantaba sobre el lugar que hoy ocupa el edificio del antiguo Hospital Militar. Con este monasterio mantuvo Fernández muy buenas relaciones, adquiriendo una tumba en su iglesia para él y los suyos en 1622. En la lápida, que se conserva en el Museo Arqueológico, se puede leer que en 1721, casi cien años más tarde, la tumba pasó a ser propiedad de un tal Francisco de Hogal. Dice una crónica que al meter en la tumba a uno de sus nuevos propietarios, se halló el cadáver de Fernández incorrupto.

( Fragmento de la lápida sepulcral de Gregorio Fernández. Museo de Valladolid) (*)

En 1847 la Academia de Bellas Artes proyectó rescatar los restos del escultor para enterrarlos en algún sitio honorífico, a la vez que levantar un monumento a su memoria en la plaza de Santa Cruz. La idea se fue olvidando poco a poco, debido en gran parte a la imposibilidad de distinguir, de entre los huesos de todos los allí enterrados, los pertenecientes al escultor. Más tarde el convento fue derribado y los restos se perdieron, pero lo que no desapareció fue el bellísimo legado que nos dejó el maestro y la inmensa escuela que crearon sus modelos, imitados hasta la saciedad aún en nuestros días. La influencia de su arte traspasó las fronteras de Castilla llegando incluso hasta el Nuevo Mundo”.

También sobre los restos de Gregorio Fernández hemos encontrado algo más en Vallisoletvm, concretamente un artículo de José Delfín Val, en el número de Abril de 2010, titulado “¿Apareció incorrupto el cuerpo de Gregorio Fenández?”- . “Floranes cuenta –escribe José Delfín Val- que cuando en 1721 se abrió la tumba de Gregorio Fernández en la iglesia del Carmen Calzado para enterrar a uno de sus nuevos dueños “se halló entero el cuerpo” del escultor. No es por inquietar ni malmeter pero habían pasado 85 años y el cuerpo del artista no se había corrompido. Que un forense busque una explicación a esta cuestión mortuoria.

Cuando comenzaron las obras de readaptación del antiguo Hospital Militar en el primer tramo de Paseo de Zorrilla, aparecieron muchos restos humanos. Sin duda alguna pertenecerían a hombres, mujeres y niños que recibieron sepultura en la iglesia del convento del Carmen Calzado, sobre cuyo suelo se levantó el hospital.

Aquellos restos humanos fueron analizados para conocer su antigüedad, pero el resultado no ha trascendido. Lo que sí ha trascendido es la curiosa circunstancia que se daba en aquellos terrenos sagrados. La iglesia del Carmen coincidía con el lugar donde aparecieron los huesos. En aquella derruida iglesia fue enterrado el escultor Gregorio Fernández que tenía su vivienda-taller enfrente, pasada la Puerta del Carmen, en la margen derecha del paseo. Allí estuvo su tumba y sobre ella el retrato que le hizo el pintor Diego Díaz, conservado actualmente en el museo (el del Colegio de San Gregorio).

En su momento se advirtió que entre aquellos restos encontrados accidentalmente podrían hallarse los del sensible imaginero. Pero no debió ser así, porque nada se supo después. Del enterramiento de Fernández (que murió el 22 de enero 1636) solamente se conserva en el Museo de Valladolid (Palacio de Fabio Nelli) la lápida de su sepultura. Según consta en la inscripción, la tumba fue comprada en 1622 por Gregorio Fernández, su esposa y herederos; y en 1721 por Don Francisco Hogal y Doña Theressa de las Dueñas para sí y sus herederos.”

( Antiguo convento del Carmen Calzado, foto que aporta Joaquín Martín de Uña en su artículo de Vallisoletvm) (*)

Y completamos lo referente al Convento del Carmen calzado con el artículo de Joaquín Martín de Uña, titulado “El Hospital Militar” y publicado en Vallisoletvm de Febrero de 2010, con texto procedente del libro del mismo autor “Valladolid, una ciudad contada”. “Los avatares -escribió Martín de Uña- de estas instalaciones hospitalarias se remontan a 1835, consecuencia de las exclaustración, cuando se determinó la utilización del convento e iglesia del Carmen Descalzo como hospital militar y almacén respectivamente. La historia del referido convento, demolido en su totalidad el año 1930, llevaba ya casi cuatrocientos años de andadura. Este hospital fue generalmente reconocido, tanto por la profesionalidad de los servicios médicos como por la calidad de sus instalaciones”.

En un inciso, bajo el epígrafe “Antiguo convento del Carmen Calzado”, señala “Fue construido en terrenos cedidos a la comunidad del Carmen Calzado por D. Diego Salcedo y su esposa María de Menchaca en el año 1522. Dichos terrenos estaban situados en lo que es el actual Campo Grande”.

( Vista posterior del antiguo convento del Carmen Calzado) (*)

“Las necesidades hospitalarias –continúa de nuevo sobre el hospital- hicieron precisa la construcción del edificio actual, que fue construido siguiendo los planos elaborados por el Comandante de Ingenieros Adolfo Pierrad –autor de los planos de nuestra Academia de Caballería, y la obra fue entregada el día veintinueve de diciembre de 1933, a la Comandancia de Ingenieros que, a su vez, dio traslado a la Comandancia de Sanidad.

En 1997 la Junta de Castilla y León compró el Hospital Militar al Ministerio de Defensa por 2200 millones de pesetas. El acuerdo garantizaba el uso sociosanitario del inmueble poniendo fin a año y medio de contactos y especulaciones en las que se llegó a plantear su uso como sede de las Cortes regionales”.

Y nos queda ya nada más referirnos al otro convento, el de de Sancti Spiritus, que lindaba con la Puerta del Carmen, del otro lado de lo que hoy es Paseo de Zorrilla, y que hemos visto también menciona Urueña. En artículo titulado “El desaparecido convento de Sancti Spiritus”, dice Vallisoletvm, citando como fuente “Monumentos Religiosos de la ciudad de Valladolid” (Parte segunda), de Juan José Martín González y Fco. Javier de la Plaza Santiago:

( El desaparecido convento de Sancti Spiritus en una imagen aérea tomada durante la guerra civil, y que recoge Vallisoletvm) (*)

“Situado justo frente al hospital militar y cerca de la desaparecida Puerta del Carmen, en pleno paseo de Zorrilla, este convento, de Comendadoras del Espíritu Santo, orden de San Agustín, estuvo primeramente establecido en Portillo. Don Martín Gálvez de Villasirga, comendador de la orden del Espíritu Santo, decidió el traslado del convento a Valladolid, corriendo a sus expensas la construcción del edificio, que comprendía monasterio y hospital. Una lápida que había en el templo hacía referencia a este hecho. Canesi la copia, y lo mismo hace González García-Valladolid, señalando ambos que la fecha en que Martín Gálvez “funda, acaba y restaura” el convento, es el año de 1520. Agapito y Revilla da como seguro este año, frente a las dudas de que fuera el de 1530. En el hospital, que estaba incorporado al convento, eran recogidos los niños desamparados; en el siglo XVII esta función desaparece, ya que fue absorbida por el hospital de niños expósitos de San José.

En 1574, don Juan de Ortega, caballero de la Cámara del rey Felipe II, instituyó su mayorazgo a favor de su hija Catalina de Ortega, al paso que adquiría el patronato de la capilla mayor, donde a sus expensas mandó hacer el retablo mayor, reja y sepulcro suyo. En 1582 creaba dos capellanías en la capilla mayor, concediendo una serie de obras para el culto (lámparas, cálices, colgaduras).

Fue también bienhechora doña Francisca de Zúñiga y Sandoval. Al quedar viuda de don Enrique de Cabrera y careciendo de hijos, dedicó sus atenciones al convento. A ella se debe la erección del coro bajo y de la sillería. En esta dama se reunían los linajes de Cabrera, Zúñiga, Sandoval y Guevara; era pariente de los Almirantes de Castilla.

En el lado del Evangelio había una capilla, llamada del Crucifijo, propiedad de doña Mencía Manuel, hija de don Juan Manuel y doña Catalina de Castilla, donde se encontraba el sepulcro de aquella, que falleciera en 1567. Tras la ocupación de Valladolid por las tropas francesas, el monasterio de San Nicolás, cerca del Puente Mayor, que antes se denominara del Santísimo Sacramento, fue derribado. La comunidad se incorporó al Convento de Sancti Spiritus, con todos sus bienes muebles y objetos de culto.

El edificio fue derribado en 1963 y en la actualidad se aloja en un edificio establecido en la calle de Bretón, barrio de La Esperanza. Del edificio derribado estamos informados por la descripción de Gonzáles García Valladolid y el artículo de don Francisco Antón. A esto hay que agregar las referencias a obras concretas, aportadas por Martí y Monsó y Agapito y Revilla. En el nuevo edificio han quedado instaladas sus obras artísticas. Así la iglesia luce el retablo mayor y la reja de la capilla mayor, ahora en el lateral de la Epístola.

El convento quedaba frente al actual Hospital Militar, remetido de la actual acera. Tenía huerta por la parte posterior. Era la iglesia de nave única, con coro alineado a los pies. Al costado de mediodía se añadía un claustro, en torno al cual se disponían las distintas dependencias.

Externamente era muy modesto. Estaba compuesto por fachadas de ladrillo y tapial, con alero de tejas voladas de abolengo mudéjar. En la capilla mayor se disponía una armadura mudéjar, con ornamentación a lazo; planta ochavada, sobre trompas, y piña central, que será lo más primitivo, de la época de don Martín Gálvez. Ya del segundo cuarto del siglo XVI son los abovedamientos de la nave, a base de crucería estrellada, de yeso, del estilo de Jerónimo de Corral.

En el lado del Evangelio se hallaba la capilla de doña Mencía Manuel. Tenía bóveda de aristas, con yeserías mixtilíneas y adornos botánicos y cabezas de serafines. Obra ésta del siglo XVIII, conforme al estilo de Matías Machuca. El coro fue hecho a expensas de doña Francisca de Zúñiga y Sandoval. Poseía letrero en el friso; en las paredes y techo estaba pintado el escudo familiar, cuartelado, similar el de la sillería. Poseía bóveda de cañón con lunetos, en los que abría ojos de buey. Las bóvedas presentaban el adorno geométrico del estilo clasicista que impera en Valladolid desde finales del siglo XVI, a base de fajas, triángulos, óvalos, todo de concepción lineal. Está en relación con la obra de Francisco de Praves.”

Y así ponemos fin al capítulo que Juan Carlos Urueña titula “Zona de Santiago, Zorrilla y Campo Grande”, en su libro “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”. En el próximo artículo veremos lo que dedica a la zona del Prado de la Magdalena, una de las más recientemente modificadas de nuestro Valladolid clásico.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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