Alma, cerebro y corazón

Por Carlos de Bustamante

( Cuadernos urbanos. Acuarela de Alvaro Peña en facebook.com)(*)

Les aseguro que, aún apasionante, el tema no es en absoluto fácil. La interrelación entre los títulos del enunciado es tal, que, a la menor, podemos atribuir a uno de ellos lo que es propio del otro.

De lo que trato contando con esa dificultad, es de delimitar campos. Es decir, qué es atribuible a unos y otros. Por ir en primer lugar, y no por casualidad, debo recordar cuáles son las `potencias y facultades de “eso” que no vemos ni tocamos, porque es espiritual y que se llama alma. Me refiero, pues primero, a las “potencias del alma”: memoria, entendimiento y voluntad. Y a las “facultades”: facultad de conocer y facultad de amar. Recordado esto, me atrevo a continuar, previa advertencia importante: no soy teólogo, neurólogo, ni cardiólogo. Así pues cuanto diga y al ser simple opinión del que suscribe aún fundamentada en eminentes científicos, será opinable en alto grado. Incluso cabe la posibilidad-que trataré de evitar- de que se me escape algún gazapo en forma de disparate.

Cuando nos referimos al alma de los seres humanos, nos topamos-yo al menos- con el misterio. Al no ser objeto ni órgano físico de la persona, y aún sabiendo que existe (Aristóteles y Platón ya se ocuparon de ella) concluimos que el alma es espiritual. Difícil empeño, pues, el de asignarla misiones específicas en la persona y, en diferente medida en los animales; lo que según el gran beato Juan Pablo II, es de posible existencia aunque de modo diferente a la de los humanos. Tan misterioso como lo es todo lo espiritual, no entro ni salgo en las funciones de cada alma en cada cuerpo humano; dejo sólo constancia de las potencias y facultades que le son atribuidas desde muy, muy, antiguo.

Seguimos con los títulos del enunciado. Así como el desconocimiento científico del alma es casi, o sin casi, total, no le sucede otro tanto al cerebro; porque lo vemos y podemos tocarlo. Es material. Y aunque en continuo estudio por los científicos neurólogos, el cerebro posee funciones y cualidades no bien definidas. Parece opinión unánime que nuestro cerebro es el ordenador, la computadora que distribuye (ver, si les place, mi artículo en este mismo blog) misiones a cada organismo y miembro del cuerpo. Dicho en otras palabras, y aunque desde ahora “la líe”, “es como el corazón” de los seres vivos. En un alarde “fatuo” de erudición (¿obsesión?), les cito el nombre de científicos cuyos estudios nos pueden dar opiniones respetables: Claude Steiner y Terry Berne.

Estudios tan respetables como la posible duda de su certeza.

Para aumentar estas posibles dudas, confusiones y certezas, viene Paul Mac Lean y nos dice entre otras muchas cosas que, naturalmente, omito, que en el cerebro por el estudio de la ciencia llamada “Mnemónica”, en los “memes” (¿) del cerebro reside la afectividad de cada ser humano. Muy sabio él-aunque difícilmente entendible por el profano, divide el cerebro en lo que denomina “triuno”. Asigna a cada una de tres partes cerebrales diferentes funciones: al cerebro “reptiliano”, le da las funciones meramente fisiológicas. Al cerebro “límbico”, le correspondería la parte afectiva. “Concretamente el amor”. Y al “neocortex”, todo lo correspondiente al “habla, escritura y razonamiento”. “Triuno”. Por el contrario y no menos atrayentes resultan las loas al corazón que el eminente científico Dietrich von Hilderbrand dedica en su libro “el corazón”, (verdadero canto a la afectividad) tampoco fácil de entender. Realmente apasionante aunque en él poco o nada habla del cerebro, “dando por supuestas las funciones fundamentales que le conciernen”.

Aparte de éste, ¿dónde y para qué queda, pues, para estas eminencias el corazón, último título del enunciado? : en un nada simple “símbolo”. Opinión ésta (“la referente al corazón como símbolo de un sinfín de atributos”), compartida por el común de los sabios, científicos y estudiosos con o sin renombre universal; es decir, para el común de las personas informadas en lo que esto es posible, para materia tan complicada. Si ello fuera cierto-como creo- ¿por qué desde el principio de los tiempos se le atribuyen al corazón funciones que, al más que probable parecer, no le son intrínsecamente propias? ¡Un momento, oigan!; que algunas tribus de “casi de cuando el diluvio”, atribuían ¡a los riñones! lo que nosotros ahora, “en expresión muy entendible”, atribuimos al corazón. Hasta tal punto ha sido y es así que en la religión católica, que normalmente profesamos, en el corazón residen la mayoría de los afectos, inspiraciones… que nos caracterizan.

Si nos referimos a otras religiones -respetables, respetabilísimas, pero no verdaderas- (hinduismo, budismo…) el corazón es el eje donde se sustentan y “simbolizan”.

Ante la avalancha de opiniones diversas, que de forma seguramente absurda han llegado a ser para mí obsesión, ¿qué quieren que les diga al respecto?: sin rotundidad, pero de forma razonable, he de decirles, que mi equivocación parte desde el principio. ¿Será posible, digo, que en la unidad del ser humano divida-como he hecho- alma, cerebro y corazón? ¿No es un error craso? No creo que me equivoque si les afirmo que sin duda. Error. Fue tan perfecta la Creación entera, y el hombre como encargado por Dios de “custodiarla, trabajarla y someterla”, que todo el organismo humano (del que aquí y ahora tratamos), que “todas las partes materiales de nuestro cuerpo se interrelacionan”.

Con hegemonía singular y dado su carácter espiritual, el alma es, en definitiva, la que ha de rendir cuentas de cómo hemos “administrado” lo mucho y bueno que se nos ha dado desde el momento de nuestra concepción. Los órganos materiales luego, cooperarían todos al conjunto de actividades, virtudes, defectos, afectos…. que con el uso de la libertad que nos ha sido concedida, conducirán al ser humano al fin para el que ha sido creado. Cada “yo” concreto, será, pues, el que, con alma, cerebro, corazón y vida, responda ante el Sumo Hacedor. ¡Y dejémonos de elucubraciones! Por si acaso, y por último, añado, que es preciso cuidar el cerebro. Métodos y muchos, “háylos. “De corazón se lo digo”…

Por último, recuerdo de la oración Bendita sea tu pureza tan común entre los fieles y dedicada a la Virgen: … “Te ofrezco en este día, alma vida y corazón”…. Y esta otra con la que debemos comenzar cada día: ¡Oh Señora mía … “Os consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra: `todo mi ser”… Difícil, pues, encontrar mejor “símbolo” que éste del corazón tan apropiado y entrañable.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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