Pintores castellanos en El Colegio Lourdes

Por José María Arévalo

(Mulas. Óleo de Felix Cuadro Lomas en la exposición del Colegio Lourdes. 50×56)(*)

¡Nuestros pintores a nuestros museos¡, venimos clamando en este blog, desde el primer artículo que colgamos, hace casi cuatro años, y este grito de anhelo vuelve a salir de las entrañas ante la nueva exposición que presenta, hasta el próximo día 25, el vallisoletano Colegio Lourdes. Conmemora “25 años de arte”, como titula la muestra, de exposiciones magníficas bajo el impulso del profesor Miguel Angel García Pérez, que tiene el gran mérito de conocer qué familias vallisoletanas cuentan con obras de nuestros pintores y sobre todo de convencerlas para que las cedan. Y así recoge esta vez obras de 14 pintores castellanos, los mejores de este siglo y el pasado (algunos más hay no incluidos, como el zamorano Pedrero, el salmantino Zacarías González y el gran acuarelista palentino Jesús Meneses, pero no muchos más), de los que ni uno solo está presente en nuestro Museo de Arte Contemporáneo Patio Herreriano, ni en el Musac leonés, ni en ningún otro de los muchos que hay en nuestra autonomía, salvo los especialmente dedicados a un autor, como el de Vela Zanetti en León o el segoviano de Esteban Vicente. Es increíble.

Así que resulta un enorme placer verlos ahora en el Lourdes, y aprovechar para reivindicar nuestro arte. Catorce pintores castellanos con varios cuadros la mayoría, solo dos de ellos vivos (Cuadrado Lomas y Macón), reune la muestra: Anselmo Miguel Nieto, Aurelio García Lesmes, Eduardo García Benito, Esteban Vicente, Félix Cuadrado Lomas, José Manuel Capuletti, José María García Castilviejo, José Vela Zanetti, Juan Manuel Díaz Caneja, Luis Sáez Díez, Manuel Mucientes, Marceliano Santa María, Mariano Macón de Prado y Raimundo Castro Cires . De cada uno de ellos incluye el catálogo de la exposición un estupendo apunte biográfico y crítico, así que creo vale más la pena recogerlos todos, que dar nuestra opinión, por otra parte ya expresada en este blog en muchas ocasiones. Sigo así el criterio de ofrecer textos relevantes a la red, para que estén al alcance de todos.

Antes de reproducir las reseñas antedichas, no puedo por menos de quejarme, dada esa ausencia de nuestros pintores en nuestros museos, del contrasentido que he advertido en la campaña “Está en tu museo”, que ha iniciado en León la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, con la finalidad aumentar las visitas a 40 museos de la región, y que recorrerá en los próximos meses centros comerciales, bibliotecas y centros de enseñanza para impulsar las visitas y fidelizar la costumbre de acercarse a los museos. Y de que el director de Políticas Culturales de la Junta, José Ramón Alonso, presentara este proyecto afirmando que «Los museos de Castilla y León custodian una parte fundamental del patrimonio cultural de la Comunidad, y se configuran como referentes de su identidad simbólica al albergar la memoria y la trayectoria histórica de sus ciudadanos, así como sus manifestaciones de vanguardia». Tome nota el señor director: ¡Nuestros pintores a nuestros museos¡. De seguro esa sería la mejor campaña de promoción.

(Rejoneo. Óleo de Catilviejo en la exposición del Colegio Lourdes. 46×60)(*)

Vamos ya con las reseñas que el catálogo de “25 años de arte” recoge sobre los pintores expuestos.

Anselmo Miguel Nieto, Valladolid, 1881 – Madrid, 1964. Anselmo Miguel Nieto fue la figura más relevante de la pintura vallisoletana de comienzos de siglo y una de las personalidades más notables de la española. Su arte, entroncando con la pintura del XIX, mantiene una estética de clasicismo en cuanto a temas y lenguaje formal. Nacido en Valladolid, su primera formación tuvo lugar en la Escuela de Bellas Artes de su ciudad natal teniendo por maestros a su entonces director, el valenciano D. José Martí y Monsó y al pintor local Luciano Sánchez Santarén y por compañero al vasco Aurelio Arteta. Con éste parte a Madrid en 1900 para continuar sus estudios en la madrileña Escuela de San Fernando y en el Círculo de Bellas Artes, donde expuso en 1901, año en que concurre también, por primera vez, a la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Sus primeros éxitos y sus evidentes cualidades hicieron que la Diputación Provincial de Valladolid le concediera en 1902 una pensión para completar su formación, primero en Roma e inmediatamente después en París, donde residió entre 1903-1905. Estos fueron años de intenso trabajo en los que su sensibilidad se vinculó especialmente con la huella de Manet y el Impresionismo.

Su envío a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1904 obtuvo una segunda medalla, galardón que repitió en 1906, año en que se instaló en Madrid, donde transcurrirá la mayor parte de su vida. A partir de 1906 decidió no concurrir más a ningún certamen, desengañado de los mismos por haber sido víctima de una flagrante injusticia. No obstante, en 1910 obtuvo en la Internacional de Buenos Aires una Medalla de Oro. Alcanzó resonantes éxitos con sus retratos femeninos. También pintó a numerosos escritores españoles, entre ellos a Valle-Inclán, de quien hizo siete retratos. En 1952 fue elegido Académico de San Fernando, el último periodo de su vida fue de olvido, alejada su pintura de las corrientes imperantes en el panorama artístico español.

Su dominio del dibujo y el sentido del color luminoso, le permiten consolidarse como pintor de retratos y de desnudos femeninos llenos de sensualidad, delicadeza, belleza y ternura.

Aurelio García Lesmes, Val]ado1id 1884-México 1942. Es uno de los grandes paisajistas castellanos. Contribuyó como nadie al descubrimiento del paisaje. Considerada Castilla como «sin paisaje», se empeñó en su descubrimiento, coincidiendo con la poesía Castellana de Antonio Machado. Nación e Valladolid en 1884, estudió en la Escuela de Artes y Oficios, instruido por Luciano Sánchez Santarén. Pasó a Madrid, con beca de la Diputación Provincial, formándose en el paisaje bajo la dirección de Antonio Muñoz Degraín.

Hombre inquieto y preocupado por los problemas de su tiempo, estuvo en estrecho contacto con los intelectuales más destacados de su época, singularmente con los que se reunían en las tertulias del Nuevo café Levante en la calle Arenal de Madrid: Valle-Inclán, Pío Baroja, los hermanos Machado, Anselmo Miguel Nieto, Gutiérrez Solana, Romero de Torres y Darío de Regoyos, entre otros. La influencia de Regoyos fue definitiva en la configuración de su estilo adoptando de él la sencillez, la luminosidad y la riqueza cromática aplicadas a unas tierras cuya dificultad para ser plasmada en los lienzos había sido ya proclamada por el pintor asturiano.

El acierto con que este artista supo captar una Castilla insólitamente luminosa, polícroma y optimista le convierte en uno de los más interesantes paisajistas de primera mitad del siglo XX.

Obtuvo numerosas distinciones en las Exposiciones Nacionales. Realizó exposiciones en numerosas ciudades de Europa y de Estados Unidos. En 1934 fue nombrado académico de la Real Academia de la Purísima Concepción de Valladolid. En 1939 se exilió a México, donde falleció en 1942.

Eduardo García Benito, Valladolid, 1891-1981. Eduardo García Benito es junto con Capuletti el artista vallisoletano contemporáneo que ha alcanzado mayor renombre internacional. Nacido en marzo de 1891, comenzó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid. El Ayuntamiento de la ciudad le concedió becas y ayudas que le permitieron estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid y desplazarse a París, donde forjó su estilo y vivió probablemente los años más felices de su vida. El París de esos días era un hervidero artístico en el que se definían los más importantes ismos del siglo y Benito, como a él le gustaba firmar, estuvo en estrechísimo contacto con sus principales formuladores y cultivadores. A su lado abandonaría el convencional estilo de juventud y desarrollaría un modo de pintar que podemos considerar ecléctico en el que cubismo, futurismo, expresionismo y fauvismo se combinan o alternan con resultados muy personales.

En el periodo de entreguerras, los felices años veinte, alcanzó Eduardo García Benito la cima de su carrera. Fue entonces cuando su nombre se reconoció internacionalmente gracias a una extraordinaria capacidad como dibujante plasmada durante más de veinte años en revistas como Vogue y Vanity Fair, y cuando contribuyó de modo decisivo a la formación y difusión del Art-Decó, del que llegó a ser uno de sus principales cultivadores. Viviendo entre París y Nueva York se relacionó en esas fechas con la alta sociedad de ambas ciudades y desarrolló un arte exquisito, amable y despreocupado que mantendría hasta el final de sus días. En 1958 regresó a Valladolid, ciudad en la que seguiría trabajando y en la que fallecería en diciembre de 1981.

Paisajes urbanos, retratos de personajes destacados, anuncios y figurines de moda, escenas de cabaret, majas y toreros constituyen el repertorio fundamental del artista, coexistiendo con grabados expresionistas muy influidos por el arte de Goya -la serie de El Buscón, por ejemplo-.

Esteban Vicente , Turégano 1903 – New York 2001. Era segoviano. Había estudiado en la Academia de San Fernando ampliando sus conocimientos de pintura en París a finales de los años 20; mantuvo contactos con la intelectualidad española (Juan Ramón Jiménez y Pedro Salinas) y con la denominada Escuela de París (era amigo de Bores), pero en 1936 decide marchar a los Estados Unidos.

Al finalizar la Guerra Civil con el triunfo de Franco, cuyo régimen siempre le marginó culturalmente, se nacionaliza norteamericano. A comienzo de los cincuenta da el salto hacia la pintura no figurativa, ayudado por el uso de collages en sus cuadros, técnica que mantendrá, con variantes, hasta sus últimos años.

Integrado en la escuela de Nueva York practica en los primeros momentos un expresionismo abstracto intluenciado por Mark Rothko.

Su preocupación fundamental fue llevar al lienzo las vibraciones cromáticas proporcionando al espectador unos «paisajes interiores» que éste debe recomponer mentalmente.

Fue recuperado para España en la tardía fecha de 1987; en 1997 recibió el premio Castilla y León de las artes y en 1998 se organizó en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo Reina Sofía una amplia antológica y se inauguró su museo en Segovia.

Félix Cuadrado Lomas, Valladolid,1930. Estudia pintura en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid. Con posterioridad amplía su formación con viajes a París y Portugal. Profesionalmente ha desarrollado su faceta de dibujante siendo un prolífico ilustrador de libros de poemas y cuentos. Recibe, en 1966, el Premio Nacional Valladolid de Pintura.

Exposiciones:

Cuenta con numerosas exposiciones individuales en Valladolid Ayuntamiento 1957; Sala del Palacio de Santa Cruz 1960; Sala Castilla 1962, 1965…; Carmen Durango 1977; Antológica de las Salas del Museo de Pintura 1982, Palencia, León, Vigo, Madrid… También ha estado presente en gran cantidad de muestras colectivas en Valladolid («7 pintores figurativos vallisoletanos» 1982), Salamanca, Málaga, León, Santander, Palencia, México («El paisaje en la Pintura Contemporánea» 1982), Toulouse…

Pintor figurativo, hoy se le reconoce como artista de los paisajes castellanos. Su producción de los parajes de las afueras de Valladolid, son especialmente tratados por Cuadrado Lomas, y por ellos se le conoce, pero además, el pintor ha realizado diferentes temas a lo largo de su trabajo.

La obra mantiene las características propias de su lenguaje personal: el predominio de las líneas y los colores planos, además de elegantes que siempre le han distinguido.

La aparente sencillez de los trazos, el carácter elemental de las tonalidades, confieren a sus paisajes la esencia de una naturaleza compleja a la vez que atractiva a la mirada y al sentimiento del espectador.

La tierra plana, los cultivos Y los cerros, le proporcionan los motivos geométricos de singular belleza, convirtiéndolos en los verdaderos protagonistas de su pintura.

José Manuel Capuletti, Valladolid, 1925 – Alemania, 1978. Nacido en Valladolid en 1925, enseguida se mostró como extraordinario dibujante. Su personalidad rebelde le llevó a ser autodidacta. Dejó las clases en las escuelas de Bellas Artes de Valladolid y Madrid y prefirió hacerse a sí mismo, estudiando las obras de los grandes maestros y aprendiendo él mismo la técnica del dibujo, el óleo, la acuarela… Su admiración por los pintores clásicos – Vermeer, Friedrich- no le impidió ser ferviente seguidor de los surrealistas, sobre todo de Salvador Dalí. Su apariencia, su modo de ser, sus frases provocadoras en el más puro estilo surrealista no encajaron en el Valladolid de los años 50 y el pintor, como otros tantos por entonces, marchó a París. Conoce a Pilar López, la que será un año más tarde su mujer.

Una joven y bella bailarina de una compañía de ballet español, que aunque nacida en Madrid llevaba mucho tiempo viviendo en Francia. Pilar abandona su profesión para atender a su esposo.

Sería la compañera ideal para el artista, su principal estímulo y apoyo. Inteligente y decidida, Pilar se convirtió en su administradora y representante. Mujer de fuerte personalidad, su inquietud y resolución la hicieron desde entonces imprescindible para el pintor, al que incitaba a trabajar día y noche sin desmayo. Allí y en Nueva York alcanzaría el reconocimiento negado en su patria chica; también la felicidad y el equilibrio personal. En los años sucesivos, realiza varias exposiciones en Nueva York y viaja repetidamente a Estados Unidos. Logra grandes éxitos y es reconocido tanto artísticamente como económicamente. Tras 16 años de ausencia, a fines de 1967 Capuletti decide abandonar París y retomar a España. El pintor va a establecerse en Mairena del Alcor, verdadero pulmón del flamenco y sede del renombrado festival de Cante Jondo. En 1973 y tras una época de desavenencias con su mujer, Capuletti abandona su casa de Mairena y se marcha con su nueva y joven compañera Iris Henrich. Con ella tuvo una hija, Iris-Desirée. Finalmente, en un viaje a Alemania, muere inesperadamente debido a una disnea, en septiembre de 1976. Fue enterrado en el cementerio de Walluf.

José María García Castilviejo, Zamora, 1925 – Valladolid, 2004. Llamado en realidad José María García Fernández, Castilviejo nació en Zamora el 29
de octubre de 1925. Comenzó a pintar a los ocho años con una acuarela que regaló a su padre, pero no fue hasta 1942 cuando se desplazó a Madrid para ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Allí trabajó bajo las enseñanzas de Joaquín Valverde, Eugenio Hermoso, Julio Moisés, Juan Adsuara y Eduardo Chicharro. Grandes maestros para un discípulo avezado. De entonces le quedó a Castilviejo la devoción por Zurbarán. La muerte de su padre, ocurrida en 1946, le obligó a buscarse la vida pintando casi de todo: carteleras de cine, paseos dominicales en barca por El Retiro, apuntes taurinos, vistas ciudadanas, copias de clásicos en el Museo del Prado, retratos de señoras con perrito, portadas de El Coyote…

En 1955, gracias a la influencia de su paisano Pinilla, el ministro de Trabajo José Antonio Girón le hacía encargo de pintar los murales de la Universidad Laboral de Zamora: fueron tres en total, fechados en 1957.

En 1969 se estableció definitivamente en la localidad vallisoletana de Cubillas de Santa Marta, donde acometió una llamativa creación de gran diversidad técnica: óleo, gouache, acuarela, grabado y dibujo. No sólo eso: Castilviejo frecuentó una temática atenta a lo inmediato, ligada fundamentalmente al paisaje castellano y a la tauromaquia.

Ajena a las vanguardias y abstracciones, la pintura de Castilviejo se mantuvo arraigada con firmeza en sus parajes de siempre, en las tierras castellanas, protagonistas indiscutibles de sus afamados cuadros. Ningún reto de carácter técnico o temático lo intimidó.

En 2003, la Junta recompensaba su esforzada, intensa y fructífera labor concediéndole el Premio de las Artes de Castilla y León.

José Vela Zanetti, Milagros 1913 – Burgos 1999. Inicia su formación artística en León donde acude al taller de Juan Ramón Zaragoza.

En 1933 obtiene una beca de la Diputación de León para ampliar sus estudios de pintura en Italia, instalándose en Florencia.

Al finalizar la Guerra Civil se exilia en la República Dominicana desarrollando una gran labor como muralista fundamentalmente por todo el continente americano.

Recibe, en 1950, la beca Guggenheim de Nueva York que le será renovada dos años más tarde.

Entre sus obras murales cabe señalar la realizada, en 1951, para el edificio de las Naciones Unidas de Nueva York.

En 1987 la Junta de Castilla y León le distingue con la Medalla de Oro de las Artes de Castilla y León.

Elegido académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1984. José Vela Zanetti captó magistralmente en sus lienzos la austeridad, el silencio, el sufrimiento y hasta la soledad del campesino castellano en su medio natural, rodeado de un paisaje sin concesiones, agreste y duro como la vida de los protagonistas de su obra pictórica más conocida y celebrada.
Vela Zanetti, que se autodefinía como «un sembrador de surco largo», trazó con sus pinceles senderos y veredas, páramos y campos hasta conferirles los tonos y matices propios de cada estación del año, pero también quiso plasmar su tiempo y sus colores, extraídos de una paleta inagotable, tan depurada y personal como el carácter de este artista de fama universal, polémico y agrio porque siempre dijo aquello que pensaba, pero humilde también cuando afirmaba que un cuadro se enriquece con las opiniones y las sensaciones de cada persona
que lo contempla.

Tiene obra en: Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), Museo de Burgos, Museo de Tel Aviv (Israel), Museo de Arte Moderno de México, Museo de Santo Domingo.

Juan Manuel Díaz Caneja, Palencia, 1905 – Madrid, 1988. Se inicia en la pintura como alumno de dibujo en el taller de Vázquez Díaz cuando era estudiante de arquitectura en Madrid, estudios que definitivamente abandona para dedicarse de lleno a la pintura.

En 1927 conoce a Benjamín Palencia y a Alberto Sánchez con los que forma parte de la «Escuela de Vallecas» junto a Maruja Mallo, Luís Castellanos, Alberti, García Lorca… muchos de ellos compañeros también de la Residencia de Estudiantes. Igualmente tiene contactos con los artistas de la «Escuela de París», durante su estancia en la capital francesa.

A lo largo de su vida fue premiado con la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1954, la Segunda en la de 1958 y la Primera en 1962. En 1958 es galardonado con el Premio Nacional de Pintura y el Ayuntamiento de Madrid le concede, en 1960, el Premio Goya.

En 1980 el Ministerio de Cultura le distingue con el Premio Nacional de las Artes Plásticas y la Junta de Castilla y León con la Medalla de Oro de las Artes de Castilla y León.

El tema del paisaje con caseríos agota en el gran pintor todas sus matizaciones. Para ello no sólo busca horizontes lejanos, anchuras sin siluetas, sino que la misma materia pictórica es también delgada e ingrávida, como formada por copos de color sin cuajar. Los mejores efectos los consigue este pintor en aquellos cuadros sin primeros términos en los que cabe toda la mirada y el cielo forma una unidad con el terreno. La monotonía que puede provocar esta concepción global de los horizontes se salva por las entonaciones diferentes de cada lienzo, por los matices lumínicos que los impregnan y que les da una personalidad distinta. La ausencia de figuras profundiza y vacía el cuadro de todo lo que no sea anchura sin freno.

Prefiere este pintor los tonos amarillentos, y en sus aglomeraciones de caseríos humildes, los planos, no muy sutiles y apenas diferenciados, crean un juego de aristas que endurecen y separan las luces como en un diamante. A su muerte el ayuntamiento de Palencia creó la Fundación Díaz Caneja, cuyo fondo está constituido por la obra que donó el artista a su ciudad natal. Está representado en numerosos museos y colecciones, entre otros en el Centro de Arte Reina Sofía.

( Óleo de Luís Sáez Díez en la exposición del Colegio Lourdes. 96×124)(*)

Luís Sáez Díez, Mazuelo de Muñó 1925 – Burgos 2010. Se formó en San Fernando y recibió, también, las enseñanzas de su paisano Marceliano Santa María. Su pintura, como era lógico a comienzo de los cincuenta dentro de nuestro país, arranca como naturalista para, después de un viaje a Alemania (1958), derivar hacia el expresionismo y a una abstracción de tipo gestual que durará hasta 1965, fecha en la que vuelve a la figuración con elementos fuertemente expresionistas; se caracteriza por reflejar ecos de formas femeninas encorsetadas y torturadas en las que se atiende fundamentalmente a la composición de las masas, dando progresivamente una mayor importancia al color.

A finales de los setenta las formas indecisas que poblaban sus cuadros se concretan en objetos sin ninguna utilidad que manifiestan una presencia inquietante de raíz surrealista, al mismo tiempo que el color adquiere un protagonismo absoluto

Luís Sáez es uno de los más significativos pintores castellanos de los años sesenta, setenta y ochenta.

Manuel Mucientes, Valladolid, 1887-1960. Militar de profesión, se formó artísticamente en la Escuela de Bellas artes de Valladolid y fue admirador y seguidor de Aurelio García Lesmes, aunque autodidacta por convicción.

Cultivó primordialmente el paisaje castellano, con predilección por los campos y grandes llanuras, recreando una castilla serena y austera, en unos lienzos en que predominan los cielos inmensos con azules reverberantes, sobre el suelo, contribuyendo a la sensación de inmensidad y lejanía buscada por el pintor.

Le interesa la llanura sin bosques, sólo salpicada de matas de cardos, teniendo un sano
equilibrio en que cielo y tierra se promedian.

Es un paisaje natural, matizado de mil acentos. Su elaboración es despaciosa y honrada.
Castilla respira eternidad en sus lienzos.

También pintó en algunas ocasiones escenas costumbristas como «la procesión del Corpus Cristi» .

Algunas de sus obras figuran en la colección de la Universidad de Valladolid.

Marceliano Santa María, Burgos 1866 – Madrid 1952. Estudió en San Fernando y con M. Domínguez y Evaristo Barrio. Se inició como pintor de historia en pleno apogeo del género, realizando entre otras obras de gran empaque, en 1892 «El triunfo de la Santa Cruz».

Por otro gran cuadro histórico suyo «Las hijas del Cid» obtuvo, andando el tiempo, en 1932, la Medalla de Honor en la Nacional de ese año. Antes, en 1910, había obtenido la Primera Medalla, como también fuera galardonado con la Medalla Única en la Universal de Chicago el año 1893 y, posteriormente obtuviera, el año 1929 en la Exposición Iberoamericana de Sevilla la Medalla de oro, trofeo que asimismo le concedería el Círculo de Bella Artes de Madrid en 1943.

Fue desde 1913 Académico de San Fernando. Ocupó la dirección de la Escuela de Artes
y Oficios de Madrid y en 1968, ya fallecido, ocupó con su obra el antiguo Monasterio de San Juan, en Burgos, convertido así en Museo Municipal Marceliano Santa María. Si destacó en el cuadro de historia, acaso su obra más interesante sea la numerosísima colección de paisajes donde plasmó la imagen de las tierras burgalesas con una ágil técnica de pincelada jugosa y colorista y una peculiar y magnífica utilización de la luz.

También abordó el tema literario, como en «Angélica y Medoro», lienzo con el que obtuvo la Medalla de 1910. Y una faceta no bien estudiada en el maestro burgalés, por parte de los críticos y estudiosos, es la de dibujante, en que acreditó una insuperable maestría que resplandece en la admirable colección del museo municipal burgalés.

Mariano Macón de Prado, Medina de Rioseco 1943.

En 1965 obtiene el primer premio de Caja de Salamanca, posteriormente estudió pintura y dibujo en la Escuela de Artes Aplicadas de Valladolid. En 1979 obtiene la placa del Ministerio de Cultura, en la Bienal de Pintura de Valladolid y el primer premio en el Primer Certamen Regional de Pintura, celebrado en Tordesillas. En 1980 gana el concurso del Ayuntamiento para representar a Valladolid en la Exposición del Consejo de Europa, en Ostende (Bélgica).

Exposiciones Individuales

Valladolid Caja Provincial (1973). Palencia: Sala de Información y Turismo, Medina de Rioseco, Ayuntamiento (1976). Valladolid: Caja Provincial (1977). Guernica (Vizcaya): Sala Caja Laboral de Euskadi (1978). Segovia: Torreón de Lozoya, itinerante en las salas de la Caja Provincial de Valladolid, Laredo -Santander- (1979). León: Caja de Ahorros de León, Logroño: Sala de la Caja de Ahorros, Burgos: Sala Espolón, Valladolid: Galería Castilla (1980). Guernica -Vizcaya- Caja Laboral de Euskadi (1982).

Sala Rúa 2, de Burgos (1983), Galería Castilla, Valladolid (1984 y 1986). Sala de la Caja de Ahorros Popular, Valladolid (1989). Galería Rafael, Valladolid (1990). Galería Siena, Burgos (1991). Burgos: Sala Caja Círculo Católico de Burgos (1993). Galería Rafael, Valladolid (1994). Galería «Espacio 36» de Zamora (1996). El Corte Inglés de Valladolid (1998). Galería BBV de Valladolid, Sala de Arte Bernesga, León (1999), Galería Rafael, Valladolid (2000). Desde esta fecha ha seguido exponiendo en distintas ciudades de España.

Raimundo Castro Cires, Valladolid, 1892 – Madrid, 1970. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid, siendo su maestro Luciano Sánchez Santarén. Muy joven, ingresó en la Escuela de San Fernando de Madrid bajo la dirección de Muñoz Degrain y Eduardo Chicharro.

Terminados sus estudios, hizo un viaje a París. De regreso a España, en 1915, fija su residencia en Valladolid desde donde se desplaza por toda Castilla para pintar sus aldeas y sus tipos humanos mas entrañables, construyendo sólidamente sus paisajes y pintando con brío las figuras.

Su visión pictórica de la meseta es siempre sencilla, poética e íntima, «azoriniana»; reflejándose en su marcado gusto por el paisaje desnudo, de llanuras infinitas y campos inundados de luz.

Sus escenarios más habituales pertenecen a los pueblos de la provincia de Valladolid:
Simancas, Tordesillas, Villalón, Medina de Rioseco…

Especialmente representativos de la obra de Castro Cires son sus tipos castellanos, protagonizados por sus rígidos modelos humanos de acusado realismo, tostados por el sol, de gesto taciturno y vestidos de duro paño.

Establecido en Madrid hasta su muerte en 1970, participó en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes. Su primer éxito importante lo alcanzó en1927 en el Museo de Arte Moderno, reconociéndosele su técnica moderna y el sabio empleo de una luz reverberante y diáfana.

Su pintura responde a un postimpresionismo. De él diría Eugenio d’Ors: «Casto-Cires se adelanta 30 años en la pintura». Camón Aznar escribió de él: «Su color es sórdido, muy elaborado, puesto allí con una reflexiva intención de no salir del ámbito de unos grises que mandan al conjunto una expresión acallada y espiritual».


(*) Para ver las fotos que ilustran este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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