Diez en arte, cero en turismo

Por José María Arévalo

(Interior de Iglesia de San Miguel de Escalada, en la web oficial del monumento)

Íbamos a pasar, algunos de mis hijos y yo, unos días de vacaciones en tierras asturianas, y me plantearon cómo podíamos aprovechar el viaje de ida mejor. León, a medio camino, tiene mucho que ver, pero ya lo conocíamos todos, así que les pregunté si conocían las dos joyas que quedan a la derecha de Mansilla de las Mulas, a unos treinta kilómetros de la capital, San Miguel de Escalada y Santa María de Gradefes. A pesar de que han pasado cien veces cerca –camino obligado a los campamentos de los Picos de Europa leoneses que disfrutaron de niños y después, como monitores, algunos de sus años universitarios- nunca habían parado en aquellos. Contábamos con varios folletos de mis últimas visitas, hace unos quince años o más, así que pude ofrecerles información detallada, que actualizamos con la de la red, sobre todo en materia de horarios. Les resultó muy apetecible, y allí nos fuimos. Como la visita al convento de Gradefes aparece, en su web, que concluye a las doce treinta –después comprobamos que es más amplia- pasamos por San Miguel de Escalada pueblo, dejando para el regreso la subida a la famosa iglesia mozárabe, y tratamos de continuar a Gradefes. De ambos monumentos extraordinarios les contaré ahora, vamos antes con las incidencias del viaje.

Nos perdimos varias veces, aun preguntando a los pocos habitantes que encontramos. Ni un solo letrero que nos ilustrara, a pesar de que entre ambos monumentos no hay más de diez o doce kilómetros. ¡Cómo era posible¡. Así que les conté a mis hijos varias de mis experiencias –cuando aún vivía su madre, con la que corrí todas aquellas aventuras innumerables veces- en esta materia de falta de información, en la que se ve no hemos mejorado nada en los últimos veinte años.

La más parecida, por tratarse también de un convento cisterciense, fue la búsqueda del Monasterio palentino de San Andrés de Arroyo, que ellos recordaban porque presenciaron cómo la monja que nos lo enseñó, llena de celo apostólico, le tiró los tejos a su hermana, mi hija Esperanza. Veníamos, en aquella ocasión, de visitar la maravillosa portada románica, en piedra increíblemente rojiza, de Moarves de Ojeda, y tras un primer cartel indicativo de la desviación que había que tomar, pasaban los kilómetros y el monasterio no daba señales de vida. Volvimos al primer cruce, comprobamos el letrero, y de nuevo hicimos el camino sin éxito. Finalmente, medio tapado por un teso, se entreveía un caserío, al que nos llegamos para preguntar, y que resultó ser el grupo de casas que rodea el monasterio de de San Andrés de Arroyo.

Otro monasterio cisterciense, aún más cerca de Valladolid, el de Valbuena, también tuvo siempre un enorme problema de acceso, y sobre todo de falta de carteles indicativos, desde la carretera general de Soria. Ahora es además sede de las Edades del hombre. Pues ni aun así está bien señalizado. No sé si es que estarán esperando a la construcción de la carretera definitiva a Soria, la nueva autovía. Aun así, no puedo entenderlo, parece una voluntad, un avieso propósito, de ocultar el románico cisterciense.

Pero no, se da también en otros monumentos. Y en otras comunidades autónomas. Aprovechando el que nos parecía interminable camino, casi no se puede llamar carretera, de estrecha que es, a Gradefes, les conté también a mis hijos –hubiera jurado que en su día ya fue objeto de comentario en la familia, pero los años no pasan en balde- aquella otra sorpresa que nos llevamos su madre y yo, regresando de una visita a un curso de verano de algunos de ellos, en Santander. Tras visitar la bellísima iglesia de Cervatos, en el límite entre provincias, joya del más antiguo románico junto con la de Santillana del Mar que vimos el día anterior, y la de San Martín de Elines que ahora nos quedaba por conocer, salimos de la carretera a Palencia para pasarnos a la que bordea el cauce del Ebro. No paramos en las varias ermitas rupestres que las guías nos ofrecían en la ruta, pero que había que buscar despacio –nada de bonitos carteles que la hicieran más atractiva-, hasta San Martín, en el límite con la provincia de Burgos. Hicimos una detenida visita, como el magnífico monumento se merece, y nos proveímos de nuevos folletos turísticos, que ahora sí, nos incitaron a ver la ermita rupestre que se encuentra a pocos metros. Desgraciadamente estaba cerrada. Otra familia con el mismo propósito nos comentó que les habían dicho podía pedirse la llave en el pueblo. Por cierto, añadieron, venimos de Orbaneja del Castillo, que si ustedes no conocen vale la pena se acerquen, está a solo seis kilómetros.

Nos extrañó nuestra ignorancia sobre Orbaneja, así que volvimos a sacar los folletos acumulados. Eran todos de la autonomía cántabra, y habían colocado un escudo de esa comunidad justo encima de la zona de Orbaneja del castillo, por lo que no figuraba nada sobre ésta villa que, pocos minutos después, pudimos comprobar es uno de los pueblos más bonitos de nuestro país, del nivel de Arcos de la Frontera o La Alberca, para no perdérselo. Por curiosidad, pedimos en Orbaneja, en la correspondiente oficina de información, más folletos, y pudimos comprobar que los de Castilla León incluían también el escudo de la Comunidad justo encima, esta vez de San Martín de Elines. Para que los turistas que se acercan a Orbaneja desde la carretera Burgos-Santander, no pierdan – más bien ganarían- unos minutos en acercarse a esta joya del románico más antiguo que es San Martín. ¡Increíble¡.

Volvamos a Gradefes, a diez kilómetros de San Miguel de la Escalada, que a nosotros se nos hicieron larguísimos. Curiosamente, en Gradefes, y en la carretera de regreso a Mansilla de las Mulas y León, sí hay varios letreros indicativos para llegar a San Miguel de la Escalada, con la correspondiente indicación del monumento. ¿Por qué no en éste la indicación a Gradefes?.

Ciertamente San Miguel de Escalada es, como se ha dicho, el triunfo de las arquerias mozárabes, con típico peralte, de despiece desigual, sostenidas por columnas monolíticas de mármol, de traza visigoda unas, algunas con influencia asturiano, otras puramente romanas. Pero El monasterio de Santa María de Gradefes tiene elementos bellísimos y también interesantísimos. Fue fundado en 1168, y la construcción de su iglesia comenzada el 1 se marzo de 1177, según reza una inscripción en el muro norte, con el patrocinio de la que sería su abadesa, doña Teresa Pérez, viuda de García Pérez, caballero a las órdenes de Alfonso VII. La cabecera de la iglesia, estilo románico de transición, elemento de la fundación original del siglo XII junto con el capítulo. Ejemplo único en España en un monasterio cisterciense femenino, por el hecho de poseer girola, de la que solo se encuentra otra semejante en el monasterio francés de Flines, muy posterior, del siglo XIV. “El crucero es mas tardío –dicen las guías-, completándose el coro y demás dependencias en el siglo VXII, lo que motiva su gran heterogeneidad”.

“La primera comunidad la constituyeron monjas cistercienses provenientes del monasterio navarro de Tulebras. Llegó a ser un importante y privilegiado cenobio femenino, teniendo potestad la abadesa de Gradefes para administrar justicia civil y recaudar tributos. A comienzos del siglo XVII la comunidad íntegra se trasladó a Medina de Ríoseco, quedando el centro en estado ruinoso hasta su regreso, bajo el abadiato de doña Isabel de Quiñones. Con la exclaustración de 1835 y el decreto republicano de 1868 que suprimía las ordenes religiosas, corrió peligro de abandono, superado en 1882 al incorporarse las religiosas de los monasterios cistercienses de Avilés y de Otero de las Dueñas”. Actualmente hay quince monjas, todas mayores, como nos explica una amable guía, con estudios universitarios de Arte, lo que es muy de agradecer, y a la que sonsacamos mil y un detalles de las formas de la época.

Con ella comentamos la dificultad de acceder a Gradefes, aun siendo la capital de la comarca, y dentro de ésta incluso al Monasterio, con una señal poco llamativa y al que hay que acceder tras un largo muro que desde el coche no parece del convento, ya que no deja ver la torre de la iglesia. También hablamos de San Miguel de Escalada que nos dice fue declarado monumento nacional ya en 1886. Las visitas guiadas en él son más reducidas, así que nos servimos del libro guía que yo conservaba y que sigue en venta.

En poco más de quince minutos llegamos a San Miguel de la Escalada. En los inicios del siglo X y mas concretamente en el año 913, el abad Alfonso y un grupo de monjes cordobeses –algunos formados durante años de ocupación mora en el arte de éstos-, levantaron, durante el reinado de Alfonso III, en un solo año según una inscripción, este monasterio, reutilizando para ello los vestigios de una anterior iglesia visigoda que habría estado consagrada al arcángel San Miguel. A la iglesia se añadió dos siglos después el imponente torreón que sobresale de su silueta.

Tiene doce capiteles en el pórtico que recorre la fachada sur, y aún más bellos los que sostienen en el interior las tres naves. Ciertamente la belleza del interior depende mucho de la luz que encontremos al llegar. Recuerdo, de mis varias visitas, una al atardecer en que todo el templo resplandecía iluminado por una luz que parecía interior. “Fustes de mármol graso –resumo tomando de una web de las muchas que lo comentan, la de jdiezarnal.com, que a mí es la que más me ha gustado, pues la oficial está en reconstrucción- y capiteles unas veces rudos y desvastados, obra del siglo IX, que aquí se aprovecharon, recordando los de Gobiendes. En otros casos, tallados para la iglesia, en mármol grasiento o en caliza los arremetidos en los muros, asi como las tres aras, más grande la de la capilla mayor, con exornaciones de animales y vegetales. Impostas molduradas rematan las jambas de los ábsides menores y los brazos del crucero; y recorren los muros, bajo las ventanas, frisos de dientes de sierra”.

De vuelta a Mansilla de las Mulas, donde comimos, estuvimos a punto de acercarnos a otro monasterio próximo, que yo recordaba peor conservado que los anteriores, siguiendo la carretera a León, a menos de un kilómetro del cruce a San Miguel de la Escalada, y a no más de seis kilómetros de la carretera general. También hay que preguntar cuando te metes por la carreterita saliente, solo hay aquella indicación en la de León. Es el también cisterciense monasterio de Santa María de Sandoval -en Mansilla la Mayor, veo en el mapa, pero no recuerdo haber visto el pueblo-. Del de Sandoval solo recuerdo una Virgen de escuela castellana bellísima, y que se conserva únicamente el templo. Mal señalizado, claro, faltaba más.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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