La “modernidad” en el Reina Sofía

Por José María Arévalo

(Tertulia. 1929. Óleo de Ángeles Santos, en el museo Reina Sofía. 130×193)(*)

Me quedé hace ya un par de años, con una frase de A. Prádanos, en nota de prensa de Colpisa: “El Reina Sofía, que ha enhebrado controversias y padecido un pilotaje errático…”. Recuerdo la famosa exclusión -menos mal que fue rectificada a tiempo- de Antonio López, quizá el mejor de nuestros pintores de esta época que nos ha tocado vivir, tan convulsiva en lo artístico, probablemente por moderadamente pacífica en lo político. La falta de distancia, no solo física, para contemplar la obra de arte contemporáneo, justifica sin duda muchas cosas. Y los males endémicos, por ejemplo la existencia de un “arte oficial”, como otrora lo fuera el caciquismo pueblerino. Hace un par de años se nombró un nuevo director para el Reina Sofía, que enseguida ordenó una revisión de los fondos de la colección (unas 18.000 obras), y poco después declaraba que gracias a ella se han “descubierto cosas que no conocíamos”. A mediados del pasado año presentó los resultados de la reorganización efectuada, y la prensa titulaba: “El Museo Reina Sofía cambia la disposición de su colección permanente, que incorpora varios grabados de Goya cedidos por el Prado”. El nuevo director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Borja-Villel, había dado una vuelta radical a la colección “para contarnos la modernidad de otra manera y partir de Francisco de Goya. Narrado “mediante una suma de ‘microrrelatos’ y ‘cosmologías’ que subvierten el orden y el discurso más tradicionales de los museos”.

Me quedé con lo del “nuevo mapa de la modernidad”, así como que ya no se propone una sucesión lineal por fechas, creadores y temas. Me entró verdadera curiosidad, aunque no acababa de creerme que aquel Reina Sofía que yo había visto un par de veces en los últimos quince años pudiera dejar de ser la sucesión de matéricos, abstractos y demás, donde apenas había sitio para algún figurativo. Especialmente me molestaba que apenas se hubiera dedicado espacio a nuestros autores del primer tercio de siglo XX, para mi gusto la época más brillante de nuestra escuela española de pintura, Sorolla, Regoyos, Zuloaga, Gutiérrez Solana o Vázquez Díaz (Picasso y Miró si estaban realmente bien representados, claro). Justamente para mí, la “modernidad”. Así que por fin he podido acercarme a ver la remodelación, que no solo no me ha defraudado, sino que justamente ha cumplido bastante mis deseos. Lo de menos es que empiece por Goya, aunque ya preludia el acuerto. Se ha dejado la planta baja para las exposiciones temporales, y dedicada la segunda precisamente a esa época tan querida. ¡Qué satisfacción¡.

No obstante me dí una vuelta por la planta baja, por si acaso, pero rapidita, sobre todo cuando empecé a tropezarme con los típicos montones de basura, latas y otros objetos desechables, y filas de televisores con imágenes absurdas, a lo que nos tiene acostumbrado el llamado arte conceptual, del que ya hemos escrito en estas páginas cuatro o cinco artículos. Lo más gracioso es que piqué con el título de una de ellas, “Nuevo realismo” o algo así, increíble.

Tan desalentado estaba que, aunque normalmente subo en ascensor a las últimas plantas y después voy bajando, como las superiores parecían dedicadas a la segunda mitad del XX, me decidí a comprobar, antes de desistir de la visita, qué había de la primera mitad del siglo. La verdad es que los títulos de las salas de la planta cuarta hacen apetecible su visita: “Triunfo y fracaso de la modernidad: años 50 y 60” (que el mapa del museo lo titula “España en dictadura”), “Distopía. Arte europeo después de la Segunda Guerra Mundial”, “El triunfo de la pintura americana”, «Neorrealismo en España”, “El arte español: Bienales Hispanoamericanas y Bienal de Venecia de 1958”, “El realismo”, “El arte abstracto: geometría y movimiento”, y algún otro más. Lo dejé para el final y ya no me dio tiempo, otra vez será. Resulta curioso que no se mencione el arte matérico, aunque de Tapies figuran dos cuadros, uno en la planta baja y otro en la cuarta; y asimismo que la última sala cuya visita se propone en esa planta cuarta se titule “El final de la pintura: Picasso y Miró”. O sea, que con ellos acabó la pintura. A lo peor. Ya les contaré la próxima vez.

La planta segunda lleva como título general “Vanguardias históricas”, y allí está todo lo que buscaba, aunque no todo con la misma generosidad. De Picasso y Miró hay una sala completa para cada uno, y además otra especial para el Guernica. El plano del museo incluye un índice por autores con las salas donde están sus obras; Picasso en siete salas, no dice con cuantos cuadros, pero son muchos, y Miró en cuatro y el jardín. En cambio Regoyos, Zuloaga, y Vázquez Díaz solo en una, cada uno, y con un solo cuadro, que yo haya visto. Pero Gutiérrez Solana aparece en tres salas con unos cinco o seis cuadros en total. Más o menos lo que de todos ellos había antes en el Reina Sofía. Y sin embargo lucen más. Quizá porque no está apiñados, como antes, en una salita, sino que ilustran una interesante narración de lo que fueron aquellos años tan fecundos. Acabarán mandando a los míos al Prado, como han hecho con Sorolla y Haes, ya les he contado, lo que no me importa en absoluto. Los tiempos corren.

De momento se reconoce su “modernidad”. Así, empieza la segunda planta explicándonos cómo el decadentismo enlaza los siglos XIX y XX, entre el simbolismo y el paisajismo, entre el espacio privado burgués y la experiencia pública de la bohemia urbana, contrastes presentes en Santiago Rusiñol (nos ofrecen el famoso “Jardín de Aranjuez”), Medardo Rosso, así como en los retratos de Camera Work, Hermen Anglada Camarasa o el joven Pablo Picasso (con “Mujer en azul”, 1901). Y que contrasta la utopía regeneracionista con el atavismo y dramatismo histórico de la «España negra», con Goya como referente estético, “encarnación de una radicalidad crítica que se ven incapaces de reactivar”. Y vemos, ya de entrada, a Sorolla, Zuloaga, y Gutiérrez Solana. Les acompañan también, entre otros, Nonell, José Ortiz-Echagüe y Julio Romero de Torres.

A continuación nos cuenta los antecedentes del surrealismo, y cómo Joan Miró estuvo vinculado a los orígenes literarios de aquél, y propuso “el signo, una relación arbitraria y poética entre la apariencia y el significado, frente a la dudosa verdad de la imitación”. Lo que ilustra también con obras de Francis Picabia y Adriano del Valle (“La casa de tócamerroque”, 1930), Jean Arp, Antanin Artaud, Max Ernst, André Kertész, etc.

Dalí aparece ya en la sala siguiente (y en otras tres más, posteriores, de la planta) titulada “La nueva cultura en España. Entre lo popular y lo moderno”, que cuenta el cambio artístico que se produce en nuestro país a mediados de los años 20, a partir de la Exposición de Artistas Ibéricos de 1925, en la que sobresalió la llamada Escuela de París, Bores, Pancho Cossío y Hernando Viñes (1904-1993), postuladores del “arte nuevo”, una figuración lírica. Les acompañan Alberto Sánchez, Manuel Ángeles Ortiz, Ramón Gaya, Maruja Mallo, Man Ray, etc.

Sigue la “Escuela de Vallecas”, con Benjamín Palencia y el escultor Alberto Sánchez, que abordan una poética del campo castellano y manchego. Con ellos, Óscar Domínguez, Julio González y de nuevo Nicolás de Lecuona, Maruja Mallo, Man Ray y Alberto Sánchez. Y enseguida se pasa a la sala especial para el Guernica, rodeada de otras ocho o diez sobre la pintura de nuestra guerra civil. Carteles de propaganda de ambos bandos y algún cuadro interesante, como “Aviones negros” de Horacio Ferrer, y un Gutierrez Solana (“Procesión de la muerte”, de 1930) traído al pelo, junto a una serie de dibujos hechos en las trincheras. También se aprovecha para colgar algún Miró.

Tras la Primera Guerra Mundial, nos cuentan en la sala siguiente, “La nueva figuración. Entre clasicismo y sobrerrealidad”, que en los años 20 y 30 se produce un “retorno al orden” en el panorama artístico europeo, una vuelta a la realidad con “tensiones entre modernidad y antimodernidad”, y que en nuestro país se mueve entre el realismo mágico, la pintura metafísica, el surrealismo e incluso el hiperrealismo. Ángeles Santos, Alfonso Ponce de León, José de Togores y el Dalí de los años 20 (incluye el famoso “Muchacha de espaldas”, de 1925). También Roberto Fernández Balbuena, Mateo Hernández, Joan Rebull, Ángeles Santos Torroella, Joaquín Sunyer, José de Togores y Remedios Varo. Se completa con una sala dedicada al primer Juan Gris, al que se volverá en la última de la planta.

Trata ahora otro aspecto de aquellos años, el noucentismo catalán, renovación que encabeza “la síntesis mironiana”, en una dialéctica con vanguardia y retorno al orden. Vázquez Díaz (1882-1969) hace de puente entre los ámbitos bilbaínos y madrileños. En Madrid los jóvenes creadores Salvador Dalí, Francisco Bores, Benjamín Palencia o Alberto Sánchez plantean el encuentro con las nuevas claves estéticas. También figuran Rafael Barradas, Josep Clara, Manuel Hugué, Picabia, Joaquín Sunyer y Joaquín Torres-García.

Y concluye con “La ruptura cubista del espacio”, con obras de sus inciadores, Picasso y Georges Braque, caricaturas de Marius de Zayas, el orfismo de Robert Delaunay y su esposa Sonia, y de nuevo Juan Gris.

Muy interesante recorrido, muy satisfactorio, para completar, a lo que no me dio tiempo, con la explicación de los años sucesivos, en la planta cuarta. Tampoco pude ver, en la segunda, la relectura que se ofrecía, hasta el 30 de Agosto, de la colección del Museo Reina Sofía, tras el estudio realizado de sus fondos, en “Dos lecturas de la colección”. Por lo que explica la web del museo, se trata más bien de vídeos del estudio realizado, documentos y reproducciones, pero la nota de prensa hablaba también de cuadros y esculturas, algunos de los cuales nunca antes habían salido de los almacenes del Museo. Creo que es mucho más completa la web del Prado, aunque el índice de las salas y obras de ésta del Reina Sofía –mejor tratada la colección permanente que las temprales- lo he encontrado más fácilmente.

En fin, dos remodelaciones, la del Prado –de la que les conté la semana pasada, las nuevas salas del XIX- y la del Reina Sofía, acertadísimas. La oferta madrileña para este nuevo curso es de aupa, de modo que habrá que aprovechar para volver a estas colecciones, aunque sean permanentes. Se anuncian, en el Prado, “Pasión por Renoir. La colección del Sterling and Francine Clark Art Institute” que se abre el 19 de Octubre, y en el Thyssen “Jardines impresionistas”, con obras de éstos, de precursores como Delacroix, Corot o Courbet, y posteriores como Klimt o Sargent, que se inaugura el 16 de noviembre. Ahí es nada.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
http://farm5.static.flickr.com/4137/4892234310_c56b874c1c_z.jpg

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído