Los lunes, revista de prensa y red

“El sentido de las palabras”, de Hermann Tertsch y “El gran timonel”, de Pedro Aparicio.

(Reflejos en el Raso de Portillo. Acuarela de José María Arévalo. 34×46)(*)

EL SENTIDO DE LAS PALABRAS

Artículo de Hermann Tertsch publicado en ABC el pasado martes 26 de Enero.

Por fin, después de una larga travesía por el páramo de los eufemismos, las palabras hueras, los conceptos tontilocos, las mentiras descaradas y la baba semántica, nos topamos con un concepto muy claro, que no es otro que el pronunciado por fin por algunos españoles en alta voz como merece: «alta traición». Sería maravilloso que estas palabras tan fuertes fueran el comienzo del retorno a la utilización de la lengua, de la palabra, como ellas y nosotros merecemos. Nunca me cupo la menor duda de que era el término a utilizar para el escándalo del Bar Faisán de Irún, «alta traición». Cuando unos gobernantes tienen en guerra a miles de policías, guardias civiles y otros miembros de la seguridad del Estado, jugándose la vida contra los terroristas y se dedica a ayudar a éstos en contra de aquéllos, difícilmente hay otro término que utilizar.

Cuando unos personajes que han jurado defender la Constitución se dedican, por conveniencia política o de cualquier otra índole, a colaborar con los enemigos de la misma, con sus enemigos armados y asesinos, con los que la sociedad española está en guerra desde hace cuarenta años, no cabe otro calificativo que el de traidores. Es bueno y saludable que volvamos a llamar a las cosas por su nombre. Porque nos ayudará a todos a entender que es posible una ofensiva contra la manipulación semántica, que siempre ha sido un instrumento clave en la lucha de quienes nos quieren hacer súbditos, arrebatarnos la individualidad y la ciudadanía e imponer su pensamiento único de la mentira amenazante.

Alta traición. Eso es lo que cometió en su día el coronel Alfred Redl, en principio brillante oficial del servicio de información del Ejército austrohúngaro, jefe del Estado Mayor del VIII Mando con sede en Praga. Trabajó para el enemigo hasta que, sabiéndose delatado, se pegó un tiro en Viena. En caso de no haberlo hecho, habría sufrido más. Primero, el oprobio y después, un fusilamiento. Tranquilos todos, que nos vamos conociendo. Nadie interprete esto como una llamada a utilizar los métodos expeditivos de antaño. Ni siquiera es una llamada al respeto a un cierto código de honor que los personajes implicados en el caso que nos ocupa probablemente no conozcan. Y de conocerlo les importaría un bledo. En realidad, lo que ha sucedido es que al código del honor o de la fe lo ha sustituido ese código implacable de la conveniencia. Tiene razón Jaime Mayor Oreja cuando dice que el caso Faisán sólo es una parte de la gran operación lanzada por los socialistas y nacionalistas para despojar de derechos y libertades a media España aliándose con la banda terrorista.

Así empezó todo en el Tinell y en Perpignan. Y ahora estamos aquí, con la certeza de que altos mandos policiales y políticos traicionaron a sus subordinados, convencidos de que así tendrían un beneficio propio. Ayudaron a los asesinos de cientos de policías y guardias civiles, de trabajadores y empresarios, también de algún niño, para lucrarse en su carrera o promocionar su poder. ¿Verdad que dicho así suena bastante tremendo lo sucedido? Pues creo realmente que no hay otra forma de decirlo. Como dice el gran Santiago González, no tenemos versión más verosímil. El código de la conveniencia, que en este país nadie simboliza mejor que el juez Baltasar Garzón y su gemelo moral, que es el presidente del Gobierno, todo lo hace factible y explicable desde un escudo hipócrita de buena voluntad. Pero no desesperemos. Nuestro Fouché Rubalcaba va a tener dificultades en explicar toda la «normalidad» de las conversaciones entre sus protegidos en aquel momento en el que su Ministerio hizo un pacto, una alianza, con quienes mataban y matan a quienes están a sus órdenes. Suena fatal esto último. ¿Verdad? En eso radica muchas veces el sentido de las palabras.

EL GRAN TIMONEL

Artículo de Pedro Aparicio publicado en Sur de Málaga, el pasado lunes 4 de Enero.

Comienza el año con 4,5 millones de parados, 200.000 empresas destruidas y un déficit público seis veces superior al de hace doce meses. Sin embargo, la economía no es lo más grave. Lo peor es que quien lleva el timón para sacarnos del atolladero, siga asegurando que nuestra recuperación es inmediata y nuestro futuro envidiable. Despidió 2008 anunciando: «en 2009 habrá un rápido crecimiento que se traducirá en creación de empleo neto durante el último trimestre». Pues bien, aquí sigue el mismo ‘líder’, un año después, tan seguro de sí mismo como entonces. Acaba de declarar (prensa de anteayer) que «se enorgullece de su gestión en la crisis», y que «su ideología le impide pactar para salir de ella». Mao Tse-tung lo tuvo igual de claro: uno de los preceptos de su ‘Revolución cultural’ disponía ejecución o prisión perpetua para los políticos que sacrificasen la ideología a la economía.

Desde ayer, y durante un semestre, Zapatero presidirá la Unión Europea. Viví desde el Parlamento Europeo las dos presidencias anteriores, a cargo respectivamente de González y de Aznar. De ambas -eficaces, serias, europeístas- me sentí orgulloso. Eran tiempos de rigor y consenso. Éstos lo son de ‘confluencias planetarias’ y la simple eficacia se ha devaluado. Así que me temo lo peor.

Temo especialmente los discursos ‘marca de la casa’ con metáforas cursis, progres y ramplonas. El último ha sido el de «la tierra no pertenece a nadie. salvo al viento». Lo malo no es la gilipollez en sí misma (cuantos tuvimos que hacer discursos a diario, seguramente dijimos bastantes); lo malo es que te la haya escrito otro. Y que la leas con ademanes de genio, convencido de que vas a extasiar a tu público. ¿Imaginan al nuevo presidente soltando ante los europeos alguna de las que le han dado fama? Mezclaré una leyenda europea y wagneriana con un conocido chiste: Sigfrido, angustiado por la crisis y el paro, gime: «El miedo ciega mis ojos / ¿hay aquí alguien que pueda ayudarme?» Zapatero responde: «Yo te ayudaré: Europa es del viento, el paro se debe a un empleo excesivo y there is everybody bonsáis». Sigfrido le mira asustadísimo y musita «¿Hay alguien más?»

Aunque peor sería oírle otro tipo de discurso, que podríamos denominar de ‘estilo faisán’. Por ejemplo: «Conviene que la Unión Europea establezca con Al-Qaeda un proceso de paz, en el que no haya vencedores ni vencidos.»

De la autocomplacencia, líbranos Señor. En agosto del 34 Azaña recibió en Barcelona una comida-homenaje, a cuyos postres pronunció un discurso histórico. Terminó así: «Todo político debe llevar en su conciencia un antagonista incansable que le obligue a analizar sus actos y los someta a una crítica despiadada. Se me censura, como defecto del carácter, llevar siempre sin ocultarlo, este riguroso acompañante; pero esa es mi ventaja respecto a los demás». Aunque Azaña y Zapatero sean personajes tan contrarios, deseo que éste tenga éxito en su presidencia; será también el éxito de la Unión. Eso sí, espero que triunfe con poquitos discursos. Y, si fuera posible, con ninguno.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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