Acuarelas antiguas en el Calderón

Por José María Arévalo

(Vista de la Alhambra. Acuarela de George O.W. Apperley, en la exposición “Pintores Románticos Ingleses en la España del XIX” de la Sala Municipal de Exposiciones, del Teatro Calderón, Valladolid. 35×45)

Comprenderán ustedes que de una exposición de pintores de segunda fila, ingleses y además románticos –lo que equivale tantas veces a rebuscados y recargados-, lo que más me haya interesado sean las ocho o diez acuarelas que pueden verse, entrando a la izquierda, en la sala del Teatro Calderón, hasta el día 29, que ya está ahí cerquita. Quizá me paso, la verdad es que la exposición es muy interesante para hacerse una idea de los romanticistas ingleses, y de este movimiento. No se la pierdan. Especialmente me ha gustado, además de los comentarios de la comisaria de la exposición, que veremos después más despacio, uno de los óleos, situado frente a las acuarelas, titulado “El curandero de Sevilla”, de William Ewart Lockhart. Pero hay más de cuarenta obras de artistas diversos. Patrocina la exposición La Obra Social de Caja España, pero todas las obras pertenecen a una vallisoletana, Aurora Marín, coleccionista que se aficionó por la pintura inglesa cuando residía en el Reino Unido, y que cuenta con una amplia pinacoteca que tiene repartida entre Inglaterra, Zaragoza y Málaga. Qué envidia.

Además, ya digo que las acuarelas son un especial disfrute. Creo que ya hemos comentado alguna vez que la afición a la acuarela como la conocemos ahora, nació en Inglaterra, donde a finales del XVIII se produce un entusiasmo por las láminas de paisajes exóticos, que permitían descubrir tantas maravillas recónditas. En el XIX esas láminas se colorean con acuarela, que se convierte en el “Arte Nacional Inglés”. En 1881 se funda la Real Sociedad de Acuarelistas debido a la extraordinaria calidad de las pinturas que realizan los artistas ingleses. Entre ellos, William Turner que, se ha dicho es el prototipo de pintor romántico, pero su trabajo es tan próximo al que traerá el Impresionismo, tan sintético, casi abstracto en su búsqueda de la luz, que no puede decirse tenga nada parecido a los que el Calderón nos ofrece en esta exposición, y que sí son muy representativos de cómo se pintaba a la acuarela entonces. Turner es otra cosa, el único, un genio, claro.

He disfrutado de veras viendo, en estas acuarelas del XIX, lo que solemos llamar “puturrús”, esos colgajos que forman las gotas de agua con pigmento que expresamente se dejan para que éste se acumule en su parte inferior, y que cuando no se secan adecuadamente forman las típicas escarolas. Aparte detalles, hay ya, en algunos acuarelistas de esta exposición, ese desdibujado que preludia el impresionismo. Por ejemplo una en azules de San Roque (Cadiz), 36×53 cms., de Albert Moulton, del que es otra más, con algunos tonos azules también, magníficas las dos. Y la de Burgos, con la Catedral al fondo, de Henry Charles Brever, de 60×68, y otra de un tal Apperley, “Vista de la Alhambra”, que aparecen en el catálogo.

Sin embargo, a la gente la acuarela que más le llama la atención es “El patio del Arzobispado de Toledo”, de John Dobbin, 50×57,5, un dechado de filigranas y entrelazados típico de las más antiguas plumillas y grabados. De las que se veían antes cientos en los calendarios, y que nuestros padres guardaban más que por la calidad pictórica, por los temas, con aquella afición inglesa por paisajes y monumentos, aquí de aparición mucho más tardía. Eran calendarios románticos, aquellos de nuestra niñez, sí señor. Pero, mejor que yo, lo del romanticismo lo explica, en la exposición y en el programa, la comisaria de la misma, Marisa Oropesa:

«La Obra Social de Caja España brinda la oportunidad excepcional de poder descubrir una cuidada selección de las obras realizadas por pintores ingleses atraídos por el color y la cultura de la España decimonónica. Más de cuarenta piezas de artistas como Edwin Long, Robert Kemm o John Bagnold Burgess que marcan el alma de este gran movimiento pictórico. El Romanticismo que podemos disfrutar en esta exposición va más allá de lo artístico, nos acerca al alma romántica por excelencia, a la social e ideológica, a la que se manifiesta en las letras y en los pinceles y, sobretodo, a la que marca nuestra concepción de la vida.”

“Durante el siglo XIX España e Inglaterra mantuvieron una relación especial. El valioso apoyo prestado por Gran Bretaña al fervor patrio frente a la invasión francesa llevó a los españoles a mirar con simpatía a los británicos.” Por su parte, continúa, pintores y literatos británicos veían a España como un reino que les ofrecía la quintaesencia del idealismo romántico. Viajaban por la península buscando un paisaje natural y auténtico, ya que la Revolución Industrial todavía no había degradado el paisaje peninsular. Estaban atraídos por el exotismo, el misterio, el embrujo y el pintoresquismo que aún caracterizaba la vida en España. Los pintores ingleses huían de las ciudades y de los estragos que estaba causando el supuesto progreso y la revolución industrial en Inglaterra; aquí encontraron sus buscados paisajes naturales y auténticos.

Ese nuevo concepto, el romanticismo, había nacido en Alemania a finales del XVIII, y durante décadas fue difundiéndose por toda Europa en los ámbitos culturales, literarios, artísticos; en esencia es una reacción contra las reglas y estereotipos que impone el clasicismo, una superioridad del sentimiento sobre la razón.

“Cuando sientes algo no te equivocas”, escribió el poeta Novalis, uno de los padres de este movimiento. Los románticos reivindicaron el individualismo, el subjetivismo y las pasiones. Son óleos y acuarelas donde predominan la viveza de los colores y la expresividad de los rostros. “Así nos vieron, o así nos quisieron ver”, dice Marisa Oropesa. En la muestra predominan, como no podía ser de otra manera, los referentes a andaluces, una tierra que “admiraban y menospreciaban”, pero que actuaba sobre su retina “como un poderoso imán”, escribe en el catálogo el profesor Eugeni Osácar. También los monumentos –la sensibilidad hacia el pasado fue otra de las constantes del romanticismo- protagonizan algunos de estas telas. Amaneceres y atardeceres en la Alhambra, la Giralda de Sevilla, la catedral de Burgos. Nuestro país se pone de moda y las imágenes que plasman los pintores que se acercan hasta aquí, se difunden por todo el continente.

En fin, interesante exposición, para no perdérsela.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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