Dicen que San Pío de Pietrelcina profetizó que durante el horror del fin del mundo, los católicos fieles deberían encender una vela en su ventana, bendecida el día de la candelaria, para ser preservados del mal desencadenado en esos tres días.
Los franceses me han recordado este episodio profético del santo capuchino, con su irritante obsesión por las velitas después de los atentados. Solo que los franceses no saben ni para qué ni por qué encienden las velitas. Ellos piensan que para protegerse del miedo y expresar su solidaridad, supongo. Porque para otra cosa no van a servir las famosas velitas, si no es para provocar un incendio por un descuido. No sería la primera vez que pasa. Por lo mismo cantan compulsivamente la marsellesa, para defenderse del miedo y expresar su pertenencia. Solo que han recuperado su himno nacional un poco tarde.
Porque aunque los españoles de derechas no lo sepan, la izquierda francesa es tan obsesivamente antinacional como la española. Se ha dedicado durante años a destruir la identidad francesa en favor de una supuesta multiculturalidad neutral. Ni se mentaba la patria, y por lo tanto tampoco la marsellesa, que como bien sabe todo el mundo empieza con eso de “Allons enfants de la Patrie…”, ni se defendían los valores republicanos. Pero llegó la familia Lepen… y ha puesto de moda la patria y el himno. Por cierto, que los medios españoles explicaban hoy muy ufanos que la popularidad de Hollande se había disparado, pero lo que no cuentan es que las encuestas dan como ganadora de las elecciones regionales a Marine Lepen, seguida del PS y detrás la UMP. Es decir, si se mantiene así, el peor de los escenarios de cara a unas presidenciales. Porque en una segunda vuelta entre Lepen y un socialista, aunque sea Valls, no está garantizado que todos los votos de la UMP vayan al PS. En el 2002 quedaron en liza para la segunda vuelta Chirac, de la UMP, y Lepen. Toda la izquierda votó en bloque a Chirac para evitar un gobierno del Frente nacional. Pero no sería lo mismo en el caso de un socialista y Marine Lepen.
De lo que está pasando ahora con el islamismo radical tiene una gran parte de culpa el socialismo francés. Se portaron como cerdos con los “pies negros” que llegaron de Argelia, que son los únicos musulmanes que se han integrado de verdad en Francia, y luego utilizaron el islam como arma arrojadiza contra la derecha. Mitterand especialmente, para perpetuarse en el poder. Al margen de la política exterior francesa, tan equivocada como la americana en estos temas, la política con la inmigración islámica ha sido un desastre nacional, del que nadie sabe ya cómo salir.
El islam en Francia lleva años haciendo lo que le da la gana, incumpliendo la legalidad republicana con la complicidad de la izquierda. La situación se ha hecho insostenible. Y lo que los medios españoles no cuentan, porque no quieren o porque no saben, es el ambiente de violencia que se respira en muchas partes del país. Vivir con el islam francés no es sencillo, aunque aquí se digan chorradas sin control. De ahí que Hollande haya sacado pecho y tomado todas las medidas defendidas por Marine Lepen en los últimos años. Siguiendo el sabio consejo de Valls. Pero la incoherencia se paga. Con el 27% de intención de votos, a lo mejor los socialistas no resisten el embate electoral del Frente Nacional. Y la sociedad francesa no está para bromas. Ya han aguantado demasiado.
