El diario israelí Haaretz descubre la ignorancia maliciosa del diario El País de España. Por Fernando Cohen-Sur

El diario israelí “Haaretz” descubre la ignorancia maliciosa del diario “El País” de España
Por Fernando Cohen-Sur para Guysen International News


En Israel no suelen leer (ni prestar demasiada atención) a lo que sucede en la prensa española. Quizás; y por suerte; porque no se trata de una potencia mundial a la que hay que respetar. Hace poco tiempo, Pilar Rahola en una entrevista concedida para Guysen calificaba a España como “el país mediáticamente más antisemita de Europa”. El periodista Yoan Sivan publicaba esta semana un artículo titulado “Sesgado en blanco y negro” en donde critica duramente el paupérrimo nivel periodístico del principal diario español y de su corresponsal, y su reprobable y cada vez más clara esencia judeófoba.


Vale la pena releer el artículo original (traducido) de Yoan Sivan:

“Imaginen que el Primer Ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, recurre para su conocimiento de los asuntos del Oriente Medio a El País, el periódico buque insignia de su país. Durante su visita a Israel en enero, podría haber quedado aturdido cuando llegó a la capital para celebrar una reunión [con otros dirigentes europeos y sobre el tema Gaza]. ¿Qué estamos haciendo en Jerusalén, podría haberse preguntado?

De hecho, El País se refiere constantemente a Tel Aviv como la capital de Israel. Mientras que la Knesset y otras instituciones nacionales se asientan en Jerusalén, en este periódico se insiste en sus noticias, informes o reportajes que «Tel Aviv decidió» o «Tel Aviv rechazó». Para que no haya dudas sobre la parcialidad en este caso, en el sumario que aparece al lado de cualquier historia de Israel, en la web de El País, se dice claramente: «Capital: Tel Aviv».

Este el tema menos importante. Consideren ahora una reciente caricatura publicada con objeto de la campaña de Gaza, y que representa a una persona diciendo: «Palestina pertenece a los palestinos, no a los israelíes. Los mitos hebreos son falsos, y el abuso de los débiles es repugnante». A lo que otra figura, un judío claramente por el dibujo de su nariz [herencia sin duda de las caricaturas de la prensa antisemita], le responde: «Somos el pueblo elegido por Dios, al que nosotros mismos hemos inventado».

El País está repleto regularmente de referencias y comparaciones de Israel con los nazis. Cuando estallaron los disturbios entre judíos y árabes en Acre, el año pasado, un artículo titulaba: «Acre: un intento de pogromo», y describía «una segregación que evocaba al nazismo». El artículo, de Juan Miguel Muñoz, el corresponsal en Israel, se enmarcaba como un cuento en donde en Acre los judíos desempeñaban el papel de los nazis, mientras que los árabes se convertían en los judíos. Un editorial publicado en diciembre de 2008 decía: «Cada año recordamos el horror del Holocausto judío cometido por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero no hacemos nada contra el genocidio que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino».

Las acciones de Israel no deben quedar exentas de una supervisión internacional, pero dada la amplia gama de actos ilícitos de los que la humanidad es capaz, ¿por qué el vocabulario utilizado por este periódico español para describirlos es tan extraordinariamente limitado? [N.P.: ¿y por qué se utiliza sólo con esta nación?]

Incluso en las pequeñas historias sin relación con el conflicto, El País presenta una combinación única de negligencia y de odio sin ningún tipo de arrepentimiento hacia Israel. Tomen la decisión de febrero 2008 del fiscal general de Israel de conceder una adopción más amplia de derechos a parejas del mismo sexo. Pocas historias provenientes de Israel son más propicias a la neutralidad – y en cierta forma favorable – en España, un líder en lo que respecta a los derechos de los homosexuales. Sin embargo, El País convirtió el fallo en un logro por parte de una comunidad que «sufre una discriminación flagrante» en un estado dominado por los religiosos.

El ejemplo que se proporciona de esa discriminación es un informe inexacto sobre el desfile anual de la Gay Parade en Jerusalén, generalmente visto como un triunfo por parte de la comunidad LGBT de Israel [LGBT: Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales]. Entre otros ejemplos, otra muestra es la supuesta invasión opresiva por parte de las autoridades religiosas sobre los derechos individuales por el mero hecho de que en los hospitales israelíes se separan en diferentes cubiertos los alimentos lácteos de la carne, a causa de las leyes del kashrut [comida Kosher].

Para El País resulta de muy poco interés que la comunidad LGBT de Israel goce de una aceptación cada vez mayor. De hecho, no todo es perfecto. Como antiguo miembro del consejo de la Jerusalén Open House que organiza la Gay Parade, sé de las dificultades encontradas por la comunidad. Sin embargo, la situación en Israel es mucho más cercana a la de España que en Arabia Saudita [N.P.: También podría haber señalado como militantes manifiestos de la causa gay palestina residen en Israel «por seguridad»].

Para ser justos, El País no está solo. Consideren ahora la opinión de Antonio Gala, una gran poeta y novelista, aparecida en febrero en El Mundo, el segundo periódico más importante en España en términos de circulación. Con un antisemitismo sin disfraz, Gala justifica las dificultades a las han sido sometidos los judíos a lo largo de la historia. «Así como todas esas cosas que ocurrieron en otras ocasiones – pogromos, guetos voluntarios o involuntarios, exterminios, persecuciones, expulsiones», Gala opina: «no deberían ellos [los judíos] preguntarse por qué les sucede siempre de la misma forma? ¿O es que es el resto del mundo quien se equivoca?».

Recientemente, el sitio web de izquierdas, El Plural, realizó un análisis político que ofrecía una comparación de Israel con la Alemania nazi. Su título deja poco margen al error: «El espíritu de exterminio de los palestinos no es diferente al que fue concebido por la Alemania nazi».

La reciente visita del Primer Ministro Rodríguez Zapatero a Jerusalén, demuestra que España está dispuesta a desempeñar un papel más importante en la región, especialmente después del cambio de gobierno en Washington. Sin embargo, el compromiso español puede no ser muy bienvenido en Israel a la luz de la encuesta de primavera del Pew Global Attitude Project de Washington, según la cual el 46% de los españoles tiene una visión desfavorable de los judíos – la proporción más alta en Europa -, debido sobre todo a una superficial concepción de Israel perpetuada y agravada por el principal periódico de España, y por el uso general en los medios de comunicación españoles de imágenes antisemitas.

Si se quiere criticar de manera eficaz es fundamental trabajar con los hechos correctos. Y si quieres ser tomado en serio, tienes que demostrar tu buena fe. Sin embargo, el venenoso desprecio por la verdad que se práctica en España en lo que respecta a la crítica de Israel, la caracteriza como banal y ajena a las cuestiones importantes. Esta simplista narrativa anti-Israel no representa una noble lucha por los derechos humanos, sino más bien una contaminación del periodismo y de la gran democracia a la que se supone debe servir un diario.

Leamos ahora el comentario ante esta crónica publicado por Jaime Naifleisch, uno de los 19 articulistas del libro En Defensa de Israel:

“Y finalmente alguien ha decidido leer El País de Madrid, y advertir o reconocer de qué va este medio, esta empresa (PRISA) que posee y/o sienta doctrina en buena parte de las factorías de la Plantación de Prensa sobre Soporte Papel y Electrónico (PIPISPE) en lengua castellana.

Lo de ocultar que Jerusalén es la capital de Israel, sujeto de derecho internacional; lo de genocidio que estrenara Saramago (y que sólo viera éste cuando fue con otros seis Nobel de Literatura a observar la situación tras aquella batalla de Yenin, y que negaran la ONU, Human Right´s Watch y Amnesty); lo de la banalización de la Shoá asimilando nazis y judíos, que la empresa de don Polancone hace del modo más artero: recogiendo toda la agit prop antisemita contra Israel, de fuente islamista, nazi y de las izquierdas reaccionarias, al mismo tiempo que publicando como coartada artículos sobre el genocidio nazi que estas tres fuentes niegan; lo de los perversos viñetistas que complementan las editoriales, los despachos de corresponsal, los vómitos de columnistas fóbicos… sobre todo para quienes no leen la prensa pero sí miran los dibujitos…

Todo eso que Haaretz (Yoav Sivan) señala, sólo es parte del iceberg reaccionario que esta izquierda fraudulenta levanta en el camino de la información. Del derecho a la información, que se ha convertido en una burla.

Varios autores, sobre todo Daniel Laks, se refirieron a esto en En defensa de Israel, que publicamos en 1994 merced a la pequeña editorial Certeza, de Zaragoza, ante la negativa de las grandes compañías de la PIPISPE, vinculadas a PRISA, y que acabara pasando desapercibido.

El control de la información en periódicos, radios, televisoras, distribución de libros, publicaciones oficiales subvencionadas (ayuntamientos, sindicatos, oenegés, organizaciones islamistas…), tsunamis en la internet, que desborda el reino borbónico –en todas sus lenguas– y se derrama sobre Hispanoamérica, no tiene precedentes en castellano.

Cuando en España mandaba «la prensa del movimiento», la lengua defendía la cultura con editoriales en otros países: Argentina, Uruguay, Colombia, Venezuela, México…, igual que siempre había un espacio cuando la barbarie extrema –de gorra militar o cuello blanco– se hacía con alguno de estos.

Hoy asistimos a la gravísima degradaciòn que representan no sólo PRISA (Felipe González entre ellos) en y desde España; Slim (y González, virrey de las empresas de bandera española y dinero árabe y mafioso, entre sus empleados) gobierna México; Chavez, asociado al jomeinista Al Manar, lo hace en Venezuela, Bolivia, Nicaragua…; el peronismo y la «patota cultural» del chavismo izquierdista reaccionario poseen la Argentina (Clarin, P/12 son parte de PRISA…)… Y no es comparable a la situación de la información en ninguna otra lengua europea, en otro país de Occidente (sí en Albania, la provincia serbia de Kosovo, y algún otro enclave de la Conferencia Islámica, o reducto del cristianismo preconciliar, como la polaca Radio Marja), donde esta ofensiva nazi-islamista –tipo Le Monde Diplomatique, The Independent, Repubblica–, tiene oposición.

El reconocimiento de que esto es así, de que las relaciones a veces óptimas de las cancillerías europeas con Israel coexisten con esta densa, sostenida y cada vez más virulenta información de las ciudadanías, con el miedo –incluso– de los medios a disgustar a los anchos y activos segmentos mahometanos y asociados (¿una prueba?: aquél affaire de las caricaturas de Mahoma en un pequeño diario danés, que ha sido recordado por el «moderado» (¿?) Erdogan en la reunión de los 28 otánicos al oponerse a la designación del danés Rasmussen como secretario de la Alianza), trasciende el caso El País.

Lo trasciende y mucho, pone de relieve la debilidad de la cultura europea –arrasada por los fascismos, stalinismos, populismos, su desborde en el nazismo, su reciclaje en el neoliberalismo (Fini ha sido el último), y la irrupción de la nueva expansión islámica.

Muestra que el pensamiento, la crítica, la libertad no ofrecen una resistencia adecuada a los absolutistas y totalitarios de este tiempo.

Una resistencia que reúna a las personas capaces de escribir, de informar, en pluralidad, con disidencias. Desde sus convicciones liberales, conservadoras, de izquierdas ilustradas.

Personas que en esta hora tan grave sólo tienen sus webs y blogs, poquísimos sus escasos huecos en los medios oficiales de la PIPISPE, otros apenas sus listados de e-mail, para presentar sus ideas, lo que saben, lo que quieren compartir, libres de faraones, haciendo hasbará, ilustración, dialogando, sosteniendo debate… En esta semana de Pésaj, memoria de aquella gesta libertaria contra la opresión, Europa, Iberoamérica, cabe decir, carecen de una prensa libre a la altura del desafío, libre de faraones. Y no sólo por lo que hace a la guerra del Islam contra Israel, obviamente.

Hace unos años (1998), el anterior embajador de Israel en España Ehud Gold publicaba un artículo de opinión; justamente en El País; en donde sugeria realizar una investigación para observar la posible relación entre el alto nivel de judeofobía (antisemitismo) observado en España y la cobertura periodística en este país. Modestamente, sugiero una segunda investigación, en donde se estudie la relación entre el nivel periodístico de la prensa española y la calidad intelectual apreciada en la media de la población de ese mismo país.

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