Israel no ha de hacer más concesiones. Los árabes y/o musulmanes tienen que respetar la existencia de Israel.

Cuando los británicos abandonaron la India los musulmanes entablaron la guerra contra los hindúes, y crearon Pakistán.

Cuando el imperio británico abandono Palestina, ((Palestina, nombre dado por los británicos a Tierra Santa, recuperando la denominación que el emperador Adriano en el 135 de la E.C. impuso a Israel, y que para borrar toda memoria de la patria judía le dio el ignominioso nombre de los invasores cretenses, llamados filistim por los hebreos)) los musulmanes entablaron la guerra contra Israel. Los vecinos árabes y los que vivían dentro de Israel atacaron a los judíos, para expulsarlos al mar.
Los musulmanes eran una minoría en la India. Los árabes-musulmanes vecinos de Israel eran muchas veces más que los judíos.
Los indios expulsaron a 8 millones de musulmanes chiítas hacia el Pakistán, y éste país musulmán expulsó a 6 millones de hindúes y sijs hacia la India.
Los árabes vecinos de Israel expulsaron a sus judíos –más de 600.000- muchos de ellos fueron a Israel y otros a Francia y EEUU.
Pero Israel no expulso a los árabes. Los vecinos árabes pidieron a los árabes que vivían en Israel que abandonasen temporalmente Israel, para poder tener mayor capacidad de maniobra bélica con el fin de destruir Israel.
Algunos se quedaron, son los ciudadanos árabes de Israel, otros se fueron, son los “refugiados palestinos” que se desplazaron hacia Jordania, Siria para permitir y facilitar la destrucción de los judíos, lo cual no ocurrió, todo lo contrario, Israel pudo recuperar parte de su territorio.
Los árabes continuaron lanzando ofensivas bélicas contra Israel, y en cada nueva guerra, Israel pudo recuperar parte de su territorio. Los árabes a partir de la guerra de los Seis Días en 1967, que vivían en Gaza, (ocupada por Egipto) y en Samaria y Judea –Cisjordania- (ocupada por Jordania), se volvieron súbitamente independentistas –nunca antes habían reclamado la independencia- y quisieron ser un país, que hasta esa fecha siempre habían considerado ser la provincia sureña de Bilād ash-Shām, la Gran Siria,


Estos árabes invasores se nombraron a si mismos con el apodo de palestinos.
Los filistim –palabra en hebreo que significa “invasores” procedían del Egeo, eran cretenses y los hebreos de los tiempos del Rey David les llamaron filistim –invasores.
Los actuales palestinos son los árabes que proceden de la actual Siria y Jordania, y que hasta 1967 siempre se habían considerado moradores de la Gran Siria,
Lo único que tienen en común los filistim –filisteos- y los árabes-palestinos es el significado de la palabra: invasores.

El nombre «palestinos» surgió recién en el año 1964, cuando el comité mayor árabe pidió a la Liga Árabe a favor de Palestina se le otorgase la formación de una Organización de Liberación de Palestina (OLP). Acerca de esto escribió el semanario egipcio El Mussawar:
«Una nación palestina es el resultado del avance de una planificación, ya que el mundo difícilmente aceptaría una guerra de cien millones de árabes contra una pequeña nación israelí.»
En 1967 se consolidó la palabra Palestina y palestinos. La palabra, no el pueblo, pues una palabra no hace un pueblo ni una historia.

Los israelíes judíos integraron totalmente a los judíos del mundo árabe que fueron expulsados por los musulmanes, lo contrario aconteció y acontece en el lado árabe-musulmán, ningún país árabe ha querido integrar a sus hermanos árabes-palestinos, los han hacinados en campos de refugiados, que son mantenidos económicamente por las Naciones Unidas, viven hacinados y son la carne de cañón de los árabes contra Israel.
Los alemanes expulsados de los países socialistas de la posguerra fueron integrados en Alemania y hoy en día son ciudadanos.
¿Qué hubiese ocurrido si los alemanes hubiesen hecho lo mismo que los árabes, los alemanes de los Sudetes- Chequía, de Silesia-Polonia, de la antigua URSS, de Rumania hubiesen sido hacinados en campos de refugiados en Alemania y educados en el resentimiento contra los países socialistas europeos y contra las democracias occidentales.
Los alemanes no lo hicieron. Acabo su totalitarismo nazi, integraron a sus alemanes que durante siglos habían vivido en los países que fueron expulsados.
Los judíos de Israel integraron a los judíos del mundo árabe.
Los turcos integraron a sus hermanos turcos expulsados de Bulgaria.
Los árabes sólo han educado en el resentimiento y el odio hacia los judíos, hacia los sionistas.
La educación del odio se cobra vidas humanas, no sólo la de sus víctimas, los israelíes, sino también de los mismos árabes-palestinos educados en el odio.
Hoy lo empezamos a vislumbrar, en los albores de su guerra civil.
El odio es el motor nacional de los árabes-palestinos. No teniendo identidad propia, tienen que buscar su identidad en oposición al israelí.
Haniye, el primer ministro árabe-palestino, de Hamas que ha ganado las elecciones árabe-palestinas, dijo recientemente que el pueblo palestino es el futuro de la nación musulmana y representa al mundo islámico»

Para los nacionalistas panarabes, de substrato nazi, como para los islamistas, la mera existencia de Israel es un insulto.
Israel que no posee reservas de petróleo ni riquezas naturales, ni suficiente agua, y el territorio ha sido un desierto posee el más valioso de los tesoros: su población, con iniciativa, capacidad crítica, inteligencia, voluntad, disciplina de estudio y de trabajo, con voluntad de superación y mejoramiento, interés por la ciencia, la cultura, las artes, el respeto por las minorías, el amor a la vida, valores democráticos plenos..
No en vano más de un tercio de los premiso Nobeles son judíos, y de los cuatro mayores pensadores de los siglos XIX y XX: Marx, Freud, Einstein y Nietzsche, excepto el último, los otros son judíos.
Y entre los personajes más famosos del mundo, Abraham, Moisés, Jesús, estos eran judíos.
Los árabes y/o musulmanes que detentan dos terceras partes de las reservas de petróleo y gas, sangre de la economía occidental, no han sabido sacar provecho de ello para modernizar sus sociedades, educarlas, alfabetizarlas –poseen elevados índices de analfabetismo-.
Los elevados índices corrupción, analfabetismo, incultura: en todo el mundo árabe se han traducido menos libros en los últimos 50 años que los que se publican en España en un solo año,
Los líderes árabes sólo pueden presentar a sus pueblos su fracaso nacional y aderezado por la riqueza de la corrupción.
Los árabes odian a Israel porque les vuelve insoportable su propio fracaso

En el mundo árabe las mujeres son legalmente ciudadanos de segunda clase, ningún país árabe y/o musulmán es democrático.
Todo este fracaso es canalizado por las elites árabes y/o musulmanas en odio a Israel y se encarna en las guerras sucesivas contra el judío de los países, Israel; en el apoyo explícito e implícito del mundo árabe y/o musulmán con el terrorismo anti-israelí, y en el obsesivo antisionismo por los dirigentes islamistas, tanto de Arabia Saudita, como el de Irán.

La sociedad israelí está cansada de tantas guerras, de tanto odio antisemita, que parece no tener fin.
Olmert y los actuales dirigentes israelíes buscan una rápida solución, creyendo que el mundo árabe se podrá contentar y saciar con más concesiones territoriales. Olmert cree que cediendo parte de la patria de los judíos a los árabes-palestinos setos reconocerán a Israel y al fin vendrá la paz.
Rafael L. Bardají lo expone claramente:

“Israel ni puede ni debe hacer más concesiones. Por una cuestión bien sencilla: cada vez que lo ha hecho, incluso unilateralmente como la retirada de Gaza, sus enemigos lo han interpretado como un evidente signo de debilidad. Y se han crecido. La primera salida del Líbano, como la de este verano pasado, no ha favorecido más que al campo de los radicales que no buscan la paz, sino la destrucción de Israel. Al igual que ocurrió en Gaza convertida rápidamente en Hamastán, el reino desde el que lanzar el terror contra suelo israelí.

Los europeos hemos presionado a Israel para que ceda una y otra vez. A veces hasta con amenazas de boicot. Con el resultado psicológico de que los israelíes nos temen más que a sus enemigos más próximos. El problema hoy es que ya no vale eso de tierra por paz. La cuestión palestina ha dejado de ser una cuestión puramente de nacionalismo. Israel está en el ojo del huracán del fundamentalismo islámico.

Cuando Ahmadinejad afirma que borrará del mapa a Israel lo hace porque cree que no puede haber infieles y judíos que no se sometan al Islam, que no puede haber tierra del Islam que no esté regida por la ley coránica. Los dirigentes de Hizbolá en el Líbano o de Hamas en Gaza y Cisjordania no piensan muy diferente. No les basta el estado palestino, aspiran a la eliminación de Israel. Pero hay más, en la destrucción de Israel los islamistas no sólo ven la destrucción de todo un pueblo, sino que ven su victoria sobre lo que consideran que es la cabeza de playa en tierra del Islam del mundo occidental. El pequeño Satán, Israel, sólo se entiende en relación al Gran Satán, América. La derrota de Israel es el primer paso de la derrota de Occidente. De nosotros.

Por eso es tan importante que Israel siga siendo un país próspero y libre. Por eso es tan importante para nosotros que Israel siga existiendo. Y debería serlo también que pueda hacerlo en unas condiciones libre de amenazas, lluvia de cohetes katiuskas y de terroristas suicidas. El pueblo de Israel debe contar con nuestro apoyo para vivir libre de bombas, dentro de unas fronteras reconocidas y defendibles. No es una aspiración desorbitada, me parece.

Un primer paso es parar en seco a Ahmadinejad. Las protestas orales por la convocatoria de la Conferencia contra el Holocausto están bien, pero son del todo insuficientes. Mientras nuestros diplomáticos se expresan enérgicamente, el presidente iraní le sigue diciendo a su audiencia que los días de Israel están contados. «Así como la Unión Soviética fue derrotada y no existe hoy, muy pronto el régimen sionista será eliminado gracias al deseo de Aláh» fueron sus palabras del pasado martes en Teherán. Aún peor, mientras el gobierno de Rodríguez Zapatero se empeña en liarse con Irán en su niña bonita exterior, la Alianza de Civilizaciones, los iraníes siguen su curso imparable hacia el arma atómica. Con sus continuas provocaciones, Teherán se ha hecho merecedora de represalias por nuestra parte. Las sanciones económicas y personales contra sus dirigentes son un primer paso necesario.

Puede que Irán nos parezca muy lejano. Pero si abandonamos a Israel en estos momentos, estaremos cavando nuestra propia tumba. Los enemigos de Israel son nuestros enemigos. Nuestra existencia, en tanto que sociedades libres y prósperas, depende vitalmente de su existencia. Es nuestro deber moral y nuestro propio interés garantizar que Israel siga existiendo y llegue a vivir en paz. Y los Ahmanidejads del mundo deben saberlo. Como deben ser conscientes de que el Holocausto, por desgracia, sí existió y que no estamos dispuestos a aceptar un nuevo genocidio. Decírselo y hacérselo ver. Alto y claro”

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