(PD).- Gimeno Mora, experimentado subalterno, cogió las banderillas, cruzó el diámetro de la plaza y llamó la atención de Bombero, de 519 kilos, que se había refugiado en la otra punta como manso que era. El novillo lo esperó, lo midió con estudiada estrategia y, cuando avistó la carrerilla del torero, le cortó el viaje y, en cuestión de décimas de segundo, lo tenía frente a él, a su merced.
En ese instante, el torero tenía la partida perdida. Bombero enganchó a Gimeno por la pechera, lo levantó en peso, lo zarandeó dramáticamente entre los pitones como si fuera un muñeco; una vez el torero desplomado en la arena, el animal se enceló con él, lo volteó repetidamente hasta que la punta de un capote, que parecía que nunca iba a llegar, desvió la trayectoria del novillo, mientras el banderillero quedaba boca abajo, inerme, con el cuerpo hecho jirones.
Con la plaza todavía estremecida, la poderosa muleta de Miguel Tendero apagó las malas intenciones del novillo de Montealto con un soberbio inicio por bajo. Se la jugó sin cuento con el animal, aunque alargó en exceso la labor y falló con los aceros, cambiando una posible oreja por una fuerte ovación.
Parecía que el festejo iba a quedar marcado por la cogida de Mora en el segundo, pero Tendero se encargó de hacer olvidar el percance a los aficionados con otra buena actuación en el quinto. Éste hizo una buena pelea en el caballo, empujando con fijeza en dos fuertes varas. Entonces, Tendero pidió el cambio y Muñoz Infante, en el palco, se lo negó de forma incomprensible, exigiendo que acudiera al peto una tercera vez. Curioso, sobre todo cuando el mismo presidente el día anterior había cambiado el tercio en muchos toros con dos leves picotazos insignificantes.
En la muleta, el ejemplar de Montealto acusó el castigo y se paró, pero otra vez la buena disposición de Miguel Tendero, sobrado de técnica y recursos, hizo que fabricase una faena que tuvo sus momentos más importantes en dos tandas de mano baja en redondo. De nuevo, el mismo error: alargar la faena y, de nuevo, fallo a espadas, siendo silenciado por un público que no supo reconocer del todo los méritos del albaceteño.
La tarde había comenzado con la lidia de un bonito colorado, que derrochó calidad en la muleta de José Manuel Mas. El de Navalcarnero comenzó con decisión en los medios en una labor que se vino abajo por culpa de unos cuantos enganchones y por la tendencia del novillo a rajarse camino de tablas. eso sí, Mas dejó para el recuerdo un soberbio natural, infinito, de mano baja y que quedará grabad en la memoria de muchos. En la mía, por lo menos.
El madrileño se llevó el lote con menos dificultades de la tarde pues el cuarto tuvo similares condiciones al lidiado en pimer lugar. En esta ocasión, Mas queda excusado debido al fuerte viento que soplaba en Las Ventas en esos momentos. Cuando se calmó y el torero quiso centrarse, el animal ya había buscado las tablas.
El tercero se hizo el amo del ruedo en los primeros tercios, recibiendo una mala lidia. En la muleta desarrolló complicaciones pero en las dos tandas en las que Cortés lo enganchó y lo llevó sometido, el de Montealto respondió con transmisión. El resto de la faena fue una lucha entre la voluntad valerosa del torero y el genio malintencionado del animal. Con el sexto, aplomado, nada pudo hacer.
Quinta de la Feria de San isidro
Novillos de Montealto, bien presentados, algunos con trapío de toro y de juego desigual. Destacando la nobleza de primero y quinto y la buena pelea en varas del quinto.
José Manuel Mas, silencio y silencio tras aviso. Miguel Tendero, saludos tras aviso y silencio tras aviso. Javier Cortés, palmas y silencio.
Parte médico de Gimeno Mora: Herida por asta de toro en el tercio medio de la cara posterior del muslo izquierdo con dos trayectorias: Una descendente de 20 centímetros y otra ascendente de 15 centímetros que provoca destrozos en el músculo cuádriceps. Puntazo en la región suprapúbica, contusiones varias y fractura de la clavícula derecha. Pronóstico grave.
