Los obispos vascos se ponen de perfil con ETA pero piden perdón a las víctimas religiosas de Franco

Los obispos vascos se ponen de perfil con ETA pero piden perdón a las víctimas religiosas de Franco

Los obispos vascos han pedido perdón por el «injustificable silencio de los medios oficiales» de su Iglesia, ante la muerte, a manos del bando franquista durante al Guerra Civil, de catorce religiosos vascos por los que no se celebraron funerales ni se registró su fallecimiento. Los clérigos han denunciado una actitud que consideraron que «no ha sido sólo una omisión indebida, sino también una falta a la verdad, contra la justicia y la caridad».

El gesto deja hueco a la interpretación y no sólo porque durante la Guerra Civil española fueran asesinados 6.832 religiosos en el territorio republicano, de los cuales 13 eran obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas, sino por el largo, sonrojante y reiterado «silencio» que a menudo ha tenido la llamada Iglesia vasca frente a los terroristas de ETA y sus crímenes.

TESTIMONIOS DE LA EPOCA

Concluida la Guerra Civil, en la Comisaría de Policía de Bilbao fue hallado un documento con los sellos de la CNT y de la FAI, fechado en Gijón en octubre de 1936, en el que se decía textualmente:

“Al portador de este salvoconducto no puede ocupársele en ningún otro servicio, porque está empleado en la destrucción de iglesias”.

Andrés Nin, jefe del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en un discurso pronunciado en Barcelona el 8 de agosto de 1936, no tuvo inconveniente alguno en declarar:

“Había muchos problemas en España… El problema de la Iglesia… Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto”.

El secretario general de la sección española de la III Internacional, José Díaz, afirmaba en Valencia el 5 de marzo de 1937:

“En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada”.

EUCARISTÍA MUY VASCA

Los obispos de Bilbao, Ricardo Blázquez y Mario Iceta; de San Sebastián, Juan María Uriarte; y de Vitoria, Miguel Asurmendi, han celebrado este domingo una eucaristía, en memoria de estos catorce religiosos (doce sacerdotes, un misionero claretiano, y un carmelita descalzo), que fueron ejecutados por el bando nacional entre 1936 y 1937.

La misa, celebrada en la Catedral Nueva de Vitoria, ha estado presidida por el obispo de Vitoria, quien se ha encargado de leer la homilía, respaldado por más de doscientos sacerdotes. A la ceremonia también asistieron la portavoz del Gobierno vasco, Idoia Mendia, y el presidente del PNV, Iñigo Urkullu.

Familiares y amigos de los fallecidos, además de representantes institucionales, han seguido la celebración, en la que se ha leído uno a uno el nombre de los religiosos asesinados, con los que, según Asurmendi, «hoy saldamos una deuda que teníamos contraída».

En concreto, la misa funeral ha estado dedicada a Martín Lecuona Echabeguren, Gervasio Albizu Vidaur, José Adarraga Larburu, José Ariztimuño Olaso, José Sagarna Uriarte, Alejandro Mendicute Liceaga, José Otano Míguelez C.M.F., José Joaquín Arín Oyarzabal, Leonardo Guridi Arrázola, José Marquiegui Olazábal, José Ignacio Peñagaricano Solozabal, Celestino Onaindía Zuloaga, Jorge Iturricastillo Aranzabal y Román de San José Urtiaga Elezburu O.C.D.
Asurmendi explica que la ceremonia es para ‘curar heridas’

En su homilía, el obispo Asurmendi ha destacado que estas víctimas «no contaron en su día con una celebración pública de exequias» y que «durante años sus nombres fueron relegados al silencio». Según ha explicado, la ceremonia no pretende «reabrir heridas», sino «ayudar a curarlas o aliviarlas».

«Queremos contribuir a la dignificación de quienes han sido olvidados o excluidos y a mitigar el dolor de sus familiares y allegados. Queremos pedir perdón e invitar a perdonar», ha subrayado.

Aunque ha reconocido que los detalles sobre «las dolorosas circunstancias» que rodearon la muerte de estos sacerdotes son desconocidas, ha destacado que «el testimonio de muchos de sus feligreses y compañeros pone de relieve que fueron apresados cuando ejercían su ministerio».

Asurmendi ha explicado que en el Boletín Oficial de la Diócesis del 15 de octubre de 1936, «sólo consta el fallecimiento de los dos primeros sacerdotes que fueron fusilados», ya que después «se extendió sobre todos ellos un lamentable silencio de largos años».

Pese a todo, ha manifestado que el recuerdo de estas personas «no ha caído nunca en el olvido ni por parte de sus familiares, ni de los feligreses, ni de los presbiterios diocesanos y órdenes religiosas a las que pertenecían». No obstante, ha afirmado que «no es justificable ni aceptable por más tiempo el silencio que en los medios oficiales de nuestra Iglesia ha envuelto la muerte de estos sacerdotes».

El obispo rechaza la violencia para la resolución de conflictos

Por ese motivo, ha indicado que el acto celebrado hoy «tiene una dimensión de reparación y reconocimiento, de servicio a la verdad para purificar la memoria». «Con humildad, pedimos perdón a Dios y a nuestros hermanos», ha manifestado.

En su homilía, y en referencia a la Guerra Civil, el obispo de Vitoria ha explicado que «al rememorar los dolorosos efectos de aquella contienda que nunca debió producirse, nuestra mirada está también puesta en el futuro». De esa forma, ha solicitado a Dios «la fuerza necesaria para rechazar siempre la violencia como medio de resolución de las diferencias y conflictos».

LA CONSEJERA MENDÍA RECALCA QUE FUERON ASESINADOS INJUSTAMENTE

Antes del acto, la consejera de Justicia y Administración Pública, Idoia Mendia, ha explicado que, con su presencia en la ceremonia, el Gobierno vasco pretende evidenciar que «la paz y la reconciliación sólo se construye desde la memoria» y que «nunca es tarde para construir la memoria y no olvidar a las víctimas».

Mendia ha destacado que los sacerdotes ejecutados «fueron fieles a sus ideas y fueron asesinados injustamente», por lo que consideró que con la ceremonia «se cierra un ciclo». «Es bueno que la propia Iglesia se reconcilie con estas personas», ha añadido.

Por su parte, Urkullu ha subrayado la importancia de reconocer la memoria de unas personas a las que «ni la propia Iglesia ha tenido en sus documentos en consideración» y de acompañar a las familias «que se han visto sometidas al olvido durante tantos años».

En el exterior de la catedral, un grupo de miembros de la asociación de víctimas del franquismo Ahaztuak, que ha celebrado una concentración, consideró «positiva» la celebración de la ceremonia, al considerar que «es una ruptura con la postura oficial de la Iglesia durante más de 70 años». Según ha explicado el portavoz de este colectivo, la decisión de no participar en la misa se debe a que se trata de una asociación de diferentes sensibilidades religiosas.

LO QUE DECÍA MANUEL DE IRUJO EN LA ÉPOCA

Un texto muy elocuente de lo ocurrido fue escrito por Manuel de Irujo Ollo, dirigente del Partido Nacionalista Vasco, ministro sin cartera (septiembre 1936-mayo 1937) en los dos Gobiernos de Largo Caballero, y ministro de Justicia en el gabinete de Negrín (18 de mayo de 1937), que en una reunión del gobierno celebrada en Valencia el 9 de enero de 1937, presentó el siguiente Memorándum sobre la persecución religiosa:

“La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:

a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.

b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.

c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.

d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.

e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo –los organismos oficiales los han ocupado- en su edificación obras de carácter permanente.

f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos.

g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.

h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda”.

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