Irán: no hay soluciones fáciles

Irán: no hay soluciones fáciles

(David Ignatius).- Cuando los funcionarios estadounidenses o israelíes dicen que «todas las opciones están sobre la mesa» para impedir que Irán obtenga armas nucleares, normalmente se sobreentiende el bombardeo aéreo de los enclaves nucleares iraníes en Natanz y las demás localizaciones.

Pero existe otra opción para impedir el programa iraní: una campaña encubierta para dar al traste y engañar al estamento nuclear de Irán. A pesar del secretismo que rodea a tales esfuerzos, las informaciones sobre esfuerzos de sabotaje israelíes y norteamericanos han aflorado recientemente en la prensa, que sin duda habrá sido leída con interés en Teherán.

Estas informaciones publicadas plantean una duda interesante: ¿ofrecen una panacea los programas secretos de sabotaje para confrontar la amenaza nuclear iraní, encareciendo el coste de seguir su programa para Irán, al tiempo que se evita la represalia caótica que acompañaría a un ataque militar convencional?

La respuesta, me temo, es negativa. Está bastante claro que estos programas secretos se han intentado, pero también está bastante claro que no han detenido la marcha de Irán hacia el dominio de las tecnologías necesarias para fabricar armas nucleares.

La motivación de un programa de sabotaje contra Irán es bastante evidente. Así es como un exfuncionario de la CIA relata el caso, en teoría:

Un programa nuclear es técnicamente complejo, exige gran cantidad de materiales de precisión, un flujo constante de repuestos, y es inherentemente peligroso. Los incendios accidentales, las desgracias mecánicas con el equipo, los fallos técnicos, etc. ralentizan el programa y lo que es más importante, en algún punto incrementan la preocupación desde Irán por la contrainteligencia.

La noticia más reciente sobre sabotaje aparecía el 16 mayo en el Wall Street Journal, en un artículo firmado por el periodista israelí Ronan Bergman titulado «La guerra secreta de Israel con Irán.” Bergman especulaba con que cuando el General Meir Dagan fue designado director del servicio de Inteligencia de Israel en el año 2002, el entonces Primer Ministro Ariel Sharon le dijo que construyera “una Mossad con un cuchillo entre sus dientes.” El principal objetivo de Dagan era Irán, según Bergman, que es reportero del periódico israelí Yedioth Ahronoth.

«Los resultados han sido considerables,» escribía Bergman. “Durante los cuatro últimos años, el proyecto de enriquecimiento de uranio en Irán se vio retrasado por una serie de accidentes aparentes: la desaparición de un científico nuclear iraní, el accidente de dos aviones que transportaban cargamento relacionado con el proyecto, y los laboratorios que se incendiaron.”

Funcionarios israelíes describen a Bergman como un reportero bien informado cuyas noticias, en palabras de un funcionario, «no están inventadas del todo.” Una fuente israelí me cuenta que realmente ha existido una iniciativa de sabotaje, en la que los israelíes lograron introducirse en la cadena iraní de abastecimiento en al menos 3 países e introducir equipo falso. Pero esta fuente advierte de que las estimaciones de «considerable» éxito que hace Bergman son exageradas.

Mi gurú en Inteligencia israelí es Yossi Melman, un columnista del Haaretz que ha escrito varios libros acerca de la Mossad. Él dice que Dagan sí llegó de hecho a comprometerse a impedir que Irán obtuviera armas nucleares tras encargarse de la Mossad, expresando esa determinación en una carta a los directores de los demás servicios israelíes de Inteligencia. Pero Melman cree que esta iniciativa secreta ha tenido un éxito limitado. Cualquiera que fueran los reveses sufridos por los iraníes por el camino, han sido capaces de seguir avanzando.

“No creo que la Mossad sea capaz de movilizar una campaña masiva de sabotaje que detuviera el programa iraní,» me decía Melman la semana pasada.

Los esfuerzos de sabotaje han sido recogidos por David Sanger en el New York Times, en varias noticias y en su libro reciente, “La herencia.” Esto es lo que escribía Sanger en una crónica de portada el 11 de enero: «El programa estadounidense encubierto, iniciado a comienzos del año 2002, incluye esfuerzos estadounidenses renovados por introducirse en la cadena de suministro de Irán en el extranjero, junto a nuevos esfuerzos, experimentales algunos de ellos, por socavar sistemas eléctricos, sistemas informáticos y otras redes de las que depende Irán. Pretende retrasar el día en que Irán pueda fabricar el combustible de grado militar y los diseños que necesita para fabricar una bomba nuclear transportable.”

Pero tenemos que ser francos: las discretas y negables actividades encubiertas llevadas a cabo hasta la fecha no han detenido el programa iraní, y no es probable que lo hagan en el futuro. No existe panacea. La esperanza con mayores posibilidades de impedir que Irán adquiera la bomba es la diplomacia respaldada por la amenaza de duras sanciones, respaldadas por la amenaza última del uso de la fuerza militar.

© 2009, Washington Post Writers Group

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