El plan de estímulo de Obama alivia las maltrechas finanzas estatales

El plan de estímulo de Obama alivia las maltrechas finanzas estatales

(David Ignatius).- El seguimiento mediático del paquete de estímulo por valor de 787.000 millones de dólares aprobado el martes por el Presidente Obama ha tenido cierto aire de irrealidad — como si los periodistas estuvieran retransmitiendo un partido de baloncesto o un torneo de tenis. ¿Gana o pierde Obama hoy? ¿Ganaron o perdieron fuerza los Republicanos? En tanto, mientras Washington se obsesiona con el marcador político, la economía se va por el retrete.

Se adquiere una mejor noción del impacto de la crisis — y del verdadero impacto del paquete de estímulo — cuando se abandonan los efluvios del gasto federal y se examinan las instancias estatal y local. El impacto del cambio de tendencia aquí es acusado e inmediato: los estados están obligados a equilibrar sus presupuestos, de forma que carecen de la opción de Washington de poner divisa en circulación. Tienen que subir los impuestos o recortar el gasto — opciones ambas que podrían empeorar la tendencia bajista.

Algunas cifras insinúan la dimensión de la crisis. Mientras los estados preparan sus presupuestos fiscales del ejercicio 2010, se enfrentan a una caída de la recaudación de 84.300 millones dólares, según la Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales. Los descubiertos más sustanciales pronosticados para 2010 se dan en los estados más castigados por el batacazo inmobiliario: Nevada (con un descenso presupuestario del 37,6%), Arizona (el 28,2%), Nueva York (24,3%) y California (22,3%).

Abocados a estos déficits, la mayoría de los estados han anunciado que recortan servicios y nóminas. 40 estados por lo menos planean tales recortes, según el Centro de Presupuesto y Prioridades Políticas. Los recortes propuestos son alarmantes: 28 estados por lo menos contemplan reducciones en sus programas de salud pública; al menos 22 están poniendo sus miras en los servicios prestados a la tercera edad o los discapacitados.

¿Son genuinos estos recortes? A mi viejo mentor, Charles Peters, antiguo editor del Washington Monthly, le gustaba invocar el principio de «Los bomberos ante todo”. Sostenía que en el momento de redactar los presupuestos, los gobiernos advertían siempre de las consecuencias más crudas — iban a despedir a los bomberos, o a echar a las abuelas de las residencias. Y probablemente haya cierta exageración de ese tipo ahora mismo.

Pero los expertos que siguen a los gobiernos estatales y locales insisten en que el recrudecimiento es acusado. Kerry Korpi, directora de archivo de la Federación Estadounidense de Funcionarios Estatales, Municipales y de Condado, afirma llevar un registro de los despidos y las bajas incentivadas reales o propuestas por todo el país y dejó de contar a los 350.000 — simplemente había demasiados para seguir adelante.

California es donde la tijera fiscal es más drástica. La Legislatura lleva cuatro meses estancada a causa de la forma de eliminar 42.000 millones de dólares de déficit presupuestario. Mientras los políticos han debatido, el estado ha avanzado hacia la insolvencia. Ha dejado de abonar las devoluciones de las declaraciones, y el mes que viene podría tener que pagar parte de sus facturas utilizando pagarés.

«Nos enfrentamos a una catástrofe de proporciones increíbles,» declaraba a Bloomberg News el Senador del estado Alan Lowenthal. Esta semana el gobierno estatal empezaba a notificar a 20.000 funcionarios que van a ser los reasignados o que pierden sus puestos, y anunciaba que detendrá proyectos de adjudicación pública por valor de 3.800 millones de dólares.

Incapaz de pedir prestado con solvencia en el mercado de deuda, California está examinando un barroco plan para vender a los inversores valores garantizados de la recaudación de futuros concursos de lotería. Eso es llevar la economía de casinos a su extremo claro. Otros estados y municipios están avanzando demenciales ideas de financiación propias. Chicago ha vendido los derechos de recaudación de sus parquímetros, por ejemplo.

En este contexto de crisis financiera real rampante en los estados, volvamos a Washington y al debate del paquete de estímulo. Lo mejor que se puede decir de la nueva ley — y en realidad es mucho decir — es que ayudará a los gobiernos estatales y locales a evitar el desastre financiero. Michael Bird, el principal lobista de las legislaturas estatales, afirma que sus integrantes recibieron la mayor parte de lo que esperaban del paquete. Hay un «fondo de estabilización de los estados» por valor de 54.000 millones de dólares para ayudar a sanear los 84.300 millones de dólares en déficit, y varios miles de millones de dólares más en ayudas indirectas. ¿Es eso exagerar? Espero que lo sea.

El plan de estímulo contiene incluso una cláusula para ayudar al mercado de deuda municipal, aliviando el peso fiscal sobre los bancos que compren. Eso podía inducir a nuevas ofertas de valores por valor de 65.000 millones de dólares, según estimaciones de Municipal Market Advisors citadas por Bloomberg News. En el caso de los estados abocados a una contracción drástica de fondos, esa noticia llega como agua de mayo.

¿Tuvo un buen día el Presidente Obama el martes, cuando aprobó la ley de estímulo? Puede apostar a que sí. Pero la idea que parece recibir una atención muy escasa es que fue un buen día para los millones de estadounidenses castigados por la recesión.

© 2009, Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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