¿Israel paga el precio del odio?

¿Israel paga el precio del odio?

(Fiamma Nirenstein).- Da mucho que pensar el hecho de que el odio contra Israel se haya manifestado desde el sábado de la entrada del ejército en Gaza por tierra. Criticar una guerra es normal, combinar realidad y odio, no. La crítica en tiempo de guerra es normal. Se critica a la India y a Pakistán por el conflicto de Cachemira, se critica a España en lo referente a los vascos, se critica a los chechenos de Rusia y a los ingleses en el período de acusado conflicto con Irlanda. ¿Pero cuál de estos países ha sido objeto alguna vez de acusaciones permanentes de ser un país racista, agresivo, ávido de sangre de niños, Nazi?

Quizá solo Estados Unidos sea perseguido por el estigma permanente. Pero ningún país, excepto Israel, es objeto del odio constante a cuenta del conflicto en el que se encuentra: ningún otro país ve cuestionada su existencia en los debates, ningún otro país ve puesta en duda su legitimidad, ningún otro país ve sus líderes sistemáticamente satanizados, ningún otro país ve a sus soldados tachados de asesinos, ningún otro país ve a sus líderes representados con sangre en los periódicos y televisiones de todo el mundo.

Esto no tiene nada que ver con manifestarse contra la guerra, y tiene todo que ver con la mentira y con el antisionismo que el Presidente Giorgio Napolitano denuncia como forma de antisemitismo oculto. ¿Dónde estaban hace un año?

Desde las operaciones terrestres se multiplican por toda Europa las manifestaciones con pancartas deseando la muerte de Israel, como en Londres; asediando las embajadas de Israel, como en Bélgica; los comentarios como los de Erdogán que, aparentemente fascinado con Ahmadinejad, ha anunciado que Israel está a punto de desaparecer; se adoptan las posiciones de los intelectuales y los periodistas que anuncian someter a Israel a un Tribunal Internacional que no ve denunciados nunca los crímenes de Hamás. Nadie presiona a Hamás para poder salvar al menos a su población en una tregua durante la que no lance misiles. Tampoco se ve con buenos ojos que Mubarak haya sugerido a Sarkozy no detener a Israel: es un paso importante por parte del Egipto moderado que lucha contra el terrorismo. Nadie observa que de las operaciones salió un viaje de Hamás a El Cairo, en contra de las pretensiones iraníes que el pasado noviembre habían hecho que Hamás plantara a Mubarak y Abú Mazén.

La realidad es un simple espectro, la fantasía difusa de una operación feroz e inútil. Y realmente inútil no es: Hamás, un peligro público internacional, pierde terreno y sabemos a estas alturas que busca un medio de acabar con esto sin llamar la atención. Es curioso que aunque Sarkozy había afirmado que la guerra no sirve a los intereses de Abú Mazén, la realidad apunte todo lo contrario. Las operaciones terrestres son rápidas, peligrosas y sinceras en su cuerpo a cuerpo, proporcionan muchas detenciones (que se realizan) y se encuentran frente a frente con el enemigo. En Jenín, donde llevamos a cabo la misma fantasía satanizante y se denunció la masacre de 500 palestinos, Israel pagó con la vida de 24 soldados, frente a 40 palestinos.

El sábado por la noche los soldados combatían casa por casa en estancias y galerías que sirven de posiciones armadas y minadas, en la calle bajo fuego de francotirador, en edificios con explosivos accionados a distancia o en emboscadas. Los poblados vecindarios de Hamás y el uso de los civiles dificultan las operaciones. Hamás combate con dureza, bien armado y preparado, aunque se está retirando lentamente.

Israel entero, padres esposas e hijos se ahogan de ansiedad, con misiles cayendo sobre ciudades israelíes y hospitales llenos de heridos. Comienza la tragedia usual entre los jóvenes, los padres que entierran a sus hijos, y emerge el recuerdo de los parientes de los desaparecidos, pero también la determinación de defender a su país y su familia a cualquier precio. Herido en una pierna, el soldado Golani Avi Peleg pide el alta para volver a su unidad. El hermano pequeño de un soldado árabe druso que fue el primero en caer, Yussef Mu’adi, decía llorando “Era un soldado valiente, quería ir con sus Golani. Espero que sea el último en caer”. Yonatan Netanel, con un hijo de 4 meses, llamaba a su esposa momentos antes de morir para decirle “Estoy bien. No te preocupes de nada”. El hermano de Nitai Stern, cadete de 21 años, decía: “Si hubiera sabido lo que le esperaba, me habría ido también”. El sábado por la noche, la división Golani en particular, los israelíes registraron 60 heridos (hasta última hora de la noche) y cinco muertos.

El apoyo de la artillería y de la aviación es peligroso tanto para el enemigo, como en la tragedia de la escuela de la UNRWA, como para el ejército israelí, que ha registrado cuatro muertos por fuego amigo. Se puede ver en las operaciones por tierra lo mucho que los israelíes están dispuestos a arriesgar para poner fin a una situación que llevan ocho años soportando. La piedad, las aspiraciones de paz, por encima de todo, son las responsables de esta guerra cuando uno se enfrenta a un enemigo que representa el terrorismo y la jihad. Lo que sorprende en su lugar es este nuevo giro del libelo de sangre judío, sediento de la propaganda árabe donde antes fueron libros arcaicos.

Estaría bien que esta vez los europeos, entrenados por nuestras propias experiencias, pudiéramos evitarlo.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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