La proporcionada respuesta de Israel a Hamás

La proporcionada respuesta de Israel a Hamás

(MICHAEL GERSON).- No hay duda, ninguna, de que el ataque de Israel a Hamás en Gaza está justificado. Ninguna nación puede tolerar que una porción de su población viva bajo las condiciones de los bombardeos alemanes de Londres, pendientes de las sirenas, durmiendo en refugios antibombardeo y una la distancia de la muerte de tan solo la aleatoriedad del vuelo de un misil Qassam.

Y ningún grupo aspirante a la independencia, como Hamás, puede desentenderse de las leyes de soberanía, la moralidad y la civilización, que, como poco, prohíben las tentativas rutinarias de homicidio del vecino.

La respuesta de Israel ha sido calificada de «desproporcionada,» lo cual evidencia la malinterpretación del significado de proporción. La meta de la acción militar, cuando es inevitable, no es llevarse una vida a cambio de cada una de las injustamente robadas; esto es simple venganza.

El objetivo es eliminar las condiciones que condujeron al conflicto y la pérdida de vidas. Hasta el momento, las acciones de Israel han sido proporcionadas con este objetivo. Y los convoyes de combustible, suministros médicos y comida enviados por Israel a Gaza demuestran una preocupación presente por el sufrimiento de los palestinos, hasta durante un asalto amplio a las fuerzas de Hamás.

La meta inmediata de Israel es simple: detener los bombardeos con misiles de Hamás contra el sur de Israel. Pero no es coincidencia que esta medida fuera adoptada por los principales auspiciadores del proceso de paz en la política israelí. La opinión pública israelí no va a aceptar ningún riesgo más en aras de la paz mientras los misiles de Hamás sigan volando. Esos misiles son el símbolo cotidiano de que las concesiones territoriales israelíes acaban en el reforzamiento de enemigos acérrimos y en la muerte de civiles israelíes. La eliminación de esta amenaza no es un obstáculo al proceso de paz. Es el prerrequisito para la reanudación del proceso de paz.

Tampoco es coincidencia que el ataque israelí tenga lugar los últimos días de una fiablemente receptiva administración Bush , a la cual el presidente electo, por encima de todo, debería estar agradecido. Si Israel finaliza la primera fase de sus operaciones en Gaza a la altura del día de la investidura, como parece desear, esto va a permitir que Obama renueve una iniciativa de paz haciendo borrón y cuenta nueva y salvando (con suerte) un importante obstáculo.

Pero los riesgos son considerables. La repetición de la experiencia de Israel en 2006 en el Líbano sería un considerable golpe al estado judío, una manifestación de impotencia frente a amenazas mortales. La campaña del Líbano no fracasó a causa de la comunidad y las críticas internacionales. Fracasó porque los terroristas de Hizbulah pudieron afirmar con relativa credibilidad la victoria del superviviente, confirmada con un alto el fuego que permitió su rearme. Siria e Irán salieron consolidados, no a causa del ataque de Israel a Hizbulah, sino a causa de que Israel no prevaleció.

Los israelíes tienen una ventaja en esta ocasión. En el Líbano, Hizbulah recibió un torrente de armas y apoyo por parte de la vecina Siria. En Gaza, el contrabando de armas ha sido un problema, pero el vecino Egipto no es pro-Hamas. Los ataques aéreos israelíes han sido eficaces en la destrucción de la infraestructura de Hamás, los arsenales y los túneles de contrabando.

Israel reconoce que Hamás declarará su victoria al margen de lo gravemente que salga perjudicado. Pero la verdadera determinación de ganadores y perdedores vendrá a seis meses después de un alto el fuego. Y existen dos criterios objetivos del éxito israelí: el final de los ataques con misiles y morteros contra Israel, y el final del tráfico de armas a gran escala con Hamás.

¿Qué forma tendrá una victoria así? Todavía no está claro. Israel podría volver a ocupar Gaza, derrocar a Hamás e imponer sus términos. Pero los líderes israelíes, en cada una de las vertientes, no prefieren esta imposición masiva, que también daría a entender que la retirada de Israel en 2005 de Gaza fue un error. Es más probable que una invasión por tierra, caso de producirse, dure cuestión de días. En este caso, Israel se reservará el derecho a reanudar los ataques en Gaza en cualquier momento tras la conclusión de un alto el fuego, en respuesta a cada túnel que haya sido excavado y cada misil que haya sido disparado. Y Hamás podría, por supuesto, respetar por fin un alto el fuego que no implique ataques aleatorios a familias israelíes.

En esta crisis, Israel se enfrenta a una prueba de su voluntad y su competencia; ¿han comenzado sus líderes de verdad una operación de tan alto riesgo sin un objetivo claro? América, a su vez, se enfrenta a una prueba de juicio moral. Este conflicto no es una prueba entre tonalidades de gris y matices. Es una cuestión de distinguir entre asesinos y víctimas — y apoyar a un aliado hasta que se logre la victoria clara contra el terrorismo.

2009, Washington Post Writers Group

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