¿Que le espera al próximo presidente de los EEUU?

(DAVID IGNATIUS).-Un carismático pero inexperto joven candidato avanza imparable hacia la Casa Blanca, impulsado por idealistas partidarios y un séquito de prensa aduladora. Hasta el día de las elecciones, sus asesores temen que la gente pueda no votarle, al margen de lo que digan las encuestas, a causa de profundamente arraigados prejuicios. Pero al final, gana. Y entonces empiezan los problemas.

Me estoy refiriendo a John F. Kennedy, el hombre que desafió las ideas anti-católicos preconcebidas y salió elegido presidente en 1960 a la temprana edad de 43 años. A los partidarios de Barack Obama normalmente les gusta la comparación. Pero en víspera de elecciones, reflexionemos un poco más acerca de ello y consideremos lo que espera más allá del resultado del martes.

Al correr el diáfano velo de la historia, tendemos a olvidar el desastre que causó JFK en su primer año en el cargo. Un mundo de problemas le esperaba, y su inexperiencia no defraudó. La CIA le convenció de la desastrosa invasión de Bahía Cochinos. El líder soviético, Nikita Khrushchev, le intimidó en la cumbre de Viena y a continuación levantó el Muro de Berlín. JFK descubrió que el mundo era mucho más complejo de lo que había dado a entender su retórica de campaña.

El candidato que gane el martes se medirá con la realidad de manera parecida. En la práctica, los problemas dentro y fuera del país son tan serios, y el espacio de maniobra tan limitado, que hay que preguntarse el motivo de que alguien desee el cargo. Los riesgos de fracaso van a ser enormes; las oportunidades de avance serán contadas.

Empecemos por el problema más difícil, que es Irak. Obama podrá haberse opuesto a la guerra allá por 2002, pero si sale elegido, el 21 de enero pasará a ser su guerra. Irán está emprendiendo una campaña abierta encaminada a expulsar a América cuanto antes — asestar una derrota visible y dolorosa a Estados Unidos. ¿Cómo podrá el siguiente Presidente sacar a América de esta guerra sin dar aún más poder a Irán? ¿Qué pasa si Irak empieza a precipitarse a la guerra civil? Bush mantuvo Irak intacto el tiempo suficiente para que el fracaso o el éxito se deban al próximo presidente.

Y a continuación está el propio Irán. Estrategas Republicanos y Demócratas convienen en que es hora de intentar dialogar con la República Islámica en unas conversaciones amplias. Pero con las elecciones iraníes programadas para el próximo junio, ¿beneficiará la apertura estadounidense al Presidente Mahmoud Ahmadinejad, el peor escenario posible?

¿Qué pasa con el problema nuclear iraní, que, parece ser el caso, el Presidente Bush va a legar sin resolver a su sucesor? Por imaginar solamente un escenario, suponga que el gobierno israelí envía un diplomático a la Casa Blanca el año que viene con este mensaje: “Ya hemos esperado bastante tiempo. O toma medidas para impedir que Irán consiga la bomba, o tomaremos medidas nosotros.” ¿Cómo respondería a eso el próximo presidente?

¿No está lo bastante deprimido aún? De acuerdo, pensemos en Afganistán. Estamos perdiendo lentamente la guerra allí, la alianza de la OTAN está cada vez más disgregada y entre estrategas se menciona que la mejor manera de salir es negociar con los Talibanes. Quizá John McCain pueda salir de esa, pero ¿podría Obama? Aun así ésa es la elección a la que se enfrentará el próximo presidente — alcanzar un acuerdo con nuestros enemigos, o enviar más efectivos a librar una guerra que puede ser inganable.

Y ahora viene el peor problema de todos, que es la economía. Con suerte, la crisis crediticia habrá cedido antes del 20 de enero, lo que significa que el próximo presidente se enfrentará solamente a una ruinosa recesión en contraste con una debacle económica total. La administración Bush puede haber causado este lío, pero la próxima administración tendrá que pagar la cuenta. Y el peso fiscal recaerá en una nación en la que la recaudación registra un acusado descenso. Mientras tanto hay lista de espera para más rescates, con GM y Chrysler abriendo camino.

¿De verdad va a ser capaz el próximo presidente, incitado por grandes mayorías Demócratas en el Congreso, de decir que no a todos los grupos de intereses especiales? ¿Y qué sucederá cuando los Demócratas del Congreso y sus aliados sindicales empiecen a presionar para obtener nuevas prebendas proteccionistas para amortiguar el impacto del cambio bajista del ciclo global? Ese es un escenario propicio para una ruinosa retirada estadounidense del sistema de comercio global.

Vengo describiendo lo que los economistas llaman «las variables endógenos,» las que están incorporadas al sistema. La variable exógena — el “factor X,” si lo prefiere — es la capacidad presidencial de liderazgo. Un presidente que sepa comunicar y gobernar (y en nuestro mundo, las dos cosas son en realidad la misma) podrá romper las barreras que limitan sus elecciones. Eso es lo que aprendió a hacer JFK con el tiempo. Pero no fue fácil.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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