La crisis financiera empuja a los demócratas a la presidencia estadounidense

La crisis financiera empuja a los demócratas a la presidencia estadounidense

(MICHAEL GERSON).La gran tentación o quizá la descripción de las funciones del comentarista político reside en caer en la sobre interpretación psicoanalítica. Los acontecimientos encajan cuidadosamente, o son obligados a encajar por las bravas, dentro de la narrativa de nuestros propios deseos.

De forma que el estallido de una burbuja crediticia o un episodio de pánico en Wall Street se convierten en la crisis final del capitalismo, instando a “medidas drásticas y francamente socialistas” según los tertulianos que en realidad son partidarios de tales medidas apocalípticas. “La crisis que acaba con el capitalismo,” recuerda el economista Gary Becker, “es algo que se ha dicho que sucede a cada recesión importante o crisis financiera que ha tenido lugar desde Karl Marx.”

El papel de la autoridad pública en la regulación de los mercados es objeto de debate. Los logros morales del capitalismo no. Es el sistema de interacción económica que recompensa la creatividad y la libre iniciativa humanas que produce organización social sin coacción ni opresión. ¿Y cuáles son las alternativas? ¿El lento declive paulatino del socialismo democrático? ¿El feudalismo? ¿El paleo-sindicalismo?.

También estamos viendo la versión política de este esfuerzo ideológico. Los Demócratas parecen destinados a una amplia victoria. Pero pocas veces la causa de un resultado así ha sido más directamente achacable a un solo acontecimiento. A mediados de septiembre, John McCain iba empatado con Barack Obama. Tras una crisis financiera identificada con Wall Street, los banqueros y (algo injustamente) los Republicanos, McCain se quedaba varios puntos rezagado.

Pero esta explicación obvia no ha impedido a los tertulianos declarar la situación del bando Republicano como consecuencia de otras creencias longevas.

Para algunos, la victoria Demócrata proyectada anuncia el abrazo estadounidense al progresismo. Esto sería más creíble si la campaña Obama no estuviera tan visiblemente desprovista de ideas, progresistas o no. El éxito político más grande de Obama ha consistido en evitar las acusaciones de progresismo al tiempo que posee un historial de votación visiblemente progre. Como prueba de su alegato final, Obama es un reductor de impuestos enérgico. Su estrategia política ha destacado la tranquilidad y la estabilidad, no la ambición ni la innovación. Esto puede ser inteligente. A duras penas se traducirá en un mandato ideológico.

Para otros, una derrota Republicana debería interpretarse como el rechazo final a Sarah Palin — «una fanática religiosa y una ignorante orgullosa y presumida” — junto a toda su tropa teocrática. Este juicio es grosero y desinformado a la vez. Sus errores durante la campaña han reflejado inmadurez, no manías religiosas. Y su atractivo es diferente al de la derecha religiosa sureña y tradicional. Ella es un paquete inconfundiblemente occidental que incluye moralidad de municipio, énfasis libertario en la libertad personal (la libertad para disparar a cosas en particular), y un populismo anti-Este. Y a pesar de todas las dificultades del idioma regional, es imposible imaginar a los Republicanos ganando elecciones nacionales futuras sin una generosa dosis de votantes Palin.

Otros más están impacientes por traducir una derrota de McCain como rechazo nacional al conservadurismo. Esto, por supuesto, exigiría que McCain – autor de la reforma de financiación de campaña, partidario de la reforma integral de la inmigración, defensor del sistema de intercambio de emisiones – fuera realmente un símbolo conservador. Inicialmente fueron las elegías de McCain, no sus ortodoxias, las que le convertían en un candidato plausible.

Pero no hay duda, teniendo en cuenta la probabilidad (aunque no la certeza) de la derrota de McCain, de que el movimiento conservador entrará en un periodo de intenso auto-examen. Los asuntos que han proporcionado a los conservadores sus victorias del pasado – particularmente bienestar social y delincuencia – han pasado a ser irrelevantes a consecuencia de su éxito. Los asuntos del momento – el estancamiento de los sueldos, la inestabilidad del clima, los cambios demográficos masivos y el acceso a la sanidad –parecen un extraño territorio virgen para muchos en el movimiento. Y McCain, aunque otrora un reformador, hizo poco por reafirmar esa reputación durante su campaña.

Tras cada pérdida Republicana – al margen de cuál sea la causa – vale la pena recordar las palabras de Whittaker Chambers: “Si el Partido Republicano es incapaz de ponerse al día con el mundo real en el que vivimos y desde él crear y promover activamente un programa que signifique algo para las masas de ciudadanos, alguien más lo hará… El Partido Republicano se convertirá en uno de esos oscuros locales que en apariencia nunca venden nada. Si por cualquier motivo entra, encontrará, al final de todo, un anciano manoseando ropa sin ninguna finalidad, algunos saldos de ropa… nadie quiere comprarlos, lo cual está bien porque el anciano no está interesado de verdad en vender. Simplemente le gusta pensar que hace algo.”

Ésa sigue siendo la elección Republicana: ofrecer un mensaje a las masas, o seguir siendo un negocio destinado por completo a su propio placer ideológico.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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