¿Sobrevivirá el medio ambiente a los ecologistas?

¿Sobrevivirá el medio ambiente a los ecologistas?

(Michael Gerson).- Dos osos polares, conocidos en estas latitudes como osos del hielo, deambulan y bostezan sobre un iceberg. La madre y el cachorro de 2 años destacan en amarillo claro sobre el blanco brillante y el azul glacial – estas mascotas del movimiento contra el calentamiento global parecen majestuosamente contentos en un día del verano ártico.

Los osos polares podrán estar en peligro de extinción, pero no se les puede llamar delicados de ninguna manera. Son asesinos tranquilos y adorables, con mandíbulas curvadas que pueden sacar del agua una foca por la cabeza en un golpe limpio. Si los casquetes de hielo sobre los que cazan se fusionaran por completo, probablemente los osos podrían adaptarse reuniéndose genéticamente con sus parientes terrestres. Pero ya no serían osos polares más.

En tiempos la principal amenaza para estas criaturas procedía de los cazadores que vivían en cabañas apartadas y ponían trampas a lo largo de la orilla. La amenaza viene ahora de una fuente inesperada: los elementos del movimiento ecologista cuya ceguera política y bagaje ideológico pueden socavar los esfuerzos por reducir el papel del carbón en la economía global.

A los americanos les encantan (particularmente) las cosas peludas en lugares lejanos, pero los líderes políticos toman decisiones basadas (particularmente) en los intereses nacionales y los riesgos futuros. El riesgo aquí es fácil de describir: dependiendo del nivel de gases de efecto invernadero y la incierta ciencia de la formación nubosa, los expertos en el clima predicen incrementos en la temperatura global durante este siglo en una horquilla de 2 a 11 grados Fahrenheit. En el extremo inferior de estas posibilidades, Estados Unidos podría sufrir un clima más severo, más incendios y más sequías, pero el peor sufrimiento se concentraría en lugares tales como África o Bangladesh. En el máximo de las predicciones de temperatura, los efectos serían universales y catastróficos – inundaciones masivas, hambrunas por doquier y migración en masa.

Estas predicciones son, por definición, inciertas – extrapoladas a partir de patrones climáticos del pasado distante, deducidos a partir del estudio de antiguas capas de hielo. Pero la certidumbre no puede ser el estándar. Nos enfrentamos a dilemas irresolubles de riesgo y moralidad. Puesto que hasta los cambios moderados en el clima pueden tener consecuencias dramáticas, ¿cuánto riesgo estamos dispuestos a correr? ¿Qué valor damos al sufrimiento de las naciones pobres y vulnerables? ¿Qué énfasis ponemos en el bienestar de las generaciones futuras?

Este cálculo está fuertemente influenciado por otra posibilidad: cambios súbitos no lineales — «puntos críticos.» Por ejemplo, el calentamiento global podría causar un cambio súbito radical en la circulación oceánica, llevando a importantes crisis climáticas. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, este escenario es “muy improbable” – lo cual significa una probabilidad inferior al 10 por ciento. Pero hasta un riesgo de un 5 por ciento de provocar un cambio debería contemplarse con preocupación.

Algunos Republicanos y conservadores tienen tendencia al escepticismo de motivación ideológica. En los debates radiofónicos de la mañana, donde los estándares científicos no son particularmente elevados, la postura parece ser: «Si Al Gore está inquieto por el carbón, es que necesitamos más.» La hostilidad partidista y conspiracionista de Gore es irritante, pero no es particularmente relevante para la ciencia de este tema.

Esto señala, no obstante un problema mayor. Cualquier legislación lo bastante ambiciosa para recortar significativamente las emisiones de carbono y estimular las energías alternativas exigirá un amplio consenso político y social. Nada que sea así de complejo y caro se hace a golpe de votación. Pero muchos líderes ecologistas parecen faltos de práctica en la creación de coaliciones. Tienden a ser convencional, por no decir radicalmente, progres. En ocasiones manifiestan una profunda repugnancia hacia el capitalismo y hostilidad a las industrias de explotación. Su estrategia política consiste principalmente en la elección de los Demócratas. La mayor parte de los esfuerzos medioambientales Republicanos son declarados rápidamente «poco y tarde.»

Lo que es peor, una minoría preocupante del movimiento ecologista parece ver en un exceso de seres humanos, no en un exceso de emisiones de carbono, el principal problema del mundo. En dos escenarios recientes, he escuchado elogiar la política de China de un hijo por hogar como la respuesta a la crisis medioambiental – una especie de totalitarismo que implica el control de la natalidad mediante coacción o aborto. No tengo objeciones a la planificación familiar responsable. Pero ningún movimiento tendrá éxito con este argumento: puesto que nosotros en Occidente hemos emitido tanto carbón, es necesario que haya menos con nuestro aspecto físico.

Los seres humanos no son el enemigo de una política medioambiental sólida; son el motivo primordial de que haya una política medioambiental sólida necesaria.

Si el movimiento para combatir el cambio climático es percibido como radical, anti-capitalista y hostil a la vida humana, es probable que fracase, provocando sufrimiento a muchos, incluyendo a los osos polares. Y así se plantea la cuestión: ¿Sobrevivirá el medio ambiente a los ecologistas?

© 2008, The Washington Post Writers Group

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