Encubriendo la situación de las mujeres musulmanas

Encubriendo la situación de las mujeres musulmanas

(Robert Spencer).-Los portavoces islámicos en Occidente afirman rutinariamente que los no musulmanes solamente sienten recelo de las intenciones musulmanas a causa de «ignorancia» del verdadero y pacífico Islam. Esto, por supuesto, va de la mano con la idea de que no son los musulmanes, sino los no musulmanes (como Geert Wilders en Fitna) los que son responsables de vincular islam con violencia. Este enfoque aleja convenientemente la atención de los actos de violencia cometidos por musulmanes en nombre del islam y la acerca a los supuestos «islamófobos» que presuntamente están convirtiendo a los musulmanes en víctimas al vincular islam con violencia.

Un ejemplo de esto llegaba el viernes en el Ranger Online, una publicación del Instituto de Enseñanza Superior del Álamo y San Antonio. Un artículo titulado «El islam enseña respeto a la mujer», de Martin R. Herrera, informaba de una serie de conferencias celebradas acerca de la mujer en el mundo islámico:

“Meneses y las otras dos mujeres del panel, Aurora Deiri y Narjis Pierre, reconocían que las condiciones de las mujeres varían de un país a otro pero que se derivan en gran medida de la cultura que existía antes de la expansión del islam por todo el mundo y de los matices de las diversas interpretaciones de la teología.

Deiri lo comparaba con las sutilezas de las muchas corrientes cristianas que existen hoy. Excepto en casos extremos de disparidad, que Meneses decía son cada vez más infrecuentes, el islam ha promocionado los derechos a la mujer antes y más significativamente que el cristianismo. ‘Si usted me pregunta si existe feminismo en el mundo musulmán… yo le diría que está en el mundo musulmán’, decía Pierre”.

Es difícil que el mundo occidental vea esto, decía Deiri, porque existe un conocimiento muy limitado de la religión islámica. Esta ignorancia suscita que la gente malinterprete parte de las prácticas externas de los musulmanes que los occidentales citan con frecuencia como opresoras, decía, como la vestimenta de pañuelos en la cabeza por parte de mujeres.

Al ser preguntada cómo cristianismo e islam no podrían ser más diferente hoy cuando comparten una ascendencia común, Deiri respondía, «En ocasiones, la ignorancia permite conservar el poder». De manera que cualquier opresión de la mujer en el mundo musulmán es simplemente un resto de la cultura pre-islámica, y el islam ha sido mejor para las mujeres que cristianismo. Es dudoso que Deiri mencionara algo de esto:

El lugar de calificar a las mujeres como seres humanos iguales a los hombres, el Corán equipara a la mujer con un campo (pasto), a ser utilizado por el hombre como le plazca: «Tus mujeres son un pasto para que lo cultives, de manera que utiliza tu pasto como te plazca” (2:223).

El Corán también afirma que el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre: «Encuentra dos testigos, de entre tus propios hombres, y si no hay dos varones, entonces un hombre y dos mujeres, a tu elección, como testigos, de manera que si una se equivoca, la otra pueda corregirla” (2:282).

Permite a los hombres casarse con hasta cuatro esposas, y también tener relaciones con muchachas esclavas: «Si temes no ser capaz de tratar con justicia a los huérfanos, contrae matrimonio con mujeres de tu elección, dos o tres o cuatro; pero si temes no ser capaz de tratarlas con justicia, entonces solamente una o una cautiva cuyo derecho sobre ella tengas, que será más conveniente para evitar que cometas injusticia” (4:3).

Se deduce que la herencia de un hijo debe ser del doble del tamaño de la de una hija: «Alá te ordena por tanto con respecto a la herencia de tus hijos: al varón, una porción igual a la de dos hijas” (4:11).

Lo peor de todo es que el Corán dice a los maridos que golpeen a sus esposas desobedientes: «Los hombres están a cargo de las mujeres, porque Alá hizo que uno superase a las otras, y porque ellos gastan de su propiedad (en la manutención de las mujeres). De manera que las buenas mujeres son las obedientes, guardando el secreto de lo que Alá les ordenó guardar. Y en cuanto a aquellas de las que temas rebelión, amonéstalas y condénalas a camas separadas, y golpéalas” (4:34).

Nada de eso es cultural: tampoco es un artefacto histórico. Para comprender el caso de la violencia conyugal, por ejemplo, el Instituto de Ciencias Médicas de Pakistán ha determinado que más del 90 por ciento de las esposas paquistaníes han sido golpeadas, apaleadas o se ha abusado sexualmente de ellas — por ofensas del orden de cocinar una comida no satisfactoria. Otras fueron castigadas por no dar a luz a un hijo varón. En la primavera de 2005, cuando la nación de África oriental de Chad intentaba instituir una nueva ley familiar que ilegalizaría la violencia conyugal, los clérigos musulmanes encabezaban la resistencia a la medida por anti- islámica.

¿Suceden estas cosas, como decían las panelistas de arriba, a causa de restos culturales pre-islámicos? No, suceden porque los clérigos islámicos de todo el mundo han hablado con aprobación de la violencia conyugal. En 1984, el jeque Yousef Qaradhawi, uno de los clérigos islámicos más respetados e influyentes del mundo, escribía: «Si el marido piensa que la sensación de desobediencia y rebelión está creciendo entre su esposa y él, debe emplearse a fondo en rectificarla mediante palabras bonitas, persuasión caballerosa y razonamiento.

Si esto no ayuda, debe dormir en camas separadas, intentando despertar su dócil naturaleza femenina de manera que la serenidad sea restaurada, y pueda responderle de manera armoniosa. Si este enfoque falla, le está permitido pegarle ligeramente con sus manos, evitando su cara y otras partes delicadas». Hasta el prominente líder musulmán norteamericano Dr. Muzammil H. Siddiqi, ex presidente de la Sociedad Islámica de Norteamérica (ISNA), ha dicho que «en algunos casos un marido puede utilizar algunas acciones disciplinarias ligeras para corregir las infracciones morales de su esposa», y ha invocado explícitamente el islam en apoyo a esta opinión: «El Corán es muy claro en esta materia».

Informar sobre esto, o sobre cómo sufren aún las mujeres a causa de estas y otras enseñanzas islámicas, es un asunto de «ignorancia». En la práctica, paradójicamente, es Deiri y otras como ella las que expanden la ignorancia genuina ignorando, negando y restando importancia a todo esto. Y si en la práctica la ignorancia permite a alguien conservar el poder — a la luz de ese comentario exacto y apropiado – es importante plantear: ¿con qué fin está Deiri propagando estas distorsiones y medias verdades? ¿Qué poder está intentando conservar la gente que hace esto? ¿Los que se benefician de esta ignorancia no serán los que están oprimiendo a las mujeres en el mundo islámico?

Es un misterio el motivo de que Deiri quiera ayudarles — el Síndrome de Estocolmo viene a la cabeza, pero quizá sea simplemente un asunto de lealtad religiosa. Si es así, va mal encaminada: la situación de las mujeres en el islam no mejorará hasta que las mujeres musulmanas estén dispuestas a atreverse a hablar sobre su difícil situación en lugar de maquillarla y esperar que nadie se dé cuenta. Quizá en esto puedan seguir el ejemplo de Aisha, una esposa de Mahoma que le amonestó una vez: «No he visto sufrir a ninguna mujer como a las mujeres creyentes».

Ese es el primer paso para poner fin a ese sufrimiento.

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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