Los estudiantes musulmanes exigen horarios de oración en Australia

Los estudiantes musulmanes exigen horarios de oración en Australia

(PD).-Los estudiantes musulmanes de las universidades australianas han exigido que el horario de las clases sea alterado para ajustarse a sus horarios de oración, y que a los estudiantes masculinos y femeninos se les proporcionen cafeterías y espacios de recreo segregados.

Esto coincide -cuenta Robert Spencer en Jihad Watch– con iniciativas parecidas en Estados Unidos, donde la Asociación de Estudiantes Musulmanes, desde su página de «Grupo de Trabajo para el Acomodo Musulmán», difunde panfletos y archivos PDF titulados «Cómo lograr vacaciones islámicas en la universidad», «Cómo establecer una sala de oración en la universidad», o «Cómo lograr que la comida en la universidad sea halal».

La asociación musulmana enseña a los estudiantes a plantear estas exigencias en el contexto del multiculturalismo y los derechos civiles. «La mayor parte de las universidades», explica la publicación acerca de obtener el reconocimiento al culto islámico, «incluyen respetar la diversidad como parte de su declaración de intenciones. Consideran la matriculación de estudiantes diversos un activo para la comunidad, dado que mejoran la experiencia educativa del aula y enriquecen la vida estudiantil. Intenta encontrar estos estatutos específicos de tu universidad, y explica que el reconocimiento a las fiestas islámicas serviría de ejemplo práctico de cumplir estos ideales».

Tal reconocimiento serviría también para corregir los agravios a los musulmanes en las universidades: «Si algún caso de parcialidad contra musulmanes tuvo lugar en el campus en el pasado reciente, plantea la propuesta como una oportunidad para fomentar la cooperación e incrementar el entendimiento». Sería un tema de derechos civiles simple: «Adicionalmente, si se está ofreciendo reconocimiento a las fiestas de otras comunidades religiosas (judíos, católicos, protestantes), los musulmanes tienen motivos de peso para plantear una petición de igual consideración a sus requisitos religiosos”.

Es irónico que tales llamamientos a la consideración igualitaria se hagan al servicio de una agenda tan interesada en desvincularse: los llamamientos a las instalaciones de comida y ejercicio segregadas por sexos son una extraña nota discordante en un movimiento que se instaura bajo el disfraz de movimiento americano de derechos civiles. Al amparo de la asociación musulmana, la Rosa Parks musulmana insistiría en sentarse en un sitio separado en el autobús, y los estudiantes musulmanes exigirían el derecho a no comer en cafeterías infieles.

Esta es una de las razones principales, pero no la única en absoluto, de que las cada vez más extrañas exigencias de acomodo a las prácticas musulmanas realizadas a países occidentales no sean la manifestación más reciente de la iniciativa por los derechos civiles de las minorías, al margen de las pantomimas y las protestas de los líderes musulmanes. Exigir un sitio en la mesa no es lo mismo que exigir una mesa separada propia. En el movimiento de los derechos civiles, los negros americanos trabajaron por la total inclusión en la cultura democrática secular general, no por intentar obtener su propio enclave segregado dentro de ella. En cualquier caso, tenían eso ya, y eso era el problema: si el Tribunal Supremo pudo concluir en el veredicto de Brown contra la junta de educación de Topeka que “en el campo de la enseñanza pública, la doctrina de separados pero iguales no tiene lugar” porque «las instalaciones educativas separadas son inherentemente desiguales», entonces lo siguen siendo.

E igual que eran juzgadas desiguales en 1954 porque incitaban a posturas culturales que exaltaban a un colectivo como superior a otro, también sucede hoy: las exigencias de los grupos musulmanes de instalaciones separadas están al servicio de una ideología supremacista que emana de las afirmaciones coránicas de que los musulmanes son «los mejores de todos los pueblos” (3:110), mientras que los infieles son «los más viles de los seres creados” (98:6). Los no creyentes son impuros (9:28) – lo cual conduce a la conclusión, razonable para los religiosos, de que los musulmanes deben evitar el contacto con ellos. Toda capitulación occidental realizada a las exigencias de acomodo musulmán solamente alimentan estas nociones supremacistas y trabajan directamente contra los objetivos reales del movimiento de los derechos civiles, que fueron justicia igualitaria y derechos iguales para todos.

Lo que es más, la Asociación de Estudiantes Musulmanes, la principal partidaria del creciente movimiento por el acomodo musulmán en los Estados Unidos, es enumerada como «amiga» de la Hermandad Musulmana en el infame memorando de 1992 que hablaba acerca de la «gran jihad» encaminada a «eliminar y destruir la civilización occidental desde el interior y sabotear su miserable casa mediante sus manos y las manos de los fieles para que sea eliminada y la religión de Alá salga victoriosa sobre todas las demás religiones». La victoria de la religión de Alá sobre las demás religiones es un imperativo coránico: «Y combátelos hasta que la persecución ya no tenga sentido, y la religión de todos sea la de Alá” (8:39), y es un imperativo inherentemente supremacista en el que los no musulmanes pagan un impuesto especial del que los musulmanes están exentos, la jizya, “con dispuesta sumisión y sintiéndose sometidos” (9:29).

En lugar de capitular a las demandas musulmanas de instalaciones separadas, la dirección universitaria y los funcionarios públicos tienen que poner en duda las exigencias en materia de objetivos generales de aquellos que las realizan, y la incongruencia de afirmar que la creación de su propio enclave es un asunto de igualdad de derechos para todos.

¿Pero cuándo tendrá la dirección universitaria y los funcionarios públicos este tipo de valor y previsión?

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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