Como es bien sabido, en su clásico estudio sobre “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Max Weber explicó con claridad cómo y por qué la palabra alemana “profesión” (“Beruf”) tiene un importante matiz religioso, en cuanto que nos lleva a la idea de “una misión impuesta por Dios”. O sea, según la mentalidad de Lutero, el más noble contenido de la propia conducta moral consiste en sentir como un deber el cumplimiento (lo más perfecto posible) de la tarea que entraña nuestra tarea profesional en el mundo. En otras palabras, la vocación que Dios le impone a cada cual, en esta vida, consiste en que se comporte como un buen profesional en su trabajo.
La situación penosa y complicada, que estamos viviendo en España, sin saber en qué o cómo va a terminar todo esto, provoca lógicamente un malestar que, de una manera o de otra, nos alcanza a todos los ciudadanos de este país. Además, como es bien sabido, algo muy parecido a lo que ocurre en España, está ocurriendo también – por motivos distintos – en otros países, en los que los motivos políticos, económicos, jurídicos o sociales son distintos. Pero el malestar (y el consiguiente pesimismo) es bastante parecido, en no pocos países de Europa, de América, de Asia, etc.
La situación penosa y complicada, que estamos viviendo en España, sin saber en qué o cómo va a terminar todo esto, provoca lógicamente un malestar que, de una manera o de otra, nos alcanza a todos los ciudadanos de este país. Además, como es bien sabido, algo muy parecido a lo que ocurre en España, está ocurriendo también – por motivos distintos – en otros países, en los que los motivos políticos, económicos, jurídicos o sociales son distintos. Pero el malestar (y el consiguiente pesimismo) es bastante parecido, en no pocos países de Europa, de América, de Asia, etc.
En el reciente viaje (a la ida) a los Emiratos Árabes, el papa Francisco les dijo a los periodistas que no piensa (al menos, por ahora) viajar a España. ¿Por qué? No parece que esta decisión de Francisco se deba a motivos políticos y a la complicada situación que tenemos en nuestro país, en este orden de cosas. No. La cosa no va por ahí.
Lo que quiero explicar, en esta reflexión, es que quienes pensamos en Dios y hablamos de Dios, lo hacemos de tal manera que, sin darnos cuenta ni sospecharlo, pensamos y hablamos de forma que deformamos a Dios, lo desfiguramos y hasta lo manipulamos hasta el absurdo de que Dios tiene que ser como a cada cual le interesa o le conviene.
Jueves, 21 de febrero