En las buena novelas el paisaje siempre es una metáfora del asunto que se trata. En las buenas novelas el clima es una clave y no sólo un adorno, nunca un mero marco. Marcelo Luján (Buenos Aires, 1973) escribe una muy buena novela porque antes que nada, sabe construir un paisaje y un clima, y adentro de esa construcción hace mover a un elenco de fantasmas susurrantes y sospechosos. Subsuelo (Salto de página, 2015) cuenta la historia de una familia protagonizada por dos hermanos mellizos (un chico y una chica), y los acontecimientos en dos veranos en “la parcela del valle”, una casa de veraneo. En ese espacio la narración será muy parecida a un secreto en partes, o un rosario de secretos que al lector sólo le será dado revelar si pega la oreja a la página.
La prosa poética de Luján y el perfil desconcertante de los actores, a veces amoral, tierno a la vez en sus descalabros emocionales, se va abriendo a través que evoluciona la obra y allí iremos viendo la verdad que se muestra cautelosamente, con suspense, igual que una novela negra que diseña escenas de horror con fondos musicales de canciones infantiles.
Y hay una piscina y hormigas y pasados innombrables y un cadáver y un pantano.
Luján murmura fantasmas poéticos y atroces y el lector pega la oreja al papel y escucha literatura.
Miércoles, 25 de abril
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