Sesión Golfa

Juan Carrasco de las Heras

El juego de Ender: el puto amo

Dani Vicente, como ya saben los habituales, es ocasional colaborador de este espacio y en esta ocasión nos hace partícipes de su opinión sobre una polémica cinta de estreno. A él corresponden opiniones en acuerdo o desacuerdo y a un servidor la responsabilidad de lo que aquí se diga. Gracias, Capitán, por tu estimable aportación de la que tomamos buena nota.

Las comparaciones son odiosas, pero aún más las adaptaciones de novelas al cine. Y es que uno, cuando se pone a analizar, tiene que decidir si habla de una buena película o de una buena adaptación, y es que no es la misma cosa señores.

Pongamos por ejemplo el Señor de los Anillos. Si uno lee la trilogía y lo pasa, página a página, al séptimo arte, uno acabaría hasta el gorro de viajes interminables que el bueno de Tolkien describe al detalle, así como diálogos que duran páginas y páginas en donde, en esencia, se puede decir que ‘no pasa nada’. Peter Jackson lo tuvo claro desde el principio, se quitó de encima lo que menos le gustaba y tomó lo que él consideró oportuno, tomándose algunas licencias que los más fanáticos de SDA se echaban las manos a la cabeza. ¿Es una buena película? Sí ¿Es una buena adaptación? Quizás no del todo.

Dicho esto, hablemos del Juego de Ender (2013) bajo la dirección de Gavin Hood (X-Men Orígenes: Lobezno), un reto a la altura del propio Señor de los Anillos, ya que si Jackson se atrevió con la que es posiblemente la ‘Biblia’ de la fantasía, Hood, que también ha escrito el guión, lo hace con la célebre novela de Orson Scott Card, obra culmen de la ciencia ficción. Toda una saga que ha llegado a los 14 ejemplares de este prestigioso autor que tiene en su vitrina los dos premios más importantes de la temática, el Hugo y el Nébula, ambos por partida doble, ya que la secuela de The Ender’s Game (título original), la Voz de los Muertos, también fue premiado. Es el único autor que ha conseguido esta ‘proeza’. Con un par.

Pero vayamos al meollo. Estamos en el año 2070. La humanidad ha resistido el ataque de una raza de ‘aliens’, los Insectores, y vive bajo la amenaza de una nueva invasión.
Para combatir al enemigo, instruyen a los niños más prometedores, desde muy pequeños, en todo lo relativo a las tácticas militares para convertirlos en comandantes de ejércitos y flotas estelares.

Andrew ‘Ender’ (su apodo, el ‘finalizador’ podríamos traducirlo) Wiggin es un niño prodigio, el tercer hijo de un matrimonio en una sociedad que sólo acepta dos hijos por familia para evitar la superpoblación, pero al ser sus dos hermanos dos genios, el gobierno le da permiso para engendrar a esta especie de Harry Potter del futuro al que todos señalan como el salvador y que dará la victoria a la humanidad.

El primer libro, y la película, relatan básicamente la instrucción de Ender en la Escuela de Batalla, en plena órbita de la Tierra. Pero mientras que en la novela uno aprecia la presión que supone ser el futuro salvador de la tierra además de enfrentarse a los problemas de un niño en un entorno desconocido, en la película se pierde esa sensación opresiva, y prácticamente desde el principio Ender es el, coloquialmente hablando, ‘puto amo’.

La novela de Scott Card, sobre todo sus secuelas, profundiza mucho en la mentalidad del hombre, su capacidad de destrucción y su inmadurez cuando peca de falta de humanidad, curiosamente, ante una raza de extraterrestres de aspecto terrible (pocas cosas dan más pavor que los bichos, sobre todo los bichos gigantes), pero quizás con una mentalidad más humana, si queremos darle a esta palabra el sentido de convivencia con el entorno y hablar antes que actuar.

La película es, en resumidas cuentas, ‘una de naves y rayos laser’, amena, para echar el rato, y que por supuesto carece de toda ese misticismo que ha convertido a la saga en una de las referencias de la ciencia ficción.

Como gancho de cara al gran público, el grandísimo Harrison Ford (coronel Graff), protagonista de obras maestras de la materia como son la enorme Blade Runner y la popular Guerra de las Galaxias, pero que en esta ocasión se le ve completamente perdido (‘cuando termine me pagan, que me voy’), con el mismo gesto durante los 114 minutos de película, al lado de un nuevo niño prodigio, Asa Butterfield (La Invención de Hugo), que a mi juicio convierte en buen actor a Daniel Radcliffe (¡otra vez Harry Potter), aunque sí es cierto que su pésimo doblaje (en la versión en castellano) no ayuda en absoluto.

En resumidas cuentas, una película que puede ser toda una salvación un viernes o sábado por la noche, cuando no haya un plan mejor, pero que a los fanáticos de la saga supondrá seguramente poco menos que una herejía que borrar de la mente cuanto antes.

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Juan Carrasco

Éste homínido ceutí es crítico de cine desde hace años en el diario El Faro de Ceuta, así como responsable del espacio cinematográfico y de opinión "Fila 7" en la web www.ceuta.com y colaborador en la emisora de radio Onda 0 con su sección semanal "El Cine en la Onda".

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