Frank Miller es el indiscutible “Señor de la noche” del mundo del cómic, y su leyenda va mucho más allá de la su genial labor al servicio de Batman, ya que títulos como Sin City o Ronin, además de la larga etapa a los mandos de la serie regular de Daredevil subrayan que sobre cualquier elogio. Conseguido todo en el mundo de la viñeta, y a pesar de reconocerse detractor de las adaptaciones cinematográficas, Robert Rodriguez le convenció para que codirigiera la adaptación de la mencionada Sin City, y ahora el propio Miller debuta en solitario plasmando en la gran pantalla The Spirit, la creación de su amigo Will Eisner.
La realidad es que Miller ha rodado una tontería (a veces agradable, a veces aburrida, pero una tontería), porque el argumento en el que está basada no da para más, pero lo realmente resaltable de la empresa es que se ha continuado caminando por el sendero estilístico que se trazó en la colaboración con Robert Rodriguez. La misma tecnología que ha permitido ver miles de orcos en ebullición o volar a la armadura de Iron Man es la que hace posible “dibujar” un cómic en el cine con personajes de carne y hueso. Las opiniones son claramente contrastadas: mientras muchos son los que opinan que esto no es cine, y se está perdiendo el norte académico del que fuera bautizado como séptimo arte, otros somos los que creemos que el futuro se encuentra en la fusión y en la pluralidad, y la fusión no es sacrilegio, sino renovarse o morir.
La estética interesantísima de resaltar colores vivos y rebajar la tonalidad de los fondos, a costa de una cierta frialdad irreal, aporta una visión espectacular que atrapa a los sentidos. El problema de cintas como la que nos atañe estriba –sin tomarse en serio a sí misma, honestidad que hay que reconocerle como virtud- en su falta de fuerza de fondo, en que la historia es débil hasta diluirse como azucarillo en café hirviendo, pero no en su original concepción.
Ante las carencias evidenciadas hay que plantear como reclamo las espectacularísimas apariciones de Eva Mendes (sobre todo ella), Scarlett Johansson y Paz Vega ornamentando el resultado final de este bonito cuadro. El mismo autor se declara como un “obsesionado con las mujeres hermosas” (excentricidades que tiene la gente rara), y doy fe de que sabe cómo sacarle partido a sus “manías”.
En el resto del plantel nos encontramos al intrascendente y poco conocido Gabriel Macht dando vida al vigilante “enmascarado” desfacedor de entuertos y a Samuel L. Jackson que hace el ridículo -y lo que puede como el buen actor que es- en pantalla interpretando a la némesis del héroe, un personaje esperpénticamente caricaturesco.
Me quedo sin dudarlo con la opción que la infografía, unida a talentos originales, supone para el cine moderno, sin renunciar a los grandes clásicos de antes y de hoy (ahí está todavía Clint Eastwood en plena forma).
Dirección y guión: Frank Miller. Duración: 103 min. Intérpretes: Gabriel Macht (Spirit/Denny Colt), Samuel L. Jackson (Octopus), Sarah Paulson (Ellen), Eva Mendes (Sand Saref), Dan Lauria (Dolan), Paz Vega (Plaster de París), Jaime King (Lorelei), Scarlett Johansson (Silken Floss),
Louis Lombardi (Phobos), Stana Katic (Morgenstern), Eric Balfour (Mahmoud), Richard Portnow (Donenfeld), Johnny Simmons (Spirit joven). Guión: Frank Miller; basado en la serie de cómics de Will Eisner. Música: David Newman. Fotografía: Bill Pope. Montaje: Gregory Nussbaum. Dirección artística: Rosario Provenza. Vestuario: Michael Dennison.
