Embriagado por el espíritu navideño que aún nos acosa, me he decidido a escribiros mi, desde el año pasado, otra vez tradicional carta, ahora que las reuniones familiares y los excesos me permiten un ratito de tranquilidad.
En nuestra última comunicación me temo que me dejé llevar por el entusiasmo y me permití solicitar presentes demasiado inalcanzables, así que me tuve que conformar con la ropa y el Mp3 de rigor. Y muy agradecido les quedo, no me entiendan mal, por concederme esa generosidad material de la que no gozan en la mayoría de los sitios. Aprendida la lección, este año voy a intentar pedir algo a más pequeña escala y factible, aunque igualmente me haga ilusión, y todos contentos. El día seis comprobaré si he conseguido no excederme en el carácter utópico de mi lista, que a continuación paso a enumerar con orden ascendente de prioridad:
En primer lugar me gustaría que se suprimieran las agobiantes y eternas campañas electorales que tanto muestran el alma humana, interesada, de si te he visto no me acuerdo. Estoy muy harto de que todos los candidatos me acosen en cualquier medio para intentar robarme un voto que usarán después a su antojo y sin recordar que es prestado. Y relacionado con este tema, aprovecho para pedir cordura y que no cobren a justos los supuestos pecados que a nadie se le pueden atribuir, y no haya que pagar multas por grabar a tu hijo con el teléfono móvil o comprarte ese ordenador que necesitas para ganarte la vida; y después darle el botín a organizaciones privadas de piratas, estos sí, para que lo “gestionen”. Que de una puñetera vez sepa lo que hace quien mande en la cultura española, y sea la transmisión de la misma el mayor interés que prevalezca.
Pero como sé que alguien tiene que dirigir, por lo menos pido a Vuestras Majestades que iluminen con el don de la decencia a los que no lo poseen, y con el de la paciencia a los que sí; porque vivimos en un amado lugar en el que, desgraciadamente, el nivel de bilis en sangre excede lo recomendable, y en demasiadas ocasiones nos lanzamos como hienas codiciando la corbata de seda que tiene el de enfrente, sea legítima o no.
Si no es abusar demasiado de su generosidad, me encantaría que el año que acabamos de estrenar nos traiga a todos como mínimo un “que me quede como estoy” en nuestra mala salud, y si no pudiera ser, que por lo menos sepamos afrontar las dificultades con entereza y tengamos fuerzas para asumir el sufrimiento. Y ya que hablamos de sufrimiento (esto ya lo pedí el año pasado, pero no tengo más remedio que repetir), estaría muy agradecido si aquellos desalmados que embarcan a pobres infelices en busca de la muerte en cascarones que flotan en un mar implacable reciben una buena dosis de remordimientos que les impidan mirarse a un espejo.
Por último, para no resultar abusivo, voy a acabar deseando que aquellos que están solos encuentren algo de calor humano, y que el año que viene por estas fechas hayamos ganado al menos un amigo más del que hemos perdido. Si todo ello tampoco fuera posible esta vez, siempre puedo conformarme con un abrigo, una videocámara y algún que otro libro.
Sin más que añadir, me voy despidiendo hasta 2009, cuando volveré a hacer uso, si todo va bien, de mi egoísta condición humana para pedir más cosas. Un cariñoso saludo:
Juanito
PD: Los polvorones y el agua para los camellos volverán a estar donde siempre.
