Hace dos o tres años sentaron a un arzobispo en el banquillo. No menciono su nombre, aunque es algo público. Es primera vez en mi vida que he contemplado tamaño bochorno. Tuvo que sufrir el dignatario, a la vez que todos los cristianos. La opinión pública se dividió: unos a favor del obispo, otros, del cura denunciante. El caso es que en el primer juicio apareció como culpable el obispo; en el segundo, el de apelación, salió absuelto.
Yo no recuerdo los detalles. En mi mente está el cura denunciante, a quien tocó sufrir mucho por parte del obispo, y se creyó con derecho a interponer demanda judicial. En mi memoria perdura – y no sé si es exacto mi recuerdo – que el obispo no echaba marcha atrás de sus obras con relación al cura. Y todo llegó a los tribunales civiles.
Pienso que tanto obispos como curas han de aprender una lección de aquel hecho desagradable para todos los cristianos. Ante todo, entenderse, dialogar, procurar que no vayan por esos derroteros los asuntos del clero. Pienso que nuestros hermanos los obispos habrán asimilado todos una enseñanza: que pasaron los tiempos en que se podía tratar a los curas como seres de total sumisión al prelado.
Hemos llegado a una mayoría de edad social y cristiana: las palabras “superior” y “súbdito” se han desterrado de nuestro vocabulario habitual. Es necesario dialogar y entenderse entre compañeros, máxime entre curas y obispos que llevan una causa común, un ideal común; que han de vivir con verdadero amor. El obispo no se crea más que nadie. Tampoco menos ni acomplejado. Que se dé cuenta de la igualdad sustancial entre todas las personas y que su autoridad ha de ser de amor, de ejemplo y de celo por la salvación de las almas: de servicio. Son puntos de la dura lección enseñada aquellos días en un juicio que ojalá no vuelva a repetirse.
¿Y para los curas, qué lección? Humildad, buscar el diálogo, dentro de una dignidad plena y sin fisuras. Valerse de cualquier medio para buscar mediación ante un prelado autoritario, sin acudir al terreno de la querella judicial, siempre luctuoso, aun para quien gana.
José María Lorenzo Amelibia
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Es hora de que nuestra mentalidad, sobre todo en lo eclesial, se borren las distancias de jerarquías. Sí, que cumplan los obispos su misión; nadie se lo negará, pero desde la cercanía, desde el amor. No desde su atalaya o desde su trono, a base de baculazos.
No estamos acostumbrados a ver obispos en el banquillo, pero tal y como están las cosas, puede volver a verse una circunstancia parecida, porque hemos llegado a una mayoría de edad en el clero y no se aguantan arbitrariedades, y no lo digo por el caso presente que no conozco, sino hablando en general.
Los obispos lo tienen muy difícil. Con una misma acción o decisión, son criticados por unos como buenos; por otros, como malos. Es del todo imposible que las decisiones de los obispos tengan buena acogida por todos. Únicamente suelen ser de recibo cuando se ejercitan con mucho amor y muchísima humildad. Ahí está la diferencia. Y esto es muy difícil.
al parecer el obispo tenía que haber dejado que el cura robara el trabajo de otros.
saludos
Dimas: Se trata del arzobispo de Granada, Franciso Javier Martínez Fernández. Los hechos ocurrieron en 2007.
¿Cuándo dentro del clero se van a dejar de tirar los trastos en la cabeza? Me importa lo mismo quién tenga razón, pero el obispo siempre ha de dar testimonio de amor. ¡Y los curas! ¡Y los cristianos!
ARIS: Yo tengo un vago recuerdo de los hechos; ni siquiera sé de qué obispo se trata ni de qué cura. Pero sí recuerdo que la primera vez que el obispo se sentó en el banquillo, salió condenado. La segunda, salió absuelto. No sé cuál de los dos juicios fue el justo, porque los dos, imposible. Lo que sí te digo que no será tan sencillo como tú lo expones. Y que quizás haya curas caraduras, pero también obispos poco humildes y poco circunspectos.
se me ha ocurrido investigar y resulta que el sacerdote demandante se apropió indebidamente de los derechos de un libro sobre la Catedral de Granada, el resto de autores denunciaron ante el Arzobispo esta apropiación indebida y el sacerdote reaccionó demandando por injurias y calumnias al Arzobispo.
me parece que efectivamente los obispos tiene que aprender una lección de este suceso: que hay mucho cura caradura en su clero.
saludos
Aquello fue bochornoso. Bien que saques estas consecuencias pacifistas y pacificadoras. Pero fue un bochorno por ambas partes al no haber llegado a un entendimiento. A mi modo de ver más responsable el obispo, porque debe resplandecer en humildad.
Me ha gustado esta crítica. Aquello fue todo muy humano dentro del siglo XXI. Hace cincuenta años, el cura hubiese agachado la cabeza, y a callar. El obispo hubiera salido con la suya porque es el superior. Hoy no cabe el despotismo. Dices muy bien que se trata de una buena lección para los obispos.
Martes, 19 de febrero