Hoy San José, el día del Seminario. Me viene a la mente los antiguos tiempos de Seminarista. Miro mi libro "Mantenemos viva nuestra vocación sacerdotal" y copio una página sobre un día de crisis en mi Seminario:
"No estoy a gusto en el Seminario. Pero ¿cómo voy a estar a gusto con un régimen tan estilo de cárcel? Hay que aguantar: el sacerdocio merece la pena este esfuerzo. ¿Abandonar la carrera cuando el mundo se corrompe? No, por nada. Si es preciso hacer sacrificios, vengan los sacrificios… ¡Cuánto falta para terminar la carrera! Enséñame, Señor, a sufrir con alegría. Que nunca desaparezca en mí el buen humor. Yo me voy a la capilla, con Jesús. Quisiera llorar de Amor a Él.
En el paseo del día 8 de marzo, Martinena y yo charlamos tranquilamente sobre la grandeza del sacerdocio. Vemos mozos que marchan a Javier para el domingo de la Novena de la Gracia; la javierada. ¡Ser sacerdote santo, y ahora seminarista santo! Regresamos al Seminario llenos de gran entusiasmo. La brisa ondea las banderas azules. Amarte, Jesús. Diálogo más íntimo contigo, Señor…
Me abro a la acción de Dios; procuro la abnegación de mí mismo. Ahora ¿para qué quiero ser jefe de nada? Luego, con las almas, jefe en el sentido de ser el primer luchador. Es formidable ser el primero, pero oculto, el último, aunque parezca paradoja. Y si tengo que sobresalir en algo que sea en humildad. Que esté siempre dispuesto a ser el último.
José María Lorenzo Amelibia
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Lunes, 23 de abril