Según el psicoanalista Schneider, Marilyn era «borderline»

El abandono de su madre mató a Marilyn. Aquel trauma la persiguió toda su vida y tambaleó su quebradiza personalidad hasta caer en los brazos de los fármacos, las drogas, el alcohol y la muerte.

Nunca superó el miedo a ser abandonada, pero además, Norma Jean era borderline. Así lo diagnostica el psicoanalista y escritor Michel Schneider, que en su nuevo libro Últimas sesiones con Marilyn (Alfaguara) indaga en los miedos, deseos y frustraciones de la actriz a partir de sus encuentros con su último terapeuta, Ralph Greenson.

Explica Imma Fernández en El Periódico que de su exhaustiva investigación, que ha novelado con pinceladas de ficción, Schneider concluye que nadie –ni Greenson (la última persona que la vio viva y la primera que la halló muerta), ni los Kennedy ni la mafia…–mató al mito.

Fue la parca, que siempre estuvo flirteando con ella. «Tenía un instinto de muerte muy fuerte; estaba dentro de ella desde su infancia, desde el abandono. Cuando ya no toleraba más la vida, fue a su encuentro. Poco importa si ella se tomó la sobredosis de fármacos o si hubo una mano criminal. Eso nunca se sabrá», asume el autor.

A lo largo de 36 años, la protagonista de Vidas rebeldes buscó desesperadamente aquel amor materno ausente.

«Buscó el deseo en la mirada de los espectadores, de los cineastas, como metáfora del amor que le faltó. Ella pedía ser amada pero se le respondía con deseo», subraya Schneider. Hasta en los hombres buscaba a la madre. «Cuando la abrazaban, sentía la ilusión de que Norma Jean existía, no solo Marilyn». Porque la mujer detrás de la actriz padecía una despersonalización casi psicótica.

«Sentía que era una imagen virtual más que real».

SEXO SIN AMOR

«El sexo y el amor son para mí tan inseparables como mis dos pechos», decía el mito erótico. Pero ella los vivió disociados. «A veces halló amor, en su amigo homosexual Truman Capote, en Greenson, en Arthur Miller… y otras, solo sexo. Los hombres que la usaron, como los Kennedy,no la amaron. Kennedy, al ver que era demasiado visible tenerla como amante, puso fin a la relación de manera brutal».

También Greenson la abandonó y precipitó su caída al abismo. «Había sido como una madre y un padre para ella durante dos años, la llevaba a su casa… Quiso reparar las heridas infantiles dándole una familia, pero le privó de su autonomía. Fue un Pigmalión que fabricó una Marilyn artificial».

Un mal terapeuta y un buen amigo. Hasta que la dejó y ella revivió su mayor trauma.

El gran error de Greenson fue creer que el psicoanálisis la curaría. La muñeca rota de Hollywood llevaba una carga psiquiátrica muy pesada: su abuela se suicidó y su madre, esquizofrénica, vivió en un frenopático. Ambas, madre e hija, se negaron mutuamente.

«Marilyn decía que su madre estaba muerta, y para ella era así; y su madre, al fallecer la actriz, dijo que no era su hija», cuenta Schneider.

«Se pasó 10 años en el diván, pero ninguna terapia de entonces podía curar a Norma Jean. Ahora quizá sí hubiera podido vivir de una manera menos dolorosa».

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