El cardenal Rouco y los obispos españoles se esforzaron ayer en quitar toda connotación política a la ceremonia de beatificación de 498 religiosos españoles en el Vaticano. Estos religiosos fueron asesinados -y algunos de ellos torturados antes de morir- durante la Guerra Civil. Constituyen un ejemplo de las atrocidades que cometieron ambos bandos.
La Iglesia católica ha incidido estos días en que sus sacerdotes, monjas y fieles son un ejemplo de reconciliación porque murieron perdonando a sus verdugos. Este es justamente el mensaje que debería prevalecer: el del perdón y la reconciliación. Está bien mirar hacia atrás, pero sin ira y sin revanchismo.
La delegación española presente en el Vaticano estaba encabezada por Miguel Angel Moratinos, ministro de Exteriores. Hay que felicitar al Gobierno por el gesto de enviar al ministro a este acto religioso, al que asistieron 30.000 españoles. No hubo ni el menor incidente y todo se desarrolló con exquisitas formas para no ofender a nadie.
Quienes han intentado presentar esta beatificación como una demostración del sectarismo de la Iglesia deben estar frustrados porque lo que ayer se evidenció fue precisamente lo contrario. Hubo en el acto dirigentes políticos, diputados y personas con diferentes ideas que demostraron que se puede mirar hacia el pasado con respeto a los demás y con una idea clara de que las víctimas de ambos bandos merecen un igual reconocimiento.
Editorial de El Mundo
Martes, 19 de febrero