Joseph Aloisius Ratzinger, el emérito papa Benedicto XVI, debe de estar asqueado al darse cuenta del animal al que dio paso con su renuncia. Su sucesor es todo un caso.
En la dedicatoria de mi libro ‘Aceptar el destino’, digo que salvo a mi tía Virtudes, fallecida en 1968, jamás he conocido a nadie que crea en Dios, y eso que he tratado con muchos curas y monjas. Por supuesto que estoy convencido que Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, no cree en Dios, sino que más bien es un engendro de Satanás.
Del mismo modo que los votantes actuales de la izquierda en general y del PSOE en particular son masoquistas, porque Sánchez jamás ha dicho la verdad, y tampoco hay visos de que la vaya a decir nunca, y la destroza que va a hacer, en todos los campos, el de la economía, el de la moral, el de la ética alcanzará a todos, salvo a algunos privilegiados, que se salvarán en lo económico, pero no en lo demás, quienes pongan la equis en el sitio que pide la Iglesia Católica en la declaración de la renta, también lo son. Insisto, también son masoquistas.
La Iglesia Católica hoy, en mi opinión, es una organización subversiva, puesto que trata de subvertir sus propias reglas morales, las que ella misma ha ido difundiendo a lo largo de la historia, aunque también es cierto que desde hace mucho los curas y las monjas suelen estar de parte del poder, pero luego se defendían con aquello de «atiende a lo que digo y no a lo que hago».
Por mí, Francisco es mejor que no venga a España para nada. Y si puede ser que se lleve a todos los argentinos funestos que han recalado en estos lares en los últimos tiempos. Y a las argentinas, que ha caído por aquí alguna monja que es de la piel de Caín.

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‘El Parotet y otros asuntos’
‘Diario de un escritor naíf’
‘Yo estoy loco’
‘Valencia, su Mercado Central y otras debilidades’
‘1978.El año en que España cambió de piel’
‘Tránsito en la mirada’
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