Tuvo que dimitir como presidente del gobierno porque la catástrofe que estaba provocando era evidente hasta para muchos de sus fanáticos seguidores; de no ser por eso habría vuelto a ganar las elecciones si se hubiera podido presentar.
La lista de sus maldades y torpezas es larga y profusa, pero como a pesar de eso siempre ha caído bien a amplios sectores de la sociedad no tiene reparo alguno en mostrarse como el bicho que es, pero ha llegado el momento en que hasta en el continente sudamericano, en el que el populismo tiene tantos adeptos, han llegado a conocerlo. Ministro de Relaciones Exteriores de Maduro, le han llamado, después de que haya dicho una sarta de imbecilidades más propias del Maligno que de un ser humano. Las víctimas del sangriento régimen venezolano deben sentirse tan desoladas por sus manifestaciones como María Jesús González e Irene Villa tras su visita a Zapatero cuando acaba de convertirse por primera vez en presidente del gobierno. Con su respuesta les demostró que le importaban un bledo. Sus hechos como presidente corroboraron esta impresión. ¿Cómo es posible que haya gente en el mundo a la que el sufrimiento ajeno la deje indiferente? Los sudamericanos van dándose cuenta de esa característica suya.
Basta con ponerse la etiqueta de izquierdas para que una ingente cantidad de ‘buenas personas’ apoye a quienes lo hacen: Zapatero, Maduro, Sánchez, Kirchnner, Chávez, Castro…
Las maldades de Zapatero no se dieron sólo contra la derecha (seguramente estará dolido por el hecho de que Rajoy logró enmendar parte de su desastre económico), y contra los más vulnerables, a los que dejó desamparados al vaciar las arcas del Estado y encima endeudarlo considerablemente, sino que también las dirigió hacia gentes de su propio partido, como Rubalcaba, al que tanto debe.
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