El velo como cultura, o una lección de Vasallaje

En este mundo en el que hay tal confusión de ideas que hasta los mangantes se presentan como salvadores de la humanidad, y mucha gente les cree (la Gente, la Gente), a cualquier mujer por el simple hecho de ser mujer le resulta fácil presentarse como feminista, aunque actúe con prepotencia o con desprecio de la justicia.
La humanidad ha ido tejiendo su historia sobre la base de una injusticia, la de la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. Todo lo que se edifica sobre una base incierta acaba mal. Afortunadamente, la humanidad va cambiando el rumbo.
En las religiones, al menos en las que yo conozco en alguna medida, esta injusticia es más acusada incluso, pero aunque las religiones cristianas van cambiando en este aspecto, aunque de forma mucho más tímida que la sociedad, en la musulmana se recrudece la injusticia.
El feminismo surgió para acelerar un proceso que por sí mismo habría sido muy lento. De modo que el feminismo es un movimiento que busca justicia, no ningún tipo de enfrentamiento. Todo gesto que se haga en nombre del feminismo y que no sea justo es espurio.
Pretender que una vestimenta cuya función es degradar a la mujer forma parte de una cultura diferente es comportarse como esos que antes miraban a otra parte y ahora votan a Bildu.
Los hay que son capaces de asociar todas las conquistas sociales de los países democráticos a lo que ellos llaman cultura del Imperio. Todos los que han sido colonizados por ese sentimiento que se llama odio necesitan un enemigo. Lo señalan y ya no pierden ocasión para atacarlo. Todos los movimientos o partidos políticos que se sirven del odio utilizan las mismas técnicas. Y todo lo que se opone a su enemigo es bueno para ellos. Si hay que defender la sumisión de la mujer, se hace. Y bajo la bandera del feminismo.
Es curiosa también la capacidad que tienen algunos para interpretar la voluntad de un dios al que no han visto ni verán jamás, pero luego no son capaces de hacer lo mismo con personas que tienen cerca.

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Vicente Torres

Vicente Torres es Coautor de '1978. El año en que España cambió de piel' y autor de 'Valencia, su Mercado Central y otras debilidades' y 'Yo estoy loco', 'Diario de un escritor naíf', 'El Parotet y otros asuntos' y '2016. Año bisiesto'. He participado en los libros 'Tus colores son los míos', 'Enrique Senís-Oliver' y 'Palabras para Ashraf'.

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