En contra de lo que puedan pensar algunos, Aguirre, con su modo de irse, no puede servir como ejemplo para nadie, puesto que su afán de venganza se ha impuesto a cualquier otra consideración.
La situación de España es delicada y lo que salga de este embrollo político en el que estamos puede ser devastador para mucha gente. En estas condiciones, y en cualquier otra, pero en estas más, lo correcto era irse haciendo el menor ruido posible. Se conoce que ocurra lo que ocurra ella tiene el riñón cubierto.
Rajoy perdió dos elecciones frente a Zapatero. La primera, a causa de la mala gestión de los atentados del 11-M por parte de Aznar. La segunda, porque no pudo hacer oposición al gobierno de Zapatero, porque ésta venía diseñada por el propio Aznar y llevada a cabo por Zaplana y Acebes. Tras la segunda derrota, Rajoy manifestó su decisión de dimitir y Aguirre se aprestaba a tomar el relevo. Algunos periodistas, cuyos nombres no es necesario decir, apostaron claramente por ella. Fue entonces cuando Camps pensó que si Aguirre tomaba el timón su tiempo, el de él, pasaría de largo, y le ofreció su apoyo a Rajoy para que siguiera. No es difícil imaginar, teniendo en cuenta al Camps de aquellos días, que el cálculo de éste era que Zapatero le volviera a ganar y entonces ya se podría postular él para presidente del PP.
Esta jugada les sentó muy mal a Aguirre y a los periodistas que apostaron por ella, que desde entonces han tratado de machacar a Rajoy cada vez que han tenido oportunidad.
No se trata tampoco de santificar a Rajoy, sino de hacer ver qué es lo que hay sobre el tapete.
Tampoco de brear a Aguirre, como intentan algunos impresentables, sino de dar a cada cosa la importancia exacta que tiene. Quienes aplauden a Otegui o a Mas no tienen legitimidad moral para criticar a nadie.
‘Internet negro’
‘Manual de insultos para políticos’
‘Los hombres que susurran a las máquinas’
‘Al pie de una pared sin puerta’
‘A pesar de los pesares’
‘El árbol del silencio’
‘El bucle’
‘Versus’