Según Marcel Duchamp, el contexto puede convertir en obra de arte cualquier objeto. Así lo explica Rafa Marí:

Cualquier objeto puede considerarse una obra de arte si el artista lo declara como tal y lo sitúa en un contexto apropiado (una galería o un museo), sostenía Duchamp. Por ejemplo, añado yo, un cigarrillo. O el humo. Esa es la llamativa idea conceptual que intenta destruir el anciano del martillo.

En mi humildad, disiento de este modo de ver las cosas. El contexto puede mover, más bien confundir, el ánimo del espectador y hacerle creer lo que no es. Para mí el arte es aquello que hecho con intencionalidad artística o no, aunque es más fácil y frecuente el primer caso, conmueve al receptor, sea cual sea el contexto en el que se encuentre.

La finalidad del arte no puede ser otra que la de llenar esa necesidad de belleza que tiene el ser humano. Resulta más hermoso un acto justo que uno caprichoso. Esa capacidad para apreciar la justicia, que, por otro lado, resulta más beneficiosa para la humanidad que los actos injustos o caprichosos, es hermana de la capacidad para admirar el arte. Si no fuera por el arte, la vida sería mucho más atroz y chabacana. Se tendría menos cuidado en hacer las cosas.

Por ello, aunque no venga a cuento hoy, reivindico la gratuidad de los museos estatales, cuyas obras son de todos y por tanto es una barbaridad que tengamos que pagar por verlas. Cuando visitar los museos era gratis, bastaba con tener media hora libre para entrar a visitarlos. Resultaba fácil entrar muy a menudo e ir viendo el museo poco a poco.

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