La superdotación intelectual no es un asunto que despierte mucho interés y la prueba es lo poco que se escribe sobre ella. No ocurre lo mismo con la superdotación atlética, que despierta oleadas de admiración.
La opinión pública parece proclive a abandonar a los superdotados intelectuales a su suerte. Es como si se dijera: ¿No son tan listos? Pues que se arreglen.
Tengo constancia de que a veces ocurre. Algunos comienzan por ser los primeros de la clase; terminan sus carreras brillantemente y consiguen trabajos en consonancia copn su historial estudiantil. Pero no nos engañemos. Para ser presidente de un Banco, de una gran empresa, o miembro del gobierno, no es necesario ser superdotado. Y no estoy señalando a nadie.
Algunas veces ocurre que el niño superdotado intelectualmente se siente raro entre sus compañeros de clase; los hay que se automarginan o que no sienten bastante motivación, o mil cosas más. Según mis noticias, este mundo de altas capacidades intelectuales no está exento de problemas.
Sería bueno para la sociedad que todos fueran identificados lo antes posible y que se les hiciera un seguimiento a lo largo de toda su vida escolar y que se procurara su integración social y su posterior inserción laboral en puestos acordes con su capacidad. Sería muy bueno para todos que los ochencientos mil (más o menos) superdotados españoles, tuvieran trabajos para los que están capacitados.