Por todo lo alto

Brígida Gallego

‘Demoiselles’. Exposición de Javier Pagola en la Galería Luis Burgos

'Demoiselles'. Exposición de Javier Pagola en la Galería Luis Burgos

Lo que Pagola trae estos días a la Galería Luis Burgos es un conjunto de un centenar largo de pequeños dibujos acompañados de cincuenta monotipos cuya temática se mueve en torno al cuerpo femenino, a sus aspectos eróticos, que el artista confronta, en cualquier caso, con un ánimo que tiene que ver mucho menos con el deseo, que con una sincera y respetuosa fascinación.

En imágenes tan precisas como veloces (tanto las de los dibujos como las de los monotipos) lo que se nos ofrece es una serie de vistas generalmente inspiradas en los estereotipos fotográficos hallados en diversas revistas, que Pagola reinterpreta en términos de tema y variaciones, y ocasionalmente en forma de detalles en donde el motivo se diluye hasta hacerse irreconocible.

Vicente Jarque

Entrevista de Pablo Llorca a Javier Pagola

Pablo Llorca: Tus orígenes, aparte del hecho de que estudiaras arquitectura durante unos años (de lo cual se podría hablar en otra ocasión), están vinculados a la pintura. Recuerdo una exposición que tuvo lugar en 1987, en el Museo San Telmo de tu ciudad natal, cuyo título era «La generación de los Ochenta». Y ahí estabas tu, enmarcado generacionalmente. Y es cierto que en los cuadros que enseñabas había ciertos elementos comunes a lo que entonces estaba de moda, como los grandes trazos y cierta desmaña. Y también el espíritu era común, como es la importancia de lo sicológico o el subrayado de lo subjeti- vo. Sin embargo, y aunque me parece recordar que anteriormente a veces habías mostra- do influencias de pintores como Penck, algo en tus cuadros los diferenciaba de lo que era habitual. Ya en ellos había elementos que recordaban a Philip Guston, aun antes de que tuviera lugar en Madrid su retrospectiva, que tan importante fue. Aquellos cuadros tenían relación con los expresionistas pero a la vez eran más inquietantes y con mucha mayor personalidad de lo habitual en aquella época. Después, según los años pasaron, te fuiste decantando por acentuar los aspectos más dibujísticos de la imagen. No abandonaste nunca la pintura, por otro lado presente de una manera u otra en tu forma de hacer, pero sin abrazarla de una manera plena. Ahora, tantos años después, decides volcarte de una forma más rotunda sobre ella. Quiero decir que lo que enseñas en la Fundación Saura de Cuenca debe mucho más a lo que consideramos pintura que al dibujo. Por eso me permi- to preguntarte ahora qué relación tienes con la pintura. Con la propia y ajena.

Javier Pagola: Es verdad, yo empecé estudiando arquitectura. Al cabo de unos años comprendí que aquello no era para mí. O lo era después de dedicarme a lo que realmente me gustaba, que era dibujar y pintar. Y por eso cambié de rumbo. Yo ya había dibujado algo pero había pintado muy poco. Soy autodidacta y como decía aquel: ¿Es usted autodidacta? Pues su maestro es «un burro». Me acuerdo perfectamente de los cuadros que mencionas, y sí eran cuadros muy de la época. Una figuración muy libre, grandes formatos… La imagen resultaba después de otras imá- genes borradas en el mismo lienzo, muy a lo Ferrán García Sevilla… Muy energéticos, había que derrochar mucha energía para pintarlos. Es curioso que nombres a gente como Penck o Guston. Yo también añadiría a Haring. Gente a la que descubrí mas tarde y en donde se me buscaron influencias. El caso de Philip Guston fue más significativo pues después de ver su trabajo, y sal- vando las distancias, pude ver cómo tenía mi estudio lleno de gustons antes de ver obra suya. Fue un shock. Yo creo que cada época marca una melodía y esa estaba en el aire. Desde esa época mi relación con la pintura ha sido compleja y creo que estamos aprendiendo a llevarnos. A veces la pintura se me ha vuelto intratable. Es una señora muy exigente que requiere mucha paciencia y estrategia, cosas que a mí a veces me han faltado. En cambio mi relación con la ajena es muy buena, siempre y cuando no presuma de lo guapa que es.

Pablo Llorca: ¿Qué te aporta la pintura?

Javier Pagola: Cuando me dicen que en el fondo la pintura y el dibujo son lo mismo digo que sí… Matisse decía que el dibujo era la pintura con los medios abreviados. Sin embargo a veces me parecen dos lenguajes distintos. Hay cosas que solo las puedes decir dibujando. En cambio, otras veces es la pintura quien las cuenta. Hay algo en el len- guaje propio de la pintura que me embelesa… Viendo una tablita de Rubens, por ejem- plo; ese juego del pincel ,el óleo, las veladuras… Cosas muy antiguas. Un amigo dice que tengo nostalgia de la pintura… ¡Puede ser!

Pablo Llorca: Las obras recientes han sido creadas mediante un proceso no muy usual, el monotipo. ¿Puedes hablarnos del proceso en sí y de cómo marca las obras?

Javier Pagola: El monotipo se sitúa en la frontera entre el grabado y la pintura. Es un resultado único, no seriado, de una estampación gráfica. La estampa se logra por contacto de la imagen pintada sobre un soporte liso y no absorbente. Con la pintura todavía fresca se coloca un papel encima, que se pasa por el tórculo… Lo que a mí me interesa es que la ejecución debe ser media- namente rápida, pero también, y esto es importante, al trabajar con una superficie no porosa y pasar luego el tórculo con mucha presión reproduce de una manera exacta hasta el más mínimo gesto, pincelada, aguada , arañazo, borrado que tu le hayas podido hacer… En definitiva, es un medio muy directo y muy expresivo que se adecua muy bien a mi manera de trabajar.

Pablo Llorca: Deduzco entonces que de todo ello te puede atraer el hecho de que te obli- ga a pintar la superficie de una manera ágil y rápida, sabiendo que la fluidez del gesto es importante, a la vez que la imagen en sí sigue siendo fundamental. En todo ello parece que hay una relación con la gestualidad, con lo automático, que siempre te ha atraído porque denota una exteriorización de mecanismos sicológicos que así afloran. En ese sentido estos monotipos pintados tendrían vínculos estrechos con el dibujo. Y precisamente el hecho de que te atraiga que ese mismo proceso permita que las imperfecciones, las casua- lidades y las intromisiones afloren, como tu mencionas, eso está en la misma línea de atracción. Y sin embargo opino que al mismo tiempo estos monotipos plantean algo muy diferente a lo que anteriormente habías hecho, bien sea con el dibujo, bien con la pintura. ¿Eres consciente?

Javier Pagola: Es verdad. Estos monotipos que he hecho están en la frontera entre el dibujo rápi- do y la pintura. Como dices, me interesa lo automático, la gestualidad, pero al mismo tiempo en este proyecto parto de imágenes fotográficas que he elegido y que manipulo como base de mi inspiración. También le da un carácter distinto el definir la imagen no tanto por las líneas (dibujo clásico) sino por las masas de colores.

Pablo Llorca: ¿Cuál crees es la causa de que, tras muchos años en los cuales lo que más hacías no era pintura, hayas decidido volver con intensidad?

Javier Pagola: Toda esta exposición viene de unos papeles que empecé a hacer hace unos años. Eran papeles muy satinados, que trabajaba con óleo y un médium muy liquido. Si te he hablado de vuelta a la pintura será porque de alguna manera quería retomar la imagen de una forma más «pictórica», menos dibujada. Y aquí quiero hacer hincapié en que la manera de componer es menos por la línea que por masas de color. Suelo decir que con medios distintos cuentas cosas distintas. Podemos volver un dibujo tan pictórico como queramos y al mismo tiempo una pintura tan dibujística como nos de la gana. Pero aunque en todo cuadro subyace siempre un dibujo también estamos atendiendo a otras cosas…. Si vuelvo ahora más a la pintura es quizás porque la imagen a la que deseo llegar quiero que sea más lenta, más reflexionada, no tan espontánea. Más vivida. Los monotipos podrían ser el punto intermedio entre la espontaneidad y la reflexión, al ir con temas ya medio sabidos por mí.

Pablo Llorca: Una vez me dijiste, en relación con estas obras, que eran como «aprender a pintar de nuevo» y que en ellas también había «nostalgia de la pintura». Y añadiste otra frase: «antes pintaba como dibujaba y me estrellaba» ¿Me puedes ampliar todas esas sensaciones?

Javier Pagola: Durante muchos años he pensado que podría hacer mi obra simplemente dibujan- do. ¿Y por qué no? Los tiempos que corren lo permiten. Por fin hoy se admite que un buen dibu- jo puede valer más que kilómetros de telas mediocres (aunque tengan mucha «materia»). Tu comi- sariaste una excelente exposición titulada «Arte Termita contra Elefante Blanco» que fue toda una declaración de principios del valor del dibujo frente a la orgullosa pintura. Y sin embargo, en mi caso, cuando voy a ver una exposición y veo un cuadro realmente bueno hay tal identificación con mi Yo Pintor que vuelvo a casa en mal estado… Todo esto quizás tenga que ver con el momento en que uno aparece en escena y las practicas plásticas de ese momento. Estamos hablando de los años 80, de la vuelta a la pintura, mil veces enterrada. De una vuelta a la liber- tad sobre la tela… Casi un pintar por pintar. Se recuperan actitudes que vienen de atrás. Se podría pensar en el grupo El Paso en España, y muchos más en el extranjero. Y aunque no todo el mundo siguió esta manera de hacer en el cuadro sí bastante gente. En mi caso, yo sí he pasa- do por esa manera de trabajar y cuando has pintado el cuadro setenta veces y al final te quedas vacío, exhausto, lo dejas y vuelves al dibujo, donde la concisión de medios te permite no enre- darte tanto y expresarte libremente. Es curioso ver cómo esa generación que ha seguido pintan- do ha ido recurriendo a estrategias, muy licitas por cierto, para hacer su cuadro. Me vienen a la memoria muchos ejemplos. Yo por mi parte ahora voy al cuadro con una imagen ya dada e inten- tando no dar excesivas pinceladas.

Pablo Llorca: ¿Qué planteamientos distintos haces a la hora de encarar una pintura y a la hora de hacer un dibujo?

Javier Pagola: He practicado muchos tipos de dibujos pero quizás, como te decía antes, el dibu- jo para mi tiene ese lado espontáneo de captación de algo que nos llama la atención, ese lado que siempre me gustó de «menos es más». Y también esa manera rápida de expresar emocio- nes, pensamientos… Pero una pintura puede tener un tempo lento que cuente otras cosas -la materia del cuadro, la luz ,los colores empleados… ¡Todo un lenguaje!

Pablo Llorca: Tu hacías pinturas en unos años situados alrededor de 1990, en los cuales se notaban varias influencias. El panorama de la pintura ha cambiado mucho desde enton- ces. ¿Cómo valoras lo que se está haciendo ahora? ¿Lo actual te aporta algo?

Javier Pagola: De todo el tiempo que uno lleva en esto a lo mejor es ahora cuando uno nota una autentica libertad, de la que antes se hablaba pero que no sentía. Quiero decir que uno puede pintar, dibujar, hacer una instalación o un video y no está siendo penalizado por nadie…. Cosas aquellas de si eres moderno o no lo eres. Ahora más que nunca, o eso me parece a mí, solo se nos pide calidad e intensidad. De esta libertad y del hecho de que no esté tan de moda creo que se beneficia la pintura. Intento mirar cosas que se hacen ahora y gente como Marlene Dumas, Neil Jenney, Luc Tuymans, Jules de Balincourt, Sasnal, Dexter Dalwood, y muchísimos más. Me gustan y me estimulan, conectan conmigo en muchos aspectos. La fragmentación, el discurso interrumpido, la anécdota….

Pablo Llorca: Es posible ver conexiones con muchos de ellos, en efecto. Entre otras cosas además porque algunos parten con frecuencia de fotografías, como las obras que tu pre- sentas ahora. ¿Nos puedes describir el proceso de creación?

Javier Pagola: Estoy en este momento en las antípodas de mi forma de hacer de hace unos años. Hay una frase de José Bergamín que me encanta. Dice así: si yo fuera objeto seria «objetivo», como soy sujeto soy «subjetivo». Yo vengo de un dibujo muy «subjetivo»; quizás ahora, sin volver- me «objeto», me gustaría ser más objetivo. Quiero decir, copiar de la realidad. Esto me obligaría a salir al campo a pintar o tener una modelo en el estudio… Prefiero de momento la foto que aun- que es una realidad plástica transformada me da las dosis de realidad necesarias para mí.

Pablo Llorca:¿Que te aporta partir de una fotografía, que además es ajena a ti?

Javier Pagola: No se por qué me acuerdo ahora de otra frase: ¡Que inventen ellos! Quiero decir, yo, que soy un contador de historias, creo que es interesante un descanso y que algo lo cuente otro y mi trabajo sería simplemente seguirle… La foto ya lo cuenta todo.

Pablo Llorca: En relación con el hecho de partir de una fotografía, me gustaría que amplia- ras datos sobre ese proceso. Si existe alguna implicación complementaria por ejemplo en relación con el hecho de estar recreando una imagen, sobre la procedencia de las fotogra- fías que seleccionas o si una fotografía necesita tener algo específico para ser escogida.

Javier Pagola: Las imágenes se presentan prácticamente solas…. De la prensa, de revistas del corazón, también de internet. Lógicamente en los tiempos que vivimos, con internet, las imáge- nes que teníamos se han multiplicado por mil millones y esto obliga a rechazar mucho de lo que ves. Pero en mi caso no es difícil, me enamoro de la imagen o no.

Pablo Llorca: Sin embargo me da la sensación de que hay elementos en las fotografías no explícitamente pornográficas que te atraen por lo que significan de construcción de una seducción: las actitudes, la ropa y los accesorios que la mujer ha decidido añadir, el entor- no… ¿Estoy en lo cierto?

Javier Pagola: Efectivamente, se podría decir que soy muy sensible a la seducción y a todo su juego. Me encanta cómo la mujer inventa ese lenguaje de seducción. Además, hoy, la prensa y los medios ayudan a potenciar ese lenguaje, y a veces manipulando también a la propia mujer. La moda me interesa en el sentido que muestra la incapacidad del ser humano de dejar de ima- ginar. ¿Cuántas variaciones en el cuerpo de la mujer hemos visto y cuántas nos quedan por ver? ¿De cuántos derroches de imaginación es depositario este cuerpo?

Pablo Llorca: También he notado que en otras ocasiones partes de obras concretas, como por ejemplo de Vanessa Beecroft, Eric Fischl o Alex Katz. Partir de imágenes de artistas es algo que ya has hecho antes con frecuencia y desde hace mucho. ¿Me puedes ampliar esto?

Javier Pagola: En las imágenes que se nos cuelan en el ordenador y en muchos catálogos apa- recen las obras de otros artistas. Pinturas, dibujos y mucha foto (cada vez más interesantes). Es normal que sea un elemento más del equipo con el que tiene que contar el artista. El caso de Vanessa Beecroft me interesa, pues alude a temas que me preocupan ahora mismo: la mujer mostrándose, el erotismo, la moda y todo esto envuelto en un halo de extrañeza. También me interesa Richard Prince como apropiacionista.

Pablo Llorca: Me recuerdan a Degas, con su carga de voyeurismo y de erotismo. Aunque evocar esa asociación no tiene mérito ya que él es el padre del erotismo pictórico, su representante máximo. No obstante, si lo saco a colación es porque en relación con este tema encuentro que tu proceso es similar al suyo, ya que él también partía de un material en teoría preexistente (era considerado un pintor de bailarinas) para construir una mirada erótica.

Javier Pagola: Degas creo que es el primero que empieza a utilizar la foto y se nota en los encua- dres de sus imágenes. Es capaz de buscar un ángulo de visión que no es muy favorecedor para la mujer (esas mujeres lavándose) y muy perturbador. Por cierto, también fue uno de los que más frecuentó el monotipo. Su mirada es distinta y, es verdad, crea un arquetipo difícil de sustraerse a él. Por cierto se le ha considerado un misógino aunque yo lo dudo, pintando la mujer tan bien como la ha pintado. Aunque tenga frases como esta: ¿casarme? Me aterra la idea de que pudie- ra decirme mi mujer: ¡Mira qué cuadro más mono has pintado!

Pablo Llorca: ¿Qué relación estableces con el material pornográfico? ¿Eres consciente de que el erotismo y el artista como mirón, tema tradicional de la pintura, son algo fre- cuente en tu obra? ¿Crees que esta serie aporta algo distinto a como lo has tratado antes?

Javier Pagola: Siempre me ha interesado el artista como voyeur, el artista mirón al que no se le escapa nada y luego «procesa». Es verdad que es un tema tradicional…Susana y los viejos… Y moderno; pienso en MiroslavTichy. Quizás hoy en día, como te contaba, con internet y todo el material pornográfico que hay, el mirón es más mirón todavía… No se qué de nuevo puedo estar aportando pero puedo decirte que algunas de las obras que presento están realizadas abriéndome una página pornográfica en el ordenador y sentándome a pintarla delante como si fuera un bodegón. Me gustaría insistir en adelante en este tema, me fascina el poder de escán- dalo que sigue teniendo el desnudo, que hayan censurado en Facebook la obra de Courbet «El origen del mundo». Habiendo la pornografía que hay es como para tener envidia a Courbet.

Pablo Llorca: Es muy significativo que hayas decidido centrarte en el cuerpo. En épocas tuyas anteriores no era un elemento ausente pero es verdad que en comparación con la importancia que dabas al rostro su papel era secundario. Hay algo que me gustaría comentarte ahora acerca de la relación que ha habido en tus creaciones entre el cuerpo y el rostro. Como digo, el cuerpo existía pero en una posición secundaria. En cambio los rostros eran los protagonistas de las imágenes (rostros a veces estupefactos ante los cuerpos desplegados). Todo ello conduce a pensar que los cuerpos representados eran ajenos, eran como el objeto de deseo, o al menos el objeto de contemplación, mientras que el rostro era una figura de autorretrato. En definitiva, se trataba de obras que iban de adentro hacia afuera, que mostraban la relación del representado ante la presencia de esos cuerpos, presencia a veces ominosa. En lo que planteas ahora los asuntos han dado un giro y el rostro casi está ausente, mientras que lo que priman son los cuerpos. Cuerpos ajenos e incluso anónimos, capturados desde páginas de internet o de revistas del corazón, un material con el que en principio no te veo muy implicado emocionalmente (aunque es cierto que siempre te ha gustado usar materiales de la llamada subcultura). Así que deduzco que lo que te atrae de todo ello pueden ser dos cosas: o la pura atracción física por cuerpos o usar esos cuerpos como figuras que sirvan para ser representadas, sin más; que esos cuerpos sean los objetos de la representación pero sin tener una empatía especial hacia ellos sino una excusa para pintar algo concreto. ¿Crees que hay algo de verdad en lo que digo? ¿Y, si es así, te atrae más lo primero o lo segundo, la mirada fascinada hacia esos cuerpos o la mirada mecánica?

Javier Pagola: Estoy de acuerdo en lo que dices de los rostros y los cuerpos en mi trabajo. Si quieres podríamos hacer una prueba: tu dedícate a pintar una pared llena de cosas y a continua- ción haz tres agujeros a dicha pared. ¡Es imposible no ver una cara con expresión mirándolo todo! Gente como Brassaï ya sabía esto. Pero en cuanto al nuevo trabajo te contesto con una anécdo- ta: hace tiempo leí una biografía de Andy Warhol. En ella cuenta que al principio de instalarse en Nueva York trabajando ya como publicista pero queriendo ser Artista-Pintor andaba algo despis- tado en cuanto a lo que tenía que hacer. Pintaba mickey mousses pero Roy Lichtenstein le había tomado la delantera. Un día cita a una entendida de arte, amiga suya, en el estudio. Ante la queja de Andy por no saber qué pintar, esta le dice: Tienes que pintar lo que te gusta. ¿A ti qué te gusta? Andy Warhol responde: ¡El Dinero! A partir de entonces se pone a pintar billetes de dólar. No se si con esto te respondo a tu pregunta.

Pablo Llorca: Por supuesto que sí. En relación con ello, podría ser establecido un meca- nismo de ida y vuelta. Por un lado, lo que te interesa reproducir es una realidad física ajena a ti, y por otro no deja de ser una realidad objeto de deseo aunque no tenga implicación emocional. En definitiva, me parece que hay una proyección tuya indirecta sobre el mate- rial reproducido. ¿Estás de acuerdo? ¿Matizarías lo dicho?

Javier Pagola: Estoy de acuerdo y me parece bien. Copiar una imagen no es tan fácil como nos creemos… Siempre dejamos rastros.

Pablo Llorca: Por otro lado, sigue habiendo una dialéctica que marca mucho la imagen entre la abstracción y lo mimético. ¿Eres consciente de ello? ¿Me puedes ampliar qué papel crees cumple cada uno de esos elementos en tus imágenes?

Javier Pagola: Como te decía antes, uno quiere ser objetivo, uno quiere copiar y aun así uno se enfrenta a la imagen con un lenguaje ya adquirido y seguramente muy querido: la abstracción. Nací en 1955, abuelos, padres y tíos que uno reconoce eran vanguardistas.

Pablo Llorca: Existe una obra cuya presencia es distinta a la del resto pero que, quizás por ello, pueda ser tomado como emblemática del conjunto. Me refiero a la obra donde apare- ce un mono. Creo que es diferente y sin embargo importante porque plantea un sujeto -a través de un rostro, y aquí volvemos al uso habitual que antes hacías de los mismos- que es mirado pero que también observa. Un sujeto rodeado de cuerpos. ¿Me puedes hablar un poco más de la obra donde aparece un mono?

Javier Pagola: El mono fue el primer monotipo que hice en esta serie. Está copiado de una foto, y fue casi un ejercicio de soltar mano. Lo expongo aquí pues es un tema muy querido para mí. Al margen de tener algo de autorretrato, no puedo mirar imágenes de animales y en especial monos sin dejar de pensar en lo que todavía tenemos de animales un poquito «avanzadillos». Esas miradas, al igual que las nuestras, reflejan un miedo existencial, una expectación ante todo lo que ocurre y por qué no, también, el miedo que nos produce la belleza. Por no hablar del miedo a la belleza femenina, y nunca mejor traído a esta exposición como contrapunto a las demoise- lles, que es su título….

Pablo Llorca: ¿Todo ello explica el hecho de que el mono se tapa la boca mientras que sus ojos son subrayados?

Javier Pagola: Así es. Pánico y placer. Todo presidido por la mirada.

Pablo Llorca: En tu obra siempre ha habido tensión entre la línea y el color, usados de maneras muy amplias. De hecho, en lo que podríamos llamar dibujos tuyos la línea es importante, lo cual está en consonancia con lo que suele ser habitual en la disciplina. Pero en muchas ocasiones también lo es el color, dispuesto como manchas. En esos dibujos, donde el inconsciente tiene un papel importante, se establece una dialéctica jugosa entre la línea como configuración de un trazo automático, o algo cercano a ello, y las manchas informes de color como figuras precisamente de lo informe. Una relación entre línea y color que sigue presente de alguna manera en los monotipos. En lo relacionado con el color, ¿qué relación estableces en estas obras recientes con el mismo? ¿Qué papel cum- ple?

Javier Pagola: Abordo el tema de los monotipos como un trabajo más pictórico que dibujístico. Al mismo tiempo son imágenes sacadas de fotos y pretendía no definirlas por la línea sino por el color…Yo con el color tengo una relación muy intuitiva. Quiero decir que no lo problematizo mucho, intento ver el fondo-figura y actúo.

Pablo Llorca: Una última cuestión, por favor. Hace muchos años Antonio Saura escribió, en relación a ti, lo siguiente: «la permanencia del estilo [es] prueba de autenticidad». Sin embargo ante tus nuevos trabajos uno tiene la sensación de que Javier Pagola desea des- pegarse de sí mismo. ¿Algo que decir?

Creo que traté algo a Antonio Saura. Antonio estaba muy en contra de esos artistas que ponían su talento al servicio de «la última moda» y cada temporada iban haciendo cosas distintas. En cambio valoraba mucho los distintos estilos que un pintor pudiera ir teniendo nacidos de una necesidad interna y aquí, claro, hablaba de Picasso.

En mi caso perseguir mi «autenticidad» sería como perseguir mi «modernidad». Siempre me acuerdo de la célebre frase de Oscar Wilde: es peligroso querer ser demasiado moderno, corre uno el riesgo de quedarse súbitamente anticuado. La autenticidad se tiene o no y son los otros quienes deben verlo.

Por otro lado, en este mismo catalogo hay un texto de Vicente Jarque en el cual habla de esta nueva obra y no la ve como una «ruptura» sino como una «restitución» y es así como yo lo veo: recuperación de temas muy queridos por mí y abandonados hace mucho tiempo… ¡Despegar de uno mismo! Perfecto. Uno también envidia los heterónimos de Pessoa y ser varios pintores o el «yo soy otro» o tener varias vidas y pintarlas… Al final de su vida preguntaron al pintor Gutiérrez Solana por su obra y dijo: ¡Todo lo mío está a medio hacer! Yo creo que Solana era sincero dando esta respuesta pero se equivocaba. Si yo, ahora, te respondiera lo mismo tam- bién sería sincero pero sin equivocarme.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Brígida Gallego

Queridos amigos, a través de este blog os inundaré de propuestas irresistibles para que disfrutéis de lugares con encanto, inolvidables escapadas, secretos de moda y belleza, eventos con glamour… y mucho más

Lo más leído