Pozuelo: ¿Románticos o vándalos antisistema?

(PD).- Este fin de semana, en Pozuelo, un grupo de ‘pijos’ antisistema arremetieron contra la Policía. Su mayor ‘victoria’: quemar un coche patrulla. Al día siguiente se reunieron para celebrarlo con otro gran botellón. Los niñatos energúmenos, para más inri, ya están en la calle. Es hora de que los políticos se dejen de discursos vacíos y analicen y pongan remedio a el creciente malestar social. Y es hora de que cierta prensa de izquierdas deje de ver en estos energúmenos a románticos incurables que queman contenedores como forma de rebelarse al hartazgo que le provoca esta sociedad.

Lo más peligroso es que estos acontecimientos son «un síntoma»; estamos ante «la génesis de una situación que produce monstruos». La pregunta salta sola: ¿Está a punto de vivir España las algaradas de hace unos meses en Grecia o el vandalismo que sufrió antes Francia?

El sábado por la noche las calles de Pozuelo de Alarcón vivieron una situación extrema. Una batalla campal que evidencia una realidad sociológica que exige una profunda reflexión. La violencia contra la Policía -incluido el intento de asalto a una comisaría- y la destrucción sistemática del mobiliario urbano son la manifestación externa de un malestar profundo en ciertos sectores juveniles, al margen de su perfil social o de las diferencias territoriales.

Para el diario ABC, «la familia y la escuela están fracasando en la transmisión de valores no ya positivos sino de simple convivencia. Faltan alternativas razonables de ocio diferentes del botellón y sus secuelas. Sobran, en cambio, modelos que incitan a la violencia y que fomentan el éxito del más fuerte a costa del desprecio a las reglas más elementales de la vida en común. Es indudable que la crisis económica es fuente de ansiedad por falta de expectativas y tampoco es ajena a estos fenómenos la valoración negativa de una clase política alejada con demasiada frecuencia de las preocupaciones reales de los ciudadanos. En este contexto, las fiestas populares, el principio o el final de curso o cualquier otro evento sirven de pretexto para una reacción fuera de control que las fuerzas de seguridad no siempre están preparadas para encauzar por medios razonables«.

«Pozuelo de Alarcón, una localidad madrileña de alto nivel socioeconómico, es un síntoma de esta dinámica negativa en la que se ha instalado la sociedad española a la hora de integrar a las futuras generaciones en un proyecto común. La pérdida de referencias morales y el desprecio a la autoridad de padres y profesores crean un ambiente de relativismo y desmoralización que se traduce en comportamientos antisociales. Con independencia del debate político, los partidos y las administraciones públicas tienen que coordinar sus esfuerzos para sentar las bases de una convivencia cívica en las calles. Si no se pone remedio a las causas, no tiene sentido quejarse después de las consecuencias».

Lo vivido este fin de semana en Pozuelo es sintomático de una realidad que tiene todos los componentes para tomar el relevo de las gravísimas algaradas casi incontrolables de Grecia y los salvajes actos de vandalismo que sufrió Francia, con la quema de miles de coches incluída.

Según escribe Manuel Martín Ferrand en el mismo diario de Vocento:

«En lo que quisiera insistir, más que en los sucesos y su valoración penal e, incluso, más que en la responsabilidad civil subsidiaria de los padres con hijos energúmenos, es en la génesis de una situación que produce monstruos. Ante este tipo de sucesos se puede hablar de un ambiente social debilitado por una renuncia a la moral católica sin haberla sustituido, en todo o en parte, por una rígida exigencia ética y cívica. También del fracaso del sistema educativo en el que los alumnos y sus padres se permiten con estremecedora frecuencia la amenaza y la agresión a los profesores. Pero la gran causa que conduce a tan indeseables efectos está en los padres permisivos. Padres de niños de edad inferior a los siete u ocho años que sonríen mientras sus retoños arrancan las flores de los parques públicos, gritan a todo pulmón, corretean por entre las mesas de los restaurantes, tiran piedras a los cristales… Niños asilvestrados que, cuando crecen, atacan comisarías. María de Maeztu, una de las grandes educadoras de la Institución Libre de Enseñanza, decía que sí, que la letra con sangre entra… pero con la sangre -el esfuerzo- de los padres y los maestros. No van por ahí las cosas».

Los políticos se afanarán en coger el extintor para apagar la hoguera mediática de lo ocurrido este fin de semana, sin tomar medidas de calado y analizar profundamente la desazón de esa parte de la sociedad. Pero lo cierto es que antes que en Pozuelo ya ocurrió en el mismo centro de Madrid o en las calles de Barcelona y en otras muchas ciudades. Y va a seguir ocurriendo.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído