(PD).- Victoria importante del PP, derrota significativa del PSOE. En ambos casos es la segunda en tres meses, tras Galicia, y poco más de un año después del triunfo socialista en las generales… por tres puntos y medio. El Gobierno ha perdido casi un millón de votos respecto a las europeas de 2004.
Ha recibido un potente vapuleo en las comunidades de mayor fuerza del voto liberal-conservador: quince puntos en Valencia (los trajes de Camps son impermeables), 12 en Madrid, donde Aguirre ha hecho valer su hegemonía. Sorpresa: el PP ha ganado por 11 puntos en Castilla-La Mancha, feudo adversario. Los socialistas han triunfado en Cataluña por 13 puntos, aunque a la baja, con altísima abstención, y en Andalucía por 7.
Importante éxito de Rajoy, aunque no faltarán quienes aún minimicen esos 3,5 puntos largos para minarle liderazgo. Los críticos se han quedado sin argumentos: esperaban un triunfo más apretado. Ha saltado el listón, no con un vapuleo al Gobierno pero sí con un triunfo claro, inapelable. Una victoria que, en secuencia con las gallegas, puede significar la apertura de una brecha electoral si el líder de la oposición sabe gestionarla. La herida con Mayor Oreja ha quedado cerrada; el cabeza de la lista popular le entregó ayer su triunfo sin reticencias. Aunque alguno se seguirá preguntando qué habría pasado con otro candidato. Rajoy se apuntó desde el balcón la vuelta de tuerca, al afirmar que el resultado consolida la línea del Congreso de Valencia… en el que Mayor estuvo tan distante. Las victorias son balsámicas.
Para Zapatero, el revés es serio. Anoche ni siquiera salió a dar la cara, pese a que estaba en Ferraz. Síntoma de que le ha dolido el varapalo, afirma Ignacio Camacho en ABC. No le ha funcionado la llamada al miedo, y aunque puede mirar el porcentaje de desventaja con un cierto alivio, es un asunto serio que le complica el panorama del otoño político.
El PSOE confía en que con el poder en juego puede superar la diferencia, a poco que se movilice el electorado catalán y andaluz, y se agarra a que la derrota es significativa, pero no un vuelco claro. En el fondo esperaban una horquilla más baja. Pero sus argumentos oficiales ocultan que las consecuencias de la recesión no han golpeado a todos los gobiernos por igual: en Italia (apisonadora Berlusconi, inmune a escándalos), Francia, Alemania, el poder no ha perdido las elecciones. Sólo donde, como Gran Bretaña o Portuga, ha gestionado mal la crisis. Como en España.
Escaño para Sosa Wagner, el candidato de Rosa Díez. El hombre de la pajarita. Cuatrocientos cincuenta mil votos, y casi un 3 por ciento. Buena noticia porque Sosa será mejor eurodiputado que candidato; ha pecado de bisoño en la campaña, como no podía ser de otro modo. Y también buena noticia el fracaso de los mamporreros de Batasuna, ese mediocre dramaturgo que no ha logrado estrenar su función torticera. De-Sastre.
¿Y Europa? Pues alta abstención, desalentadora por cuanto refleja de desapego a las instituciones comunitarias, por más que el Parlamento vaya acumulando poderes de decisión. Mucho voto de castigo, e inquietante avance de la extrema derecha ante la falta de soluciones de los partidos convencionales. Y una consideración de fondo: la abstención ha sido especialmente alta en los países incorporados más recientemente, los pekos, que van a ser los más beneficiados ahora por las subvenciones y los fondos de cohesión. Este euroescepticismo interpela seriamente a la UE sobre los criterios de ampliación, claramente precipitados, faltos de madurez, y debería obligar a una revisión del incremento de socios.
